“Reunión de pastores, oveja muerta” dice el refrán. Y lo notamos cada vez que nuestros “pastores” se reúnen para ordenar nuestras vidas. No nos matan, pero diseñan nuestras apetencias, nuestros intereses y nuestros deseos. Y la libertad, donde existe, es ficticia. Es una libertad reglamentada. Regida por cánones. Transferida y controlada. Diferida. Lo bueno de uno puede no serlo para otro. O al revés.
Las dictaduras son malas, por lógica
definición. Lo son hasta que el marido
de la Begoña les rinde pleitesía, bien se llame Mohamed o Xi Jinping pongamos
por caso, y es que el tiempo nos enseña que todo es relativo. Lo malo de uno, puede no serlo para el
otro. O al revés. Y lo que importa son los resultados, no los
medios. Pero ¿qué resultados? ¿qué
medios? ¿El fin justifica los medios? Ya
lo dijo, según una leyenda urbana, Marx: “Éstos son mis principios, y si no
le gustan, tengo otros”. Groucho, claro.
Puestos a filosofar, diría que los
partidos políticos son auténticas religiones.
Y sus fanáticos, auténtico rebaño.
O al revés, que las religiones son como los partidos políticos. ¿Y su
rebaño…? ¿Pero qué ocurre con los
disidentes?
¿Acaso todos los votantes del PSOE
son devotos del marido de la Begoña? Alguno habrá que, de tapadillo, comería carne
de empanada si se la pusieran delante en un viernes de cuaresma. Y sin tener bula. Ni bula ni bulo. Vamos, que las Diez plagas de Egipto han
empequeñecido tras los supuestos affaires del parador de Teruel o el Hat
Bar de Palma en plena pandemia. Y es que la autoridad, impone.
Otro pastor, Jorge Mario Bergoglio o
Francisco I para los católicos, también tiene su autoridad sobre sus fieles.
¿Fieles, fanáticos, devotos…? ¿Y sobre
su disidencia? ¿Puede haber socialistas que no sean sanchistas? ¿Puede haber
católicos que no crean en la autoridad de este Papa? ¿Acaso ha sido elegido
entre su rebaño?
Llegamos al final de la columna de
hoy. Es Jueves Santo. Conmemoramos la
Institución de la Eucaristía en la celebración de los Santos Oficios. Más
tarde, en la denominada hora santa, rememoramos la agonía y oración de Jesús. Al César lo que es del César y a Dios lo que
es de Dios. La Iglesia ha cambiado. La sociedad ha cambiado. Demasiado postureo, demasiada
imposición. Demasiado lujo. Demasiado
control férreo.
Volvemos al principio. Diseñan
nuestras apetencias, nuestros intereses y nuestros deseos. Y la
libertad, donde existe, es ficticia. Es una libertad reglamentada. Regida por
cánones. Transferida y controlada. Diferida.
Lo bueno de uno puede no serlo para otro. O al revés. O, todo lo contrario.
PUBLICADO EL 17 DE ABRIL DE 2025, EN EL DIARIO MENORCA.