BALL DES CÒSSIL


El pasado sábado por la mañana,  mientras esperaba para presenciar la recreación histórica de la devolución de Menorca para España, enmarcado dentro del programa de la Feria Británica -que con tan buen criterio ha organizado el Ayuntamiento de Mahón-, salió a la palestra el tema del “ball des còssil” menorquín, o simplemente “ball de Escocia” de los lletraferits.

Ni que decir que a una mente perversa como la mía, sólo le faltaba aquella provocación para entablar diálogo.  Y preparar escrito.  No por el tema del còssil, sino más bien por lo de Escocia y su recién practicado referéndum.  Sin duda, el tema catalán no se puede comparar con el escocés, como tampoco España  se puede comparar con el resto del Reino Unido.  Son otros genes, dirán.

Otra civilización.  Otra educación, más bien.  Y en este caso, ni con TIL ni sin TIL tenemos arreglo.  Días atrás, veíamos por televisión una imagen de dos carteles electorales, uno frente al otro, compartiendo espacio.  El uno pidiendo el voto afirmativo y el otro, el negativo.  Y tras cada cartel, sus defensores.  Defensas, que no atacantes.

Mientras en Cataluña ya se habla de desobediencia civil, en Escocia ya aceptan que toda una generación queda vacunada contra el separatismo.  En España, y Mas en Cataluña, muy por seguro que ya harían como en Sant Joan, que a la mañana siguiente ya empiezan su cuenta atrás.

Y el caso escocés tiene su anécdota, su gracia más bien.  Y no de su Graciosa majestad, precisamente.  Fue una catalana afincada en aquellas tierras.  La susodicha fue entrevistada –así me lo contaron, así lo cuento- por sus preferencias a la hora de depositar su voto.  La catalana, sensata ella, reflexionó su voto.  Votaría por el no a la independencia escocesa, porque trabajaba en el mundo de las finanzas y no le convenía que Escocia quedara aislada del resto de Europa.

Preguntada –tiene guisa el asunto- por su intención de voto si pudiera votar en Cataluña, respondió que el tema catalán era muy distinto, y que tenía claro que en Cataluña votaría por la independencia. 

Y claro, ella no vive ni convive  en Cataluña.  Su corazón y su mente no se hablan.  Al menos, piensa en escocés y ama en catalán.

¡Faltaría más! De momento lo único que nos une  con Reino Unido es que algunos telespectadores son también forofos de la televisión basura y de su estrella Gran Hermano (Big Brother inglés).  Por lo demás, “God sabe the King” para los británicos.   And the Queen” que diríamos en España.  Y “And the money” en Cataluña.

PUBLICADO EL 25 DE SEPTIEMBRE DE 2014, EN EL DIARIO MENORCA.

TERRITORIO Y NACIÓN

O al revés, nación y territorio.  Y es que de momento –todo llegará- no se concibe una nación sin un territorio.  Llegará el momento que crearemos virtualmente naciones y territorios donde ubicar parte de nuestras vidas.  La nube deja ancladas muchas de nuestras historias, los paraísos fiscales algunas de las fortunas y de momento poco más. 
Cataluña viaja en un tren sin freno y cuesta abajo.  Madrid espera al estilo gallego.  Uno ya no sabe si a última hora el tren se detendrá, si subirá alguna cuesta y aminorará la velocidad, si los frenos funcionarán a último momento, o si la onda expansiva nos salpicará a todos o sólo a unos cuantos.  La solución, más adelante.
Lo cierto es que nadie cree que el Gobierno central envíe tropas para persuadir a los catalanes o a unos millones de ellos.  En cambio, somos muchos los que creemos que culpa estos catalanes perderemos todos.   Si se independizan, porque España volverá a tiempos de la 1ª República con gobiernos cantonales por diestro y siniestro –incluso Cartagena quiso ingresar como un estado más de los EEUU-.  Si no se independizan,  porque el coste será muy caro e insolidario hacia el resto de España. Pero hay más.
Según los catalanes, España no tiene porqué decidir por ellos.  Y entonces, la pregunta del millón, ¿qué territorio abarcaría esta nueva nación? ¿Las cuatro provincias catalanas o simplemente las que voten mayoritariamente a favor de la independencia, siempre que se llegara a votar? ¿Si, por ejemplo, Tarragona no estuviera por la independencia, la democracia de Mas y sus correligionarios, obligaría a Tarragona a permanecer en esta nueva nación?
¿Y qué pasaría con los territorios insulares a los que ellos llaman “nostres illes”? ¿Quedaríamos anexionadas a Cataluña y a los negocios de estos mandatarios, por decreto soberanista de doscientos participantes en la V? ¿Volveríamos a ser moneda de cambio?
¿Volverá Utrera independizarse de Sevilla, Coria de Badajoz y Betanzos de La Coruña?  La historia es una asignatura demasiado olvidada, seccionada y manipulada en el sistema educativo así como en la sociedad.  Pocos serán quienes recurran a lo ocurrido en aquella primera intentona de república española.  Otros muchos, quieren negar y olvidar las atrocidades y arbitrariedades efectuadas por los gobiernos de la 2ª república. 
¿De verdad queremos tentar una tercera república impulsada por cuatro terratenientes y banqueros catalanes?

Tal vez, deberíamos ser  los españoles quienes votáramos para echarlos a ellos. 

PUBLICADO EL 18 DE SEPTIEMBRE 2014, EN EL DIARIO MENORCA. 

