Terminaba
el escrito de la semana pasada preguntando si había inocentes condenados y si
culpables absueltos. La respuesta es
clara, de haberlos, haylos. Y añadía que
sin duda los primeros son los menos, y los segundos, los más. Vamos, como en política, en que las minorías
quedan marginadas. Y acalladas.
Estadística
y verdad, aquí quedan desvirtuadas. Las
estadísticas no pueden realizarse porque ello implicaría que sólo pudieran
conocer los datos reales quienes intervienen bien como actor o como víctima. El resto, en los casos de sentencias de
conformidad, de conocerlo, sería prevaricar, sin duda. Y la verdad, ¿qué verdad? La verdad jurídica no tiene porqué coincidir
con la verdad material, la que realmente ocurrió. Y aquí otro dilema, para otro día.
¿Qué ocurre
con este mínimo tanto por ciento en la que la verdad jurídica no coincide con
la verdad material? ¿Qué ocurre cuando la conformidad a la que se llegó antes
de un juicio viene “forzada” por el miedo a que la interpretación de los hechos
por parte de un juez no coincida con lo que realmente ocurrió?
¿Puede
ocurrir que algún inocente acepte una condena de culpabilidad por miedo y por
el mero hecho de así evitar entrar en la cárcel, por si el “fallo” judicial lo
condenara a prisión? Y sin duda, algún caso habrá. Estadísticamente minoritarios, claro
está. Y sólo ellos y su familia lo
conocerán.
¿Y qué
puede conllevar ello? Una carrera larga
y psicológicamente dura. Años y años de
instrucción, miles y miles de euros entre abogados, indemnizaciones, multas y
demás. Antecedentes penales que te
marcan de por vida, una barrera para el acceso a según que trabajos y, por si
fuera poco, una mancha social que te señalará de por vida. Y todo ello, por un dudoso y mal
funcionamiento del sistema.
Presuntamente, eso sí.
Y sin
derecho a reclamar, porque eso sí, hay aceptación de la culpa. ¿Qué mejor verdad que una “libre”
confesión? Verdad jurídica, claro está. Que la material es otra cosa.
Con mejores
y más medios humanos y materiales y una mayor profesionalidad, sin duda se
lograría que esta mínima estadística fantasma, se viera invertida, con más
culpables condenados y más inocentes absueltos.
O lo que es
lo mismo, igualar o equiparar la verdad jurídica a la verdad material. Y no basta la dedicación de jueces y
fiscales, no. La policía judicial, los
abogados, las leyes, todos tendrían que remar al mismo tiempo. Y en la misma dirección.
Y mientras,
algunas familias quedarán marcadas de por vida.
PUBLICADO EL 25 DE ABRIL DE 2024, EN EL DIARIO MENORCA.