Es ahora, cuando la fiesta del consumo ha dado paso a la fiesta del consumismo, momento propicio para plantear juicio a tanto ceremonial al que nos vemos involucrados año tras año y del que adictos, somos incapaces de escapar de las redes que nosotros mismos tejemos con ilusiones y sobreesfuerzos.
Ilusiones por cuanto mantenemos una tradición de origen religioso y que en su día, cuando eran tiempos de bonanza disfrazamos al más puro estilo pagano. Sobreesfuerzos por cuanto ahora, cuando la balanza de pagos alcanza la cota más alta y la de cobros la más precaria de todas las habidas, nos resistimos, haciendo honor al más puro estilo de Rodríguez, Zapatero para más señas, a aceptar la realidad de nuestra economía doméstica. Extinta economía doméstica.
Y los Reyes –los Magos- no tienen culpa alguna. Son –han sido y seguirán siendo- el instrumento para el engorde de unos pocos. Pero los habrá prácticos. E inteligentes.
Son fechas en que la censura se impone en muchas casas. Al menos, cuando aquellos inocentes habitantes empiezan con sus típicas dudas que hacen aflorar las más dispares respuestas de sus progenitores. …Que si los de la televisión no son los mismos que en la ciudad de referencia, que si Melchor tienen cara de mujer, que si Baltasar parece que destiñe, y tantas otras ocurrencias, que añadidas a las que provoca el Papa Noel con tanto imitador suelto por calles y centros comerciales a precio de saldo, se plantea a uno la posibilidad de soltar lastre y declarar la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. Pero no, el sentido patrio-paternal impide echar por la borda aquellos siete, ocho o nueve años felizmente salvaguardados de toda vorágine societal.
En uno de los espacios televisivos que se emitieron por IB3 por la festividad de los Reyes, unos inocentes comentarios efectuados ante las cámaras por parte de unos niños entrevistados, demostraron que tras unos Reyes prácticos siempre hay unos padres inteligentes. En un par de casos, las respuestas coincidieron: los Reyes Magos les habían dejado dinero para que compraran sus regalos, dado que éstos habían terminado el stock del regalo solicitado.
Y su compra…. ¡en las rebajas!. Al menos, el consumo, el consumismo de una sociedad enfermiza, ahorraba. O no gastaba tanto. O mejor aún, reducía déficit. Y si a esta reducción añadimos la aportación-sustracción de la figura del Papá Noel, más aún. Pero ellos, tanto Noeles como reyes, no son los culpables. Y además gozan de inmunidad….-algunos, claro-, porque otros han tenido que esperar al fallo de un juez de Huelva.
Ocurría a principios de diciembre pasado cuando los medios se hacían eco de una sentencia de un juzgado de Huelva emitida en el mes de junio pasado. En ella se juzgaban unos hechos acaecidos en la Cabalgata de Reyes cuando la masa de un caramelo lanzado por el Rey Baltasar a una velocidad indeterminada, colisionó contra el físico de una ciudadana que presenciaba la misma, causándole una contusión ocular. Del hecho en si, se instruyeron diligencias previa denuncia por parte de la afectada, por presuntas lesiones causadas en dicho lanzamiento, las que posteriormente fueron archivadas y argumentadas por una serie de defectos de forma como puede se la imputación al Rey Baltasar y no a su representante reconocido, así como la abstención que debería demostrar el instructor del caso al concurrir circunstancia de recusación y de abstención, dada la amistad existente entre ambos desde que el instructor de la misma tenía uso de razón.
No obstante ello, en dicho fallo también se argumenta otras razones jurídicas, como podría ser la nacionalidad del mismo, sus tratados internacionales y un sinfín de trabas jurídicas que harían cierto aquel dicho de que “la justicia no es igual para todos”, o al revés. O todo lo contrario.
Pero la parte seria, también existe. Existe al entender el fallo judicial que la participación en determinados acontecimientos colectivos supone el consentimiento o la aceptación de los riesgos, mayores o menores, que esa participación conlleva.
Sobreseído el caso, la duda se vuelve al espectador. ¿Conlleva intrínseca la aceptación de los riesgos del gasto económico participar en la ilusión de la festividad de los Reyes Magos o puede escaquearse uno de tanto consumismo societal?
Algunos padres empiezan a fallar en que sí es posible evadir dicha presión, aunque se les acuse de poco solidarios.
Ilusiones por cuanto mantenemos una tradición de origen religioso y que en su día, cuando eran tiempos de bonanza disfrazamos al más puro estilo pagano. Sobreesfuerzos por cuanto ahora, cuando la balanza de pagos alcanza la cota más alta y la de cobros la más precaria de todas las habidas, nos resistimos, haciendo honor al más puro estilo de Rodríguez, Zapatero para más señas, a aceptar la realidad de nuestra economía doméstica. Extinta economía doméstica.
Y los Reyes –los Magos- no tienen culpa alguna. Son –han sido y seguirán siendo- el instrumento para el engorde de unos pocos. Pero los habrá prácticos. E inteligentes.
Son fechas en que la censura se impone en muchas casas. Al menos, cuando aquellos inocentes habitantes empiezan con sus típicas dudas que hacen aflorar las más dispares respuestas de sus progenitores. …Que si los de la televisión no son los mismos que en la ciudad de referencia, que si Melchor tienen cara de mujer, que si Baltasar parece que destiñe, y tantas otras ocurrencias, que añadidas a las que provoca el Papa Noel con tanto imitador suelto por calles y centros comerciales a precio de saldo, se plantea a uno la posibilidad de soltar lastre y declarar la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. Pero no, el sentido patrio-paternal impide echar por la borda aquellos siete, ocho o nueve años felizmente salvaguardados de toda vorágine societal.
En uno de los espacios televisivos que se emitieron por IB3 por la festividad de los Reyes, unos inocentes comentarios efectuados ante las cámaras por parte de unos niños entrevistados, demostraron que tras unos Reyes prácticos siempre hay unos padres inteligentes. En un par de casos, las respuestas coincidieron: los Reyes Magos les habían dejado dinero para que compraran sus regalos, dado que éstos habían terminado el stock del regalo solicitado.
Y su compra…. ¡en las rebajas!. Al menos, el consumo, el consumismo de una sociedad enfermiza, ahorraba. O no gastaba tanto. O mejor aún, reducía déficit. Y si a esta reducción añadimos la aportación-sustracción de la figura del Papá Noel, más aún. Pero ellos, tanto Noeles como reyes, no son los culpables. Y además gozan de inmunidad….-algunos, claro-, porque otros han tenido que esperar al fallo de un juez de Huelva.
Ocurría a principios de diciembre pasado cuando los medios se hacían eco de una sentencia de un juzgado de Huelva emitida en el mes de junio pasado. En ella se juzgaban unos hechos acaecidos en la Cabalgata de Reyes cuando la masa de un caramelo lanzado por el Rey Baltasar a una velocidad indeterminada, colisionó contra el físico de una ciudadana que presenciaba la misma, causándole una contusión ocular. Del hecho en si, se instruyeron diligencias previa denuncia por parte de la afectada, por presuntas lesiones causadas en dicho lanzamiento, las que posteriormente fueron archivadas y argumentadas por una serie de defectos de forma como puede se la imputación al Rey Baltasar y no a su representante reconocido, así como la abstención que debería demostrar el instructor del caso al concurrir circunstancia de recusación y de abstención, dada la amistad existente entre ambos desde que el instructor de la misma tenía uso de razón.
No obstante ello, en dicho fallo también se argumenta otras razones jurídicas, como podría ser la nacionalidad del mismo, sus tratados internacionales y un sinfín de trabas jurídicas que harían cierto aquel dicho de que “la justicia no es igual para todos”, o al revés. O todo lo contrario.
Pero la parte seria, también existe. Existe al entender el fallo judicial que la participación en determinados acontecimientos colectivos supone el consentimiento o la aceptación de los riesgos, mayores o menores, que esa participación conlleva.
Sobreseído el caso, la duda se vuelve al espectador. ¿Conlleva intrínseca la aceptación de los riesgos del gasto económico participar en la ilusión de la festividad de los Reyes Magos o puede escaquearse uno de tanto consumismo societal?
Algunos padres empiezan a fallar en que sí es posible evadir dicha presión, aunque se les acuse de poco solidarios.
PUBLICADO EL 14 ENERO 2012 EN EL DIARIO MENORCA.