CINCUENTA TACOS


No se preocupen que no voy a disparar a diestro y siniestro,  palabrota alguna.  Intentaré referirme más bien  a la acepción veintisiete de nuestro diccionario; aquella que cuenta el tiempo transcurrido sobre la corteza terrestre.  Cincuenta son ya muchos, y no demasiados. Al menos para el titular de la cosa.  Y eso si nos referimos a la primera vez que uno nació.  Que de la segunda, uno aún es menor de edad.

A estas alturas, uno ya no se deja engañar como otros querrían.  No cuela aquello de que uno está a la mitad de la vida.  La mitad ronda los cuarenta y demos gracias si completamos el entero.  Cincuenta vienen a ser la mitad más diez. O lo que es lo mismo, menos diez en la media restante. Y con ellos no hay crisis que valga.  No  hay perdón, vamos.

En los cuarenta –los treinta y diez en su  momento- uno no tuvo ni  tiempo para entrar en crisis.  Tres meses antes habían entrado los biberones y los pañales en casa de uno, y ¡ni para la crisis tenía uno tiempo!.  Y ahora, con los cincuenta colgando ¿cómo reclamar una crisis con tantas que tenemos?.

Y no hay mal que por bien no venga, dice el refrán.  A estas alturas uno ya suspira con llegar a la santa jubilación. ¡Y eso que de condena aún queda! ¡Más que un homicidio y muchísimo más que doce corrupciones urbanísticas juntas!,  que ya es decir. ¡Quince años como mínimo! –como en la mili, vamos-.  Y siempre a expensas de las decisiones de los viernes.

Hoy, las ciencias adelantan  que es una barbaridad…., dirían don Hilarión y don Sebastián.  Y uno ya no es aquel  hombre gris de los años sesenta en que toda España vivía en blanco y negro.  La imagen es la misma que la de los cuarenta, de los cuarenta y cinco  y siguientes. Y en color. La respuesta, cada vez distinta. 
      
Distinta, porque la vida te ha ido dando bofetones, garrotazos y alguna cuchillada trasera.  También te ha dejado palabras de aliento y te han llegado comentarios agradables.  Un todo, vamos.  Un álbum con experiencia incluida y con la capacidad de psicoanalizar a quien te viene de frente.  Y seguirás equivocándote. Y seguirás levantándote y  erguirte. 

Tus obras te delatarán.  De la misma forma que tu intentarás conocer al coincidente, el coincidente habrá desvelado tu próxima opción.   Al menos las cartas ya están boca arriba y te ahorras muchas explicaciones.  Has aprendido a decir que no.  Y aprovechas según qué  ocasiones para utilizar este nuevo vocablo.

Ninguna versión te condiciona.  Dudas de todas, incluso de las tuyas.  Entre tanto bagaje, incluso te das el lujo de soltar lastre.  Superaste la etapa de decir lo que pensabas.  Has pasado ya la de pensar lo que tenías que decir, y te encuentras en otra más ambigua en la que te ciñes a las circunstancia.  Tus circunstancias.  Y te relaja la observación.

La de los demás.  Y te sientes un ser privilegiado.  Con la observación ves muchas carencias y bajezas  humanas.  Mucho oscurantismo y mala fe.  Esa misma observación te descubre sinceridades, personas altruistas y solidarias, ricas en humanidad que te llenan.  Hacia a ellas te diriges, de ellas aprendes.

Pero los cincuenta no son universales, no.  El tiempo todo lo cura, dice el refrán.  Y también lo acentúa.  La experiencia de los años es como un matrimonio.  Para lo bueno y para lo malo.  Y los hay quienes con los años, en vez de vino se vuelven vinagre.  Otros, mejoran. La mayoría sigue inmersa en sus quehaceres y ni saben ni contestan.  Y ya no digamos cuando la vista y el oído ya no son como antes.  Y la memoria, juguetona.

Aprendes a poner en práctica los vocablos ver y mirar, así como los de oír y escuchar.  Doras la píldora, sonríes al hipócrita y te ríes del rastrero fiel reflejo parvulario.  

Y a eso, y no a otra cosa, se le  llama  libertad. 

Y  felicidad.

PUBLICADO EL DÍA 23 ENERO 2013, EN EL DIARIO MENORCA.

KEEP CALM AND BE YOURSELF


De un tiempo a esta parte, todo son slogans con el inicio del “keep calm...”.  Que si catalanes, que si menorquines, que si españoles, que si de la Tierra, que si tal o cual.  Keep Calma and Carry On, o lo que es lo mismo, “mantén la calma y continúa trabajando”, así animaban los británicos a resistir los intentos de los nazis de atacar el Reino Unido.  Mantén la calma y sé tu mismo, viene a decir el título del escrito de hoy.

Sin duda, nuestra Diada, nuestra fiesta común de todos los menorquines, tiene que coincidir en algo.  En algo propio, que sea de todos y de nadie en particular.  Y que nos diferencie de los otros.  De los catalanes, y de los mallorquines, y del resto del mundo si se quiere.  Y nuestras tradiciones así  nos lo indican.

Nuestra cultura reciente viene de la mano de los catalanes, de  “bona gent catalana” como diría el escribidor de los vencedores.  Y la historia, todos lo sabemos, la han escrito siempre los ganadores.  Catalanes y del Reino de Aragón, añadirán otros. ¿Acaso no ha perdurado con el tiempo la terminología de Reino de Aragón y Principado de Cataluña?.

Pero la cultura no es sólo el habla, mal les pese a algunos.  La cultura es mucho más.  Es la tradición, las costumbres, el carácter, las formas y porque no, todos los cambios habidos en nuestros hábitos, nuestro comercio, nuestra industria, nuestra  idiosincrasia.  Incluso las herencias que dejaron nuestros invasores lejanos y próximos.

Y la cultura no hace daño.  Ni deben de hacernos daño en nombre de ella.  Ni debemos nosotros hacer banderín de guerra alguna.

Somos menorquines y nos sentimos menorquines.  Unos, de una forma.  Otros, de otra.  Pero ambos, nos añoramos cuando salimos de nuestra isla, nuestra “roqueta estimada”.

Y mantendremos la calma y seremos nosotros mismos.  Seremos menorquines en la isla de la calma, en aquella isla blanca y azul que leíamos en los folletos turísticos de los años sesenta y setenta.

La Diada de Sant Antoni de este año marca un punto de inflexión.   Retomamos tradiciones y damos paso a nuestras propias raíces, ladeando  las impuestas por una invasión orquestada de unos pocos y admitida por otros más.

Ser nosotros mismos figurará  en cualquier manual que encontremos en algún taller de reparación de almas y de espíritus doloridos.  Guardar calma lo llevaremos escrito en sal cuando la brisa del norte nos golpe la frente, cada vez que llamados por la tramontana nos dirigiremos a la costa para ver como las olas golpean aquel peñasco que nosotros le llamamos “roqueta”.

Y aún sintiéndonos diferentes cada uno de nosotros, cada pueblo, cada cala, cada soplo de viento que nos atiza, Menorca nos une.  Y nos une de forma natural, de por sí, de nacimiento.  No hemos necesitado ni leyes ni televisiones para unirnos.  Sólo un trozo de tierra y los impedimentos tanto naturales como humanos.  Rodeados por agua. Rodeados por la insolidaridad de los restantes pueblos del suelo patrio.  Rodeados por un interesado propósito de  hacer de nuestra insularidad una prisión dorada.  Sin rejas, pero con un foso que nos separa de los demás. 

O nos previene.   Y en prevengan estamos.  Oteamos el horizonte y observamos las  montañas de la isla que se dice hermana.  Pero la distancia nos separa.  La distancia, nos protege.

Seguimos siendo Menorca.  Aquella Menorca, que ante todo, es nuestra.  Nuestra y de nadie más.  Con acento, y sin acento.  Mas, claro. Agua.

Y de agua, mucha.  Salada. 
Como el artículo, vamos.

PUBLICADO EL 20 ENERO 2013, EN EL DIARIO MENORCA.

LO INJUSTO DE LA JUSTICIA.


O al revés, lo justo  de la injusticia.  Uno ya no sabe realmente quién tiene o no razón, si es que alguien la tiene, claro.  O si incluso solamente tiene  parte de ella.  Y en este asunto no cabe la siempre actual excusa de la crisis, a no ser que se culpe de ella a los recortes en los sueldos de sus señorías y por ende, de la lentitud en poder enjuiciar los casos, o como no, el aumento de los casos judiciales y el consiguiente colapso en los tribunales.

Que la justicia no siempre es justa, ya son muchos que lo dicen.  Muchos que lo dicen, pero pocos –ninguno mejor dicho-  que muevan mano y dedo para reconducirla.  También sería necesario diferenciar lo que es justo y lo que no, y lo que entiende la gente de a pie sobre lo injusto y lo justo.  Y aquí está el quid de la cuestión.

Los jueces dirán que lo justo es lo que emana de las sentencias y fallos judiciales, aunque para ello dejemos dicha decisión en la interpretación de una sola persona.  O de tres.  O de varias si tenemos que apelar a los jefes jerárquicos.  Y es que la verdad jurídica siempre tiene interpretación revisable.

Los políticos en cambio dirán que lo  justo es lo que ellos apoyan y deciden.  Al menos, su interpretación viene aumentada en número y validada por muchos más votos que cualquier tribunal y son representación de este poder que reside en la soberanía del pueblo español.  Al mismo tiempo, ellos hacen las leyes que otros interpretan.  Por tanto, ¿quién  mejor que ellos  para decidir lo que está bien y lo que está mal?
La experiencia nos viene enseñando que las leyes van siempre por detrás de la sociedad.  Y las leyes penales no son ajenas a ello.  Primero la sociedad inventa el delito y después las instituciones de control ponen el castigo. Pero entre que uno lo comete y el siguiente lo tipifica, pasan años, demasiados años.  Y si estos “futuros” delitos son cometidos por los mismos políticos, ya no digamos.

Y el pueblo llano, también opina.  Para el pueblo, toda acción que le perjudique es una acción injusta.  Y el pueblo, al final suele tener razón.  Sino en los tribunales, al menos en las urnas. 

Y cuando el pueblo está dividido, la opinión también.  Y lo justo ya sólo es mitad justo.  Y lo injusto, mitad injusto.  ¿Castigamos al reo a mitad de pena o sólo castigamos a mitad del reo a la pena?

Llegados a esta tesitura, y entendiendo que no cortaremos al culpable en dos mitades, el legislador propone algunas medidas para atenuar las condenas.  La más conocida, la  más  usada últimamente, es la de dictar sentencias de conformidad.  O sea, el representante del Gobierno negocia con el presunto infractor la pena a imponerle.   Si se llega a acuerdo el juez la impone.  Si no, el juez juzga.  ¿Es esto justo?. 

Pues sí.  Sencillamente porque la ley  así lo dice.  Y el pueblo muchas veces no lo entiende. ¿Cómo es posible que a un traficante de drogas al que en un primer momento el mismo fiscal solicite una condena de nueve años, tras las negociaciones se quede en tres y no entre en prisión?  ¿Dónde han quedado los seis años restantes?

Y no importa recurrir a los narcotraficantes enjuiciados.  Los casos de corrupción política están al orden del día.  Izquierda Unida protesta por el trato que se le da en las esferas judiciales a un partido nacionalista catalán  que  en su día presuntamente desvió capital público  hacia sus cuentas.  A su vez, un dirigente de las juventudes de otro partido político sale de la cárcel gracias a estas prebendas que algún día, alguien escribió y aprobó en sede parlamentaria, o al menos, con autorización de ellas.  Meses antes, unos miembros de cuerpos autonómicos condenados presuntamente por torturas, son indultados por el Gobierno.  Y nadie cambia nada.

Y mientras, el pueblo sigue sin entender como a pesar de llevar una vida re-insertada ya en la sociedad, un padre de familia es ingresado en la cárcel por una, dos o más fechorías realizadas muchos años atrás. ¿Dónde está la celeridad en la administración de  justicia?  ¿Es justa la justicia cuando es lenta? ¿Falla el proceso, el interpretador, el sistema,  la sociedad? 

Y lo curioso –lo irónico-  del caso es que las sentencias finalicen  siempre en fallos.

PUBLICADO EL 18 ENERO 2013, EN EL DIARIO MENORCA.

MAL DE MUCHOS……


Consuelo de tontos. Ya lo dice el refrán.  Y en esta que empezamos el año, y bronca al canto.  No bronca, sino enfado y subida de la tensión arterial. Y el instigador, el de siempre.  Ni Pepito ni Juanito ni Gonzalito, nada.  La banca. O la caja, que uno ya no sabe si es lo uno o lo otro.

 Federico  -el don ya pasó a mejor vida- no tuvo reparos en seguir el juego del más tozudo. Si él, ciudadano de a pié y sin ahorros, o el poder bancario. Hizo sus primeras gestiones mediante la llamada banca-online. Rápida, pero ineficaz.  A los pocos minutos y aún siendo festivo, le respondieron que debía acudir a la oficina sucursal, y que allí le devolverían el dinero. 

 A la mañana siguiente, a eso que va.   Eso sí, con la toma de las debidas medidas de seguridad, en su caso,  el Diován 160mg como mínimo.  Y como arma, la siempre presente modestia, educación e ignorancia.  Y es que a uno le empieza a gustar eso de jugar a ser idiota. Notas como la otra parte contratante empieza a tomar posiciones prepotentes y altaneras, y a su vez, no cuida sus defensas.

Y a eso que va, y pregunta por un cargo fantasma de cuarenta y cinco céntimos que ha descubierto en el extracto mensual de la tarjeta de crédito.  Para Federico, aquel concepto de “otros cargos” le representa  setenta y cuatro pesetas y ochenta y siete céntimos.  ¡Casi nada!.

El mosqueo –y la subida de la tensión arterial-  empieza cuando el vuelva usted –ya no mañana, sino la semana que viene- es la primera respuesta que adquiere de su otra parte.  La contratante, vamos.  El motivo, no sabe no contesta.  Eso sí, Federico no estaba solo.  La entidad ya tenía conocimiento que se había efectuado el mismo cargo a otros clientes, pero aún desconocían las razones del mismo.

Ni una llamada ni un “ya le avisaremos”, no.  Vuelva la semana que viene.  Aunque eso sí, le informaron de que difícilmente se le devolvería el dinero.  La banca-online no le dejaba reclamar hasta pasados veinte días de la falta de información o tras la negación de lo solicitado.  Aún no le habían dado con la puerta en las narices, pero casi.   El tiempo corría ya a su favor.

Fiel a su cita, al cabo de una semana  vuelve al punto de encuentro.  Respuesta la misma.  No saben y no contestan.  Las gestiones realizadas aún no han recibido contestación y suponen que no podrán devolver el importe.  La voz de Federico se torna imperativa, aunque sigue siendo suave y relajada.

.-Si no me corresponde el cargo, deberán devolvérmelo, ¿no?.
.-No sabemos cómo devolverlo, ni el porqué del cargo, responde la parte contratante.  Puede que sea el cargo del correo.
.-Imposible –continúa Federico, seguro de si mismo-. Hago los trámites por Internet.
.-Tal vez es una comisión por la tarjeta.
.-Imposible, el contrato indica que superado un mínimo de gasto, no se cobra la comisión.  Y este no es el caso.
En este punto, la parte contratante recurre a la intervención de la directora de la oficina, tras lo cual, y tras ratificar el aún desconocimiento y origen del cargo, modera el resultado final, con  un ya estudiado “aún desconocemos cómo devolverlo”.

Aquella frase final, relaja los músculos de Federico y la tensión arterial que iba en aumento.  El as, que Federico portaba en la manga, también se relaja y queda pendiente del próximo devenir. 
.- ¿Y?., interroga sutilmente un Federico, puesto ya  en arrogancia.
.- Pues que aún no sabemos nada.
.-¿Y tengo que volver para que me lo expliquen, o me llamaránnnnnn?,
La parte contratante entendió la indirecta directa o lo que es lo mismo, el retintín de la interrogación, y rápidamente corrigió el desaguisado, prometiéndole llamar justo tuvieran noticias del embrollo.

Federico oficialmente quedó satisfecho, aunque en sus adentros, sabe que esta llamada no se producirá.  Ahora, sólo le queda esperar el resto de los veinte días sin contestación, y utilizar el mecanismo de la reclamación oficial, y como no, el as que portaba en la manga.

¡Cuantos otros cuarenta y cinco céntimos no habrán tenido Quijote alguno que velen por ellos!. 

PUBLICADO EL 15 ENERO 2013, EN EL DIARIO MENORCA.

VIDA NORMAL


El lunes todos los saludos acababan con el suspiro hacia la vida normal.   Parecíamos deseosos de dar carpetazo a aquellas fechas, no por indeseadas, sino por alargadas. Demasiado, tal vez.  Ya no sólo el solsticio de invierno y la semana que lo acompaña, sino la resaca de una segunda semana añadida.  La normalidad aparecía a primera hora de los relojes cuando los escolares rompían aquellas veladas para apurar despertador, desayuno y encaminarse hacia el centro escolar.

La normalidad había aparecido para otros más temprano.  Eran los afortunados padres de aquellos alumnos –afortunados no tan sólo por ellos, sino por tener disfrute de un trabajo remunerado- quienes también se dirigían a sus lugares de trabajo.  Para otros, la normalidad los devolverá a la funesta realidad diaria.  Un ir y venir sin destinación.  Una búsqueda de algún necesitado anuncio, de un correveidile, de una anotación en algún tablón de anuncios. 

Y los abuelos ya jubilados, también volvieron a la normalidad.  Una normalidad marcada a contrarreloj  por el calendario escolar.  Y algunos incluso con la incertidumbre de alguna injusta inspección.  ¿Les levantarán acta los inspectores de turno por suplantar labores tipificadas en una categoría cualificada profesionalmente y de la que por ella no cotizan?  ¿Serán denunciados por competencia desleal y suplantación de profesión?

La noticia aparecía en un diario estatal, pero era  de todos harto sabida.  Y más aún tras la comparecencia, meses atrás,  de los antiguos responsables del Banco de España en sede parlamentaria.   Esta vez, otros inspectores denunciaban la presunta –siempre presunta- dejadez con que el Banco de España controlaba a los bancos en y durante la crisis.

Y todos se escandalizan y nadie encarcela a nadie.  Y es lógico. La Justicia no arranca si no hay denuncia.  Y en un Estado acusatorio, quien denuncia es el fiscal, no el juez.    Y punto.

Quienes parecen que han ganado enteros en estas Navidades, han sido los reyes, los Magos  y los que no.  Los primeros por haber tenido menos competencia del Papa Noel, y los segundos, por sus apariciones en los medios.  No en Baqueira Beret ni en cacerías africanas sino por el simple hecho de decir lo que los ciudadanos querían oír.  Y aquí  la clave de su permanencia. 

Desde el sonado “tú te callas” a la colocación de los puntos sobre las íes en el tema catalán, han pasado muchos vientos desfavorables para la institución. La experiencia de setenta y cinco  años en el cuerpo y la lealtad del aparato del Estado, intentan a marchas forzadas despejar incógnitas y aprovechar los soplos favorables. 

Y la vida normal es esto.  Seguir la rutina diaria, sin más sobresaltos que los que nos pueda dar el despertador, y como no, algún que otro suspiro entrecortado cada medio día de un viernes tras la rueda de prensa ya habitual.  Y es que el destino, al menos el nuestro, lo escriben por capítulo semanal en la revista del BOE, y aunque  de tirada, poca,  dice mucho y manda más.  Y aunque no se lea, nos instruye.  Y aunque no estemos de acuerdo, nos obliga.  Y además, no hay tertuliano basura que le pueda.

Nuestro objetivo ahora, en plena normalidad, son las ahora ya siempre rebajas, las fiestas de carnaval y la de Semana Santa.  O lo que es lo mismo, el consumismo enfermizo, el desenfreno y la mentira, y la reconciliación con nuestros adentros.  El ciclo, por mucha crisis que se hayan inventado unos y los demás otros, es incapaz de romper el círculo.  Y la vida sigue.  La cola del paro, las estadísticas de ocupación, y las siempre presuntas noticias sobre corrupción, también.  La recuperación de los mercados, de la niña y la prima de riesgo, tal vez.  La incógnita, al fin. 

Los mercados, sencillamente.  Los intereses, dirán otros.
Y la vida continúa.  Como es normal.

P.D.   Y la observación.  Este año nadie se ha aventurado a pronosticar buenos o malos augurios a los famosos.  ¿Acaso no está nada claro el presunto catastrofismo de muchos imputados?

PUBLICADO EL 9 ENERO 2013, EN EL DIARIO MENORCA

Y AL FINAL, HABLÓ


“Aquí la más principal
hazaña es obedecer,
y el modo cómo ha de ser
es ni pedir ni rehusar…. “
                                    (Calderón de la Barca.)

Al final del año, claro. Y al fin habló don Mariano y no sólo una vez, sino en varias.  Primero habló a los militares destacados en el extranjero en misiones “de paz” o humanitarias, como se solía tildar en otras épocas.  Y ante ellos alabó el espíritu y la disciplina militar.  Mencionó que aquel espíritu de sacrificio  y aquella disciplina en la entrega en hacer el trabajo bien hecho, era lo que se añoraba en la vida civil.  Y claro que sí.  Y lo dijo fuerte, bien fuerte.   Pero sólo lo dijo a sus videos-conferenciantes. Le faltó cruzar aquellas cámaras y dirigirse a otra Cámara, la del Congreso y legislarlo allí.

Sus palabras me llevaron treinta y tantos años atrás, cuando en el pasillo de las oficinas del cuartel del Regimiento de Infantería Mahón-46 se nos leyeron como mandaba el protocolo  “las leyes penales militares”.  Y la lectura nos fue resumida como mandaba la buena práctica de la institución en sólo  dos artículos, a saber: por el primero nos informaron de que las infracciones  en la vida militar estaban castigadas con mayor pena;  y por el segundo, que la embriaguez –que en la vida civil era un atenuante- en la milicia  era un agravante  -“y además, borracho”, nos repetiría aquel suboficial-.  ¡Y eso que en los cuarteles, de beber, se bebía…., y mucho!.

Me imagino -casi mejor, no me imagino- a don Mariano en la rueda de prensa posterior a la reunión del Consejo de un viernes cualquiera, dando cuenta  de la aprobación del  anteproyecto de Ley sobre el agravamiento de penas relativas a casos de corrupción y de otras medidas encaminadas al sacrificio económico y social de los representantes políticos.  Me imagino antiguos  pabellones destinados a  vivienda de sus señorías –con el menú de rancho y transporte en furgonetas incluido-  y por ende la supresión de las dietas milenarias –que incluidos pernoctas- perciben.  Me imagino también –¿por qué no?- la reducción de salario a sus señorías cuando las cámaras de televisión otean el hemiciclo y sólo cuarenta traseros están aposentados en sus escaños.

Me imagino también –soñar aún es gratis- que el Senado se disuelve y sus emolumentos van a parar al fondo de esta jubilación por todos deseada.  Y puestos a imaginar,  reducción del  número de escaños por aquí y por allá.  Y de gratificaciones y demás tentaciones de amistad y solidaridad entre ellos.  Que no son pocos….

Y los pies vuelven a tierra.  La rápida retirada de nuestros soldados en el exterior se contradice con una futura presencia española en tierras extrañas.  La frase salía bordada.  Entre líneas.  Pero el acento ya estaba puesto.  Detrás de aquella parrafada se escondía un mensaje, ya no oculto, sino todo lo contrario. 

Nuestra presencia y nuestros muertos en combate servirán para que empresas españolas amplíen negocio en tierras lejanas.  Empresas, pero no sus trabajadores.  Si las tropas españolas deben permanecer en tierras hostiles es sinónimo de que las empresas se trasladarán al país amigo.  Y los trabajadores, amigos y más baratos, bajo las condiciones de  las  leyes de sus países.  Y así no se crea riqueza social.  Al menos en España.

Y Rajoy habló más.  Pidió comprensión y solidaridad ante un año muy difícil.  No pidió quimeras ni nos las propuso.  Fue sincero.  Ni exageró ni minimizó.  Las cosas están muy difíciles.  Y todos lo sabemos.  No negó ni habló de brotes verdes.  Aunque eso sí, nos puso una fecha en el horizonte.  Como debe ser.  Una fecha a la que todos agarrarnos.  Una señal de fe, de identidad patria.

Julio de 2013, por decir algo. De momento no habrá fin del mundo y posiblemente  empezarán los brotes verdes, amarillos o azules, dependiendo del iris de cada uno, de las simpatías o de las añoranzas de cada cual.  Pero antes de la retreta vendrán los toques de diana y fajina, y las marchas y la instrucción en orden cerrado.  Y en el abierto si es necesario.  Y la revista y paseo.  Y los trabajos cuarteleros.

Y lo peor, la cifra.  Esperaba –que no prometía- no superar la cifra de los seis millones en la cola del paro.  Seis millones quedaban fuera de combate y se sacrificaban por el resto de compañeros españoles y asimilados.  Seis millones y mal repartidos. 

En la mili, estos millones, lo compondrían pelotones  de  torpes y rezagados, de vagos, maleantes y desahuciados de la sociedad.  En la sociedad civil como la nuestra,  médicos, profesores, personal cualificado y quienes aún no han tenido oportunidad de demostrar su valía,  engrosan ya buena parte de la estadística. 

Ello es debido sin duda, a la necesidad de recortar de lo público para beneficiar la mala gestión privada.  Este es  otro de los sacrificios.  Son  las muertes en el campo de batalla, que deja el negocio de la guerra.  Y de la paz.  Empresarios, banqueros y especuladores nos han llevado a esta cruel batalla económica.  Y gobiernos. Muchos gobiernos.  Tanto nacionales como extranjeros. 

Y los militares obedecen.  Sin rechistar, sin cuestionar.  “Aquí la principal hazaña es obedecer…” escribiría Calderón de la Barca.   Pero Calderón no se paró allí, no. Versos antes había escrito también que:
“ Y así, de modestia llenos
a los más viejos verás
tratando de ser lo más
y de aparentar lo menos.”

Y Rajoy dijo que entendía la desesperanza, el escepticismo y la decepción en la sociedad española.  Y es que no puede ser de otra forma.  Máximo cuando los ricos siguen siendo más ricos y los pobres más pobres.  La crisis no nos afecta a todos por igual.  Ni muchos menos.

Y Rajoy habló.  Por fin habló. Poco, pero certero.   Dijo lo que tenía que decir y lo que muchos querían oír.  Necesitábamos oír.  Aunque no lo dijo todo. Ni mucho menos.  Dejó mucho sin contar. Mucho que culpar y mucho que arreglar.  De momento, la nave patria flota, pero no navega.  Conocemos  destino, pero desconocemos rumbo.  Son muchos los que esperan que algún Rodrigo de Triana nos de la voz y saltemos a tierra firme.

Y nos lo merecemos.  Pusimos venda en el 23-F, en el 11-M, en el tema del Sahara, y tantos y tantos avatares en que, callados, hemos dejado la responsabilidad y el trabajo en manos de otros.  Vivimos de renta y pagamos al administrador. 

A Mariano Rajoy le faltó entonar la primera estrofa, con aquello de
Este ejército que ves,
vago al yelo y al calor,
la república mejor
y más política es
del mundo, en que nadie espere
que ser preferido pueda
por la nobleza que  hereda,
sino por la que él adquiere;
porque aquí a la sangre excede
el lugar que uno se hace
y sin mirar cómo nace
se mira cómo procede.

Muchos no lo hubieran entendido.  O no lo hubieran querido entender.

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Feliz año 2013 a todos.  En especial a estos ya casi seis millones de parados.



PUBLICADO EL 2 ENERO 2013, EN EL DIARIO MENORCA.