La estrategia es ganar el relato,
aunque los argumentos brillen, ya no por su ausencia, sino por sus
manipulaciones. Achacan a Göbbels,
responsable de la propaganda del régimen nazi, la frase de que “una mentira
repetida mil veces se convierte en una verdad”. Y sin duda, el tipejo sigue
teniendo adeptos, al menos en el manejo de la estrategia de la manipulación.
Y para desmontar estas endebles
manipulaciones no se necesita mucho intelecto, sólo usando el más barato y menos
utilizado de los sentidos, sería suficiente: el sentido común. Pongamos como ejemplo
a la ciudad más poblada de EE. UU., oficialmente denominada City of New
York. Si redactamos un escrito en
castellano, la nombraremos Nueva York, o la ciudad de Nueva York. Si en cambio lo hacen en catalán sin duda la
escribirán como Nova York. Hasta aquí
todo correcto y normal, ¿no?
Pues para algunos lo que es evidente
para Nueva York, no lo es para Mahón. Si
el nombre oficial de Mahón ahora es Maó, pues muy bien, aceptamos pulpo.
Faltaría más. Las leyes son para
cumplirse. Y así lo pienso, aunque algunos fanatismos se escuden en que la
desobediencia civil es necesaria para el avance de la sociedad. Pero el mismo argumento que utiliza quien
escribe Nova York en catalán, debería servirle para cuando escribe el nombre de
la ciudad del levante menorquín en castellano. O al menos respetar a quien así
lo haga. Pero no, el respeto no es mutuo.
¿Por qué en catalán se dice Bilbao y no Bilbo?
Otro relato que se quiere ganar es el
de las fiestas de Nuestra Señora de Gracia, de la Virgen de Gracia o de la Mare
de Déu de Gràcia. La excusa del momento
fue que los mahoneses cuando se referían a la ermita mencionaban que iban a
“Gracia” y como ejemplo pusieron el Cos de Gracia.
Menos mal que al gurú de turno no se
le ocurrió acercarse un poco más a la ermita y copiar el ejemplo del camino del
Cementerio, o simplemente del lugar, el Cementerio. En vez de celebrar las fiestas de Gracia
celebraríamos sin duda las “fiestas del Cementerio”. Por suerte el asesor de turno no se pasó de
frenada.
Puedo entender el repelús que tenía y
sigue teniendo cierto sector político a todo lo que haga referencia a la
religión católica. Puedo entender la
aconfesionalidad del Estado. Pero ¿por
qué no se atrevieron a llamar a las fiestas de la ciudad, simple y llanamente, como
fiestas de Mahón o fiesta mayor? ¿O es que sabían que el relato lo tenían
perdido y buscaron una forma desaguisada de contentar y engañar al unísono a
creyentes y no creyentes, y de paso a los catalanistas?
¡Sería ya GRACIoso cantar el “Es Maó” en catalán!
PUBLICADO EL 18 DE SEPTIEMBRE DE 2025, EN EL DIARIO MENORCA.