REFLEXIONES EN VOZ ALTA

Una vez  finalizadas las fiestas patronales de los pueblos de Menorca, es un buen momento para relajar el cuerpo y dejar que la mente fluya por sí sola.  Se ha hablado mucho de los efectos de las aglomeraciones, de los abusos y como no, del alcohol. Y de las responsabilidades.
Vivimos en una sociedad en la que el ciudadano está a la que salta.  Da la sensación de que antes que eludir el siniestro, estemos buscando un responsable de ello. 
Voy a pasar de puntillas sobre las responsabilidades, y me voy a centrar en el alcohol.  En el alcohol de las fiestas, claro.  Parece como si la gente no sepa hacer fiesta si no bebe.  Más aún, si no se emborracha.  Gente joven, y no tan joven. 
Si hace años hablaba de la trilogía de unas fiestas por aquello de la triple C (caballos, coca  y chocolate –todo ello en el buen sentido de la palabra-), este año la titularía la triple B, por aquello de barras, bebidas y borrachos.
Algunos me rectificarán negándome los borrachos y sustituyéndomelos por alegres participantes, pero lo cierto es que a día de hoy, parece no concebirse una fiesta patronal sin una barra que de cobijo a una  multitud deseosa de gastarse parte de un sueldo o subsidio, del que nos quejaremos a mitad de mes.
La proliferación de barras en las fiestas patronales va aparejada al aumento de plazas en los transportes públicos a fin de facilitar la ida, y más aún, la vuelta, de estos expedicionarios.  Y de los decibelios que nos bombardean los oídos.
En cambio, este desenfreno que se percibe en los momentos álgidos de los actos festivos, no existen  en las fiestas de  las urbanizaciones costeras, y como no, en las recuperadas cenas y comidas de vecinos.  En éstas, el ambiente  más familiar y con nula presencia externa, hace que se desarrollen más en sintonía con el sentir propio de lo menorquín.
¿Será  la falta de aglomeración el causante de que no se produzcan incidencias en estas últimas? ¿O la más fácil identificación y la vergüenza recaída sobre el causante? ¿O simplemente porque el negocio de las bebidas recae sobre la organización y no sobre un negocio de bebidas?
Nadie de momento es capaz de hablar de otro culpable indirecto, por llamarlo de algún modo.  Nadie es capaz de culpar subsidiariamente de algunos excesos al negocio de las barras, que como apéndice de los bares, no hacen más que ampliar negocio con el mínimo coste.
Tal vez, algún lobby está detrás de todo, incluso idolatrando al borracho.
Y luego dirán que estamos en crisis.  

De valores, tal vez.

PUBLICADO EL 11 SEPTIEMBRE 2014, EN EL DIARIO MENORCA.

TENER O ESTAR DE VACACIONES

Tener o estar de vacaciones no es lo mismo.  Tener es poseer y  estar es disfrutar.  Diríamos que todos los trabajadores, por aquello del imperativo legal, tenemos vacaciones.  Disfrutarlas ya es cosa distinta.
Dicen muchos que para disfrutarlas, uno tiene que irse de la isla.  Mientras, son legión los que vienen a disfrutarlas en nuestra roqueta. ¿Acaso uno no es profeta en su tierra?  Pues sí, y no es necesario cargar los bártulos, sombrillas y factores 50 de protección, subirse a los siempre caros transportes y salir de la ratonera.  Bastará sólo desconectar.
Tener vacaciones es aprovechar el tiempo que restas al trabajo asalariado y recuperar todo aquello que durante el resto del año se va acumulando. Pintar alguna habitación, arreglar aquel artilugio antiguo que quedó pendiente de restauración, Ir sin prisas al supermercado para reponer las existencias de bebida y comida, y como no, reemplazar a los profesores en la guarda de los niños.
Estar de vacaciones es olvidarte de todo lo cotidiano. Alejarte de los supermercados y comercios locales y aventurarte en caminos y  calas. Relacionarte con nuevas gentes y como no, esconder el reloj y el mando de la televisión.  Y mejor aún -aunque más difícil-, si el escondite es compartido con el teléfono móvil e Internet.
Hacía más de una década que no estaba, disfrutaba, de unas vacaciones.  Han sido pocos, pero gratificantes los días en el que el reloj dejó de funcionar y la aventura se planificaba sobre la marcha.  Han sido unos días en que te has investido del traje turístico y te has puesto en la piel de éstos.
Has constatado que el boca a boca funciona y que Menorca tiene vida propia en el exterior. Y sin duda, quien la llega a conocer, repite.  Pero también captas que tiene un elevado coste. Un coste abusivo.
Y lo peor, la falta de comunicación, la falta de interés, la falta de servicio en algún que otro trabajador.  Es como si cuando el cupo estuviera cubierto, ya no hay que mimar la venta del producto.
Reconoces que desde siempre te has posicionado a favor del todo incluido. Pero ahora, en la fase práctica de la exposición, has colisionado con ella. Es excluyente, y más si eres menorquín.  Y eso, duele. Te posicionan como si sólo fueras un elemento para el invierno.  Y de no ser menorquín, como si no tuvieras que volver a desear este mismo producto en otro momento.
Recuerdas al profesor Doménech Biosca y echas en falta alguna charla o alguna selección de personal.

Es sin duda cuestión de oferta y de demanda.

PUBLICADO EL 4 SEPTIEMBRE 2014, EN EL DIARIO MENORCA.