La cosa le gustó. El guiño que se le hizo por parte de la ejecutiva saliente no le disgustó del todo. No en vano, sus ideales no se distancian en lo más mínimo de los que puedan tener los militantes de base. Otra cosa sería la que pudieran tener estas “camarillas” y estos nuevos elementos salidos y desaparecidos al mismo tiempo. Federico es de los de siempre, de los del pueblo llano, y sobre todo, de los que hablan menorquín, de los que en casa siempre han hablado menorquín, y por supuesto, seguirán hablando en el dialecto que para él y los suyos siempre ha sido.
La lengua es para quien vive de ella. Para los lingüistas y para los peloteros. Él vive en Menorca y no en Laponia, y esto lo ha tenido siempre muy claro. Tan claro como que cuando por parte de la ejecutiva saliente se le invitó al acto del clausura del congreso en Es Mercadal no lo dudó un instante. Y máxime con los últimos acontecimientos del Ponent menorquín.
Y lo de Ponent era de esperar. Una vez ya fue criticado por cuestionar los pactos de infarto. Era un pacto a voces anunciado de muerte. No podía ser de otra forma. Por que de eso mismo, de formas, carecía. Y en política debería haber adversarios, no enemigos. Y en Ponent, aparecían enemigos por todas partes. Adversarios, pocos o ninguno. Y cuando la política abandona el bien general y se dedica al bien particular, mal vamos. Mal vamos, y mal les ha ido.
Federico sondeaba las posibilidades. No las suyas, sino las de ellos. La del dúo ampliado en según que momentos a trío, y la de los de siempre. Y él siempre con los de siempre. Conocía demasiado bien a los del trío y no quería ni cante ni baile con ellos. Poco a poco fue dándose cuenta de que todo aquel entramado mediático creado era un castillo de naipes. Habían querido forzar una corriente que sólo existía en unos pocos. Y allí se quedaron, inmóviles, solos y abandonados. ¿Qué se esperaban?.
¿Acaso pretendían que sin formas, sin el más mínimo esmero en cuanto a salvar las apariencias, sin mimar al adversario, se les diera rienda suelta?. ¿Acaso esperaban negociar un puesto relevante con la amenaza de movilizar todo un ejército que al final ni era ejército ni existía?
Éstas no son formas y así se ha demostrado. La lealtad es un bien protegido. La lealtad es una recompensa del buen hacer, cuando no, de unas maneras decentes de actuar. Y esta lealtad se da en el día a día, en el trabajo, e incluso se debería dar en la política. ¿Qué lealtad se merece quien, a las primeras de cambio clava el cuchillo a quien le ha dado de comer? ¿Qué perspectivas de futuro emana quien desconoce este término?.
Y Federico allí estaba. En un segundo plano, como suele estar él. Aplaudiendo y escuchando. Sin exaltarse, sin exclamarse, pero presente. Y había muchos más, muchos más implicados, de los de verdad, de los que cambiaron playa, siesta y aire acondicionado, por el ajetreo de pasar calor y sobre todo, bochorno.
Y el bochorno no apareció. Se esfumó como si las cuentas ya las tuvieran hechas desde el principio. No en vano, aquel castillo de naipes tenía copyright. Y aquella firma, de las que se dirían digital, ya conocía resultado. Nada consiguieron con tanta comparecencia y tanto NODO. Nada consiguieron con tanta rueda de prensa al estilo americano. Menorca sigue siendo diferente y sobre todo, los menorquines.
Y ni la culpa fue de Ciutadella, ni la victoria de Maó. Y la culpa tampoco fue agosto ni tan siguiera Brondo ni Triay. La culpa fue sencillamente haber perdido las elecciones. Aquellas que en su día se intenta justificar y perdonar. Pero ni se justifican ni se perdonan. Están allí, en hemeroteca, en la memoria y en el quehacer diario. Y éstas se perdieron sencillamente por hacer mal las cosas. Con y por intereses, fueran los que fueren. Y por querer aguantar una gobernabilidad contra natura. Y por supuesto, por las minorías.
Ahora ha tocado Ciutadella, pero podría haber tocado desde el Govern mismo, hasta los Consells. Y es que la bisagra, la balanza cuando tiene poco lastre, asusta. Y cuando este lastre no va acompañada de buena salud, más que más. El infarto era predecible, cuestionable también, pero hecho realidad ya. Provocado tal vez por unos, toalla lanzada por otros. Por ambos, o por ninguno. Es una toalla pero, colectiva. Que nos afecta a muchos. ¿Chantaje, coacción o simplemente intereses? Vaya usted a saber. Pero el resultado es el mismo. Cambio de tercio, de personas y de actitudes. Las manos se flotan, no hay jabón, ni agua ni toalla con la que secarse uno. Da igual, el inodoro impoluto, la cisterna vaciada y sobre todo, la luz apagada. Esto es lo único que importa. El resultado colectivo, el del público colectivo, es el adecuado. Poco o nada importarán las formas, los hechos y los caminos.
Serán semanas que traerán noticia por muy agosto que estemos. Semana que con o sin balón de oxigeno, alguien deberá mover pieza. Desatar nudos antiguos y adentrarse en la modernidad.
Y esto ha ocurrido en el congreso. Modernidad por la entrada de las juventudes en los puestos de salida, experiencia por la de quienes siempre han trabajado codo con codo, e ilusión para quienes el desgaste aún no ha tenido mella.
Y unas salidas que nunca llegaron a entrar. La función mediática de los últimos meses, la estrategia escolar y las malas y desafortunadas intervenciones hicieron el resto. Las puertas a dentro suelen ser las mejores recomendaciones para estos casos. Airear las corrientes, los olores internos, sólo produce lo ocurrido: un cierre de filas y un apoyo unánime a la lealtad. Y allí, leales todos, se emprende una nueva singladura. Un nuevo capitán, un nuevo sobrecargo y si se quiere un nuevo grumete. Pero aquel barco, aquella nave, tiene, lleva, se le conoce con el mismo nombre, su misma actividad y sobre todo, su mismo armador.
El nombre, el armador y el cliente. Una lealtad, un destino. Las demás aventuras, son sólo esto, aventuras. Y en la mar, las aventuras son peligrosas. Sobre todo con marineros inexpertos, sin rol y sin madera de lobo marino. No basta haber navegado en un yate, no. Es necesario saber donde está babor, y sobre todo, aquel dicho de nadar y guardar la ropa. Unos, con las ansias de nadar, perdieron la ropa. Y así, desnudos ante el espectador, quedaron en tierra, sin barco ni flota que los transporte.
Pronto aparecerán facciones. Barcos sin roles y sin nombres, en busca de aquel centro excusado de proyectos y que sólo hace denotar los intereses y ambiciones no conseguidas. El 2011 sigue estando lejos para algunos, más distantes para otros.
La lengua es para quien vive de ella. Para los lingüistas y para los peloteros. Él vive en Menorca y no en Laponia, y esto lo ha tenido siempre muy claro. Tan claro como que cuando por parte de la ejecutiva saliente se le invitó al acto del clausura del congreso en Es Mercadal no lo dudó un instante. Y máxime con los últimos acontecimientos del Ponent menorquín.
Y lo de Ponent era de esperar. Una vez ya fue criticado por cuestