AYUNTAMIENTO DE MENORCA


Jueves, cinco y tantas  de la tarde.  Un grupo de turistas nacionales, jubilados seguramente, llegan a la plaza Constitución.   Han bajado por Sa Costa de sa Plaça provenientes de la estación de autobuses.  Son los únicos que miran escaparates, entran en algunas tiendas recién quitados  cerrojos, e incluso  alguno ya porta bolsa con nombre propagandístico. 

Dos hombres y una mujer alcanzan la plaza.  Para ellos, a la izquierda aparece el ayuntamiento de Menorca y enfrente  la catedral.  Oyes la conversación y  estás a punto de decirles que ni lo uno ni lo otro.  Pero no te entrometes.  Eres discreto.  ¿Cómo explicar que has escuchado una conversación privada?  La sombra de Método 3 está aún reciente y no quieres que te confundan con algún infiltrado, y menos ahora cuando sale a la luz  que también en Menorca hubo investigados.

La conversación pero, te devuelve a dos escenarios.  En uno retrocedes a las experiencias de la mili.  Voluntaria y en casa, eso sí, pero fue una  primera toma de contacto con gente procedente de fuera de nuestra roqueta.  El otro escenario es de última actualidad –teórica actualidad, claro-.  Y me refiero a una posible reforma de la administración local.  Supresión de ayuntamientos, mancomunar servicios, reducir costes….

La mili te hizo ver lo ignorados que estábamos del resto de España.  Mucha gente aún venía con el mito de La Mola –y eso que hablamos de pocos meses después del primer 23-F-.  Aquellos soldados con quienes coincidías en el Cuartel de Santiago no hacían más que preguntarnos cómo se llegaba a Mahón.  Y es que Mahón, para ellos era La Mola.  Al menos así se lo habían dicho sus padres y sus abuelos.  Lo otro, lo que no era Mahón, era Menorca.

Aquel matrimonio y su adjunto, que aquella tarde se encontraron con el ayuntamiento de Menorca a la izquierda de la plaza de la Constitución,  representaba la generación intermedia entre aquel soldado y su progenitor.   Me imagino los comentarios de vuelta al lugar de origen.  Y no nos favorecen, sin duda.

 Me imagino aquello de que “aterrizaron en el aeropuerto de Menorca – y no en el de Mahón, claro-  tras haber desembolsado gran parte del viaje sólo en el pasaje de avión y los olvidaron en un hotel de playa,  sin apenas comunicaciones.  Que cuando por la tarde llegaron de nuevo  al pueblo de Menorca,  se encontraron con las calles desiertas y los comercios vacíos.  Y no digamos cuando llegaron a Mahón –refiriéndose claro a la visita a La Mola-  se encontraron con cuidadas ruinas azotadas por la tramontana, sin lugares  de ocio ni establecimiento para comprar unas tristes pilas alcalinas para la cámara fotográfica.”  Y faltarán a la verdad, sí, pero será su verdad.

 Su verdad y la de todos quienes les escuchen, porque así funciona el boca a boca.  Y más aún cuando la propaganda no indaga en estas lagunas.  Llegan festividades de patria chica con desembolso de para unos, pocos cientos de miles.  Para otros, demasiados.  Mientras, el resto de la patria grande, sigue sin conocernos.  ¿Será que la geografía de nuestros libros de texto sólo abarca nuestra Comunidad? ¿Tampoco existen ellos para nosotros?.  Sin duda, es un problema de embajadores y de  conocimiento.

Desconocimiento, dirán otros. El segundo escenario, mucho más próximo.  Nos encontramos ante un recorte nada factible.  Un haraquiri a la española.  Eso sí, sin presencia de un  kaishakunin que evite la marcha atrás.   Recortar municipios y con ello, sus representantes, estaba en el prólogo de la novela.  Durante el tiempo de redacción, aquel drama se volvió ensayo y ya al final, en el epílogo, terminó como comedia.

Qué mejor remedio que una buena risa, pensarán algunos.  Faltará la carcajada final, aquella que sentencia que el chiste, la comicidad –y la complicidad- del acto, ha terminado.  De momento, nos faltan aún muchas sentencias que conocer.  Falta el final.  O varios finales. 

De momento, para algunos turistas, Menorca sigue anclada en los años ochenta. Sesenta  más bién.  Cuarenta si cabe.  Y al final, tendrán razón éstos, y no nosotros.  Nuestra economía, ronda ya los años cuarenta.  Nuestro turismo, los cincuenta.  Nosotros…., ya no sabe, ya no contesta.

PUBLICADO EL 27 FEBRERO 2013, EN EL DIARIO MENORCA

NUESTRO FUTURO EN UNA MÁQUINA


Hoy mis recuerdos me devuelven más de dos décadas atrás,  y me llevan a aquellas mañanas domingueras en que las colas en según qué gasolinera colapsaban la circulación.  Eran otros tiempos, si.  Una gasolinera de turno, una ubicación entre calles, mucho dominguero al volante,  y por suerte, mucha paciencia. 

La crispación no existía, o al menos, no se exteriorizaba.  Era señal de que el carácter menorquín aún predominaba.  Pocos años después, aquellos surtidores cambiaron de ubicación y el autoservicio facilitó la rapidez.  Era el progreso que daba otro paso al frente.  Y nos acomodamos a los adelantos.  Los supermercados tampoco se quedaron atrás.  Los códigos de barras hacían las suyas y la rapidez en las cajas se dejaba también notar.  Y los empleos, también.

Y el progreso no se detiene.  Dentro de poco llegará usted al supermercado, irá introduciendo su compra en el carro y en el mismo instante se le irá facturando.  A eso se le llama progreso.  Otros lo llamarán optimizar recursos.  Las estadísticas lo indicarán como un aumento en el número de desempleados.  Para usted será ahorro de tiempo.  Para el empresario, ahorro en personal.  Y algo falla.

Algo no funciona  cuando el progreso va en contra de nosotros mismos.  Veinte años han bastado para echar a tierra todos los avances de una generación.  La herencia que nos dejaron nuestros padres ya no existe.  Ni a favor de inventario ni en contra del mismo.

Y las alarmas empiezan a hacerse oír.  La cosa pública seguía esgrimiendo las tijeras.  Hace unos meses pendían de un hilo cientos de plazas de concejales.  Los nuevos surtidores amenazaban con otra reducción de puestos de trabajo.  La cooperativa hizo valer su condición y frenó el ERE institucional.  Ello ha provocado que las tareas se repartan y no se cese en el cargo.  Eso sí, se intentará frenar las dietas, las comisiones, los asesores  y demás, a fin de costear menos, de ahorrar más.

Ahorrar más, esta es la consigna.  Voces disidentes, realistas, amenazadas más bien, plantean mayores sacrificios.  El Senado, la monarquía, quien sabe cuántas más instituciones podrían verse afectadas en esta época de sacrificios, y aupar entre todos la gran maquinaria que es el Estado.  Pero la maquinara está engrosada.  Son muchos años de bonanza en la que, como cualquier otra empresa familiar, los designios de los abuelos distan mucho de los nietos.   Ya no hay padres de la  Patria, sino nietos de ella.

Benedicto XVI nos ha dejado una herencia en vida.   Se retira por el bien de la Iglesia. En la disputa de intereses, los personales dejan paso al de la  colectividad.  ¿Cuántos seguirán su ejemplo?  Nadie, por supuesto.

Y a esta maquinaria ya no hay   quien  la controle.   O al menos, con la suficiente confianza para depositarle esta condición humana.  Mientras, otros adelantos tecnológicos  se adentran en beneficio nuestro. Son los mecánicos de nuestros cuerpos y los analistas de nuestro ancestro.  Y si ellos pueden,  por qué no los demás?. 
Un dirigente peca de humano.  Con sus defectos y sus aciertos. Con sus pecados y sus ansias.  Una máquina no peca a sabiendas.  No se compromete.  No cambia.  No acierta ni desacierta, sino que sigue un programa, un mecanismo, un engranaje. 

Un juez interpreta, una máquina impone.  Un gobernante decide, una máquina ya lo tiene decidido.

Me imagino un joven innovador, un I+D+I de estos, sin subvención alguna, desarrollando una máquina para que controle, dirija y organice el estado de bienestar de los humanos.  Una especie de dios menor al que rendir cuentas y como no, instruirnos en nuestros quehaceres.  Me imagino el BOE conectado a esta máquina.  Me imagino las ahora ruedas de prensa de cada viernes, transformadas en un pase en pantallas de lo remitido al Boletín del sábado.

Me imagino al juez Castro remitiendo a esta máquina todas las pruebas y declaraciones obrantes del Caso Noos,  para que ésta decida a quien se imputa y a quien se sobresee.  Me imagino,… me imagino muchas cosas futuristas, de novela, de ciencia ficción, si.  Pero la alegría se me trunca.

Me imagino también al programador, el servicio técnico de esta máquina. Sus intereses, sus presiones.  Y la duda se me presenta.

 Y mientras no pueda reproducirse por si misma, prefiero el carácter humano,  que aunque suele errar, de tanto en tanto, deja algún acierto.  Y no es que desconfíe de la máquina, no.  Desconfío del maquinista.

PUBLICADO EL 19 FEBRERO 2013, EN EL DIARIO MENORCA

GENTE INTOXICADA


Esténse ustedes tranquilos que las alarmas no se han disparado.  Ni la comida ni los humos han causado daño alguno.  El título adolece del pasivo, a propósito, claro.  Si hay fuga de lo tóxico, pues muy probablemente habrá intoxicados.  Y lo tóxico, el activo, es el protagonista primario, el del libro vamos.  O del plagio, o al menos, así lo dice el rumor.  Presunto, claro.

Hace ya algún  tiempo que me llegaron noticias de  este libro titulado Gente Tóxica.   Relativamente poco, una conversación trivial me devolvió la curiosidad.  Internet hizo el resto.  Es un libro sencillo, fácil e irrefutable.  ¿Qué más se le puede pedir a quien no hace más que abrirnos los ojos sobre quienes nos rodean?

Y no necesitamos más.  Somos activos y pasivos a la vez.  ¿Quién no ha tratado de manipular acciones u opiniones, evadir fracasos y echar culpas a los demás? ¿Quién no ha padecido envidias ajenas, sufrido malos humores externos y culpas de coincidentes?

 ¿Hace falta un libro para descubrirnos los males inherentes a nuestra condición humana?  Tal vez, el libro nos proporciona un tiempo para el pensamiento.  Un tiempo para el conocimiento del propio animal que llevamos dentro y el de todos quienes nos rodean.

El mete-culpas, el envidioso, el descalificador, el falso, el psicópata, el mediocre, el chismoso y hasta alcanzar el número trece de la numeración, son desnudados en un centenar y medio de páginas. 

En estos trece capítulos uno va adivinando nombres y apellidos, poniendo rostro y como no, rememorando  experiencias y recuerdos tenidos con ellos. Si, porque cada día, se cruzan en su camino no uno, sino varios de estos protagonistas activos del libro.  Y sin necesidad de ir a buscarlos.  Ellos mismos coinciden con usted en la cola de la panadería, en el bar, en el trabajo, incluso en el autobús.

Y no tan sólo con usted.   El vecino del quinto y el tendero de la esquina también van poniendo rostro y demás datos de filiación.  Algunos coinciden, pero otros son anónimos para otros lectores.  Cada cuál conoce a su propia gente tóxica.  Incluso, uno mismo, sin saberlo ni quererlo –o queriendo-   puede estar en esta lista de trece especímenes a evitar.

Pero no intente reconducirlos, no.  Recondúzcase usted mismo.  Ellos no van a cambiar, usted si puede. Auto-valórese, aprenda a decir no, y procúrese lo que usted necesite.  No espere que otro haga su trabajo ni le defienda.  Primero deberá sembrar, luego, procurar que otros no recolecten por usted.

También encontrará ejemplos en la colectividad.  Hace unos años, la epidemia de la gripe provocó una alarma que hizo millonarios a los laboratorios.  Ahora, la epidemia de la gripe de este año, pasa inadvertida y sin negocio alguno.  ¿Qué se estará tramando?

PUBLICADO EL 14 FEBRERO 2013, EN EL DIARIO MENORCA.

¿ME LO DICES O ME LO CUENTAS?


Hace ya años que me choqué con la misma pregunta.  Y desde aquella primera vez fueron más las ocasiones en que la misma volvió a presentárseme.  Siempre me quedé con la incógnita que escondía aquel mensaje, aunque en conjunto encajé la indirecta.  ¿Me lo dices o me lo cuentas?, era la fórmula para dejar de ir con chismorreos y coger al toro por los cuernos, sin duda.  O se denuncia el hecho o se queda uno callado, sencillamente.  Era también esconder la cabeza bajo el ala, para el otro, claro.  Pero así funcionan las cosas.  Un pacto de caballeros o simplemente, un pacto de silencio.

Pero el silencio ya no se encuentra por ningún sitio.  Aquel toque militar después de retreta, lo dejaba claro.  Toque de silencio y a observarlo.  Ahora, ni lo uno ni lo otro.  Ni se calla uno, ni lo observa. 

Cuando las portadas nacionales se han hecho eco de los supuestos sobres en dinero no fiscalizado que se repartían entre algunos pocos, me he acordado de esta frase que hoy titula el escrito.  Me imaginaba a Mariano Rajoy diciéndoles a los periodistas ¿me lo decís  o me lo contáis?.  Sin duda, el presidente, como buen gallego que es, sabrá salirse airoso de los interrogatorios periodísticos.  Pero don Mariano también deberá poner orden entre sus filas.  Y lo tendrá difícil.  Muy difícil.

Es de suponer que las ganas de hacer rodar cabezas no le faltarán.  Pero la inteligencia política y las necesidades del momento, tal vez le obliguen a ser cauto.  Cauto porque uno no debe llegar a saber hasta qué nivel pueden alcanzar los presuntos implicados pasivos de estos sobornos.  Y cuando se tira de la manta, caen todos los que estén sobre ella.  Y los de debajo  se constipan.  Y los de alrededor se airean. 

Otro caso del  que parece que tiran de la manta es el del entramado del duque de Palma o similar.  Digo similar por lo de aquello que según parece el mismo firmó con el do final y no de pecho.  Y por esa primera nota musical al final de ducado, ha perdido una calle en Ciutat.  Una rambla, ni más ni menos.  Y por si acaso, con fianza.  Y ahora le toca el turno de comparecencia al  secretario de las hijas del monarca.  Y el cerco sigue.   O se cierra mejor.

Una fecha  premonitoria.  Al menos para los que ya no se fían de las instituciones ni de los constituyentes, la fecha del veintitrés de febrero nos suena a retintín.  ¿Será el punto y final de toda la presunta trama? ¿Tendrán similitudes los fallos de los casos Armada y el del secretario?

Y uno ya se pregunta cómo, a estas alturas, aún hay quien cree que la monarquía es beneficiosa para el país.  La respuesta nos la dan los mismos políticos con su hacer diario.  ¿Qué garantías hay de que el presidente de una hipotética república no se viera envuelto en casos de corrupción?  Sin duda, la misma que a nuestra monarquía.  Y la solución, fácil.  Con declararlos inviolables y carentes de toda responsabilidad, el tema está solucionado.  Y aunque el hecho hubiera ocurrido antes del nombramiento.  Y sino que se lo pregunten a Sartiau y Solá, que así se le notificó en auto dictado por los juzgados números diecinueve y noventa  de los de Madrid.

Y hay más.  Y ya no importa centrarnos en la monarquía ni en sus acompañantes.  Hay otros acompañantes que también salen beneficiados de sus titulares.  Es el caso de las llamadas primeras damas.  De las ex – primeras damas.  Las consortes, vamos.  Estas señoras que por decisión y gracia de aquel invicto presidente Rodríguez, Zapatero para más señas, y con la firma del monarca a pie de decreto, se aseguran coche oficial de por vida.  Eso sí, viudas.  

Y hay más. Los recortes han pasado factura y los números bajan que es una barbaridad.   Del astronómico número de  los seiscientos y tantos asesores que se decía que tenía Rodríguez,  se ha pasado a una cincuentena menos.  Y es de suponer que más baratos, porque al menos, sesenta y tantos de ellos no tienen ni el graduado escolar.  ¡Para que luego digan que hay que estudiar para ser un hombre de provecho!.

Y todo esto lo digo y lo cuento, tal como a mí me lo han contado.  Y dicho.  Aunque menos he dicho, de todo lo que me han contado.

Y queda mucha cosa aún por contar.  Y mucho más por decir.

Febrero 2013

CAZATALENTOS


Leí hace algunas semanas en la revista dominical que acompaña a nuestro siempre “Menorca”, un reportaje sobre  antiguas y curiosas profesiones que se dieron en la historia.  Algunas de ellas sorprendentes a los ojos de hoy día y otras, con ojo irónico,  como la de aquel encargado de la limpieza de las deposiciones reales, con ciertas similitudes actuales.

Dejemos pero el pasado y volvamos al presente. Si la felicidad  y la riqueza se midieran por la capacidad de uno de no asombrarse ante las noticias que continuamente nos vienen deleitando las personalidades políticas de nuestro país, muy por seguro que España sería un país rico en felicidad. 

Una de las últimas noticias que se ha postulado  en el intento de sorprendernos, ha sido sin duda la de la contratación de una conocida política –uno ya no se fía de añadir el prefijo ex – como “cazatalentos”.  Según definición del diccionario, esta profesional –por llamarla de alguna forma- sería la persona dedicada a buscar individuos idóneos para ser contratados por compañías necesitadas de ellos. 

Ahora bien, tenemos ya al cazador de ellos, pero ¿cual será la presa que podrá colgar de la pared?.  Si recurrimos de nuevo al diccionario, encontraremos que el pasivo de la acción, o sea el portador del talento, deberá tener o bien capacidad de entender, o bien la capacidad para el desempeño  de una ocupación.  Y si además es las dos cosas, pues mejor que mejor.  Pero como en todo, siempre hay una acepción que confirma la regla.

En este caso, la cuarta acepción de nuestro diccionario nos la pone en bandeja.  Y es que el talento es también la “moneda de cuenta de los griegos y de los romanos”. ¿Tendrá algo que ver dicha ocupación  con esta última acepción?.

De todos modos, el personaje se las trae.  Y en parte, son muchos los que le darán la  razón.  Sus declaraciones no pasan nunca desapercibidas.  Ahora, cuando aparece como retirada de la primera línea en la cosa pública, remueve los cimientos en busca del pedigrí intelectual de los políticos.  Hace tiempo, años, décadas incluso, que muchos ciudadanos de a pié, sin necesidad de estudios ni de titulitis aguda,  vienen demandando una cierta categoría formativa en nuestros representantes. Y hasta ahora nadie ha hecho  caso alguno. 

Ahora, es la “cazatalentos” quien demanda cierto nivel formativo en esta casta política, aunque las lagunas siempre estén presentes.  Demanda antigüedad profesional, currículum universitario o emprendedor empresarial.  Los dos primeros pase, pero el tercero no garantiza  -como tampoco los primeros- el éxito público.

Visto el patio, preferiría un cateto honrado y cargado de sensibilidad humana, que un exitoso deshumanizado.  El cateto siempre podrá aprender, y mantendrá como no, la calidad humana que ha ido aprendiendo y forjando durante su trayectoria.  Al exitoso deshumanizado difícilmente se le  logrará humanizar.  También es cierto, que a buenas y primeras, al cateto honrado y sensible no lo vamos a hacer presidente de algo ni asesor de nada.  No sea que  por incauto, el exitoso se aproveche de su buena fe y nos la de salada, por no decir doblada. 

Y aquí es donde  me preocupa el talento y el cazador de ellos.  ¿Qué perfil, pedigrí, carnet o simpatía imperará en la búsqueda de los mismos?  ¿Serán fichajes para empresas de telefonía, entidades bancarias, asesores comerciales o simplemente realities shows de la comunicación e interpretación?.  ¿Llevarán las piezas el marchamo de calidad? ¿Se creará una denominación de origen?.

Muchas preguntas, y por mi parte, poca preparación para contestarlas.  Me falta mucho por aprender.  De momento, sigo cateto. 

Y es que uno nunca llegará  a hipotenusa, aunque bien pensado,  la “esperanza” es lo último que se pierde.

PUBLICADO EL 1 FEBRERO 2013, EN EL DIARIO MENORCA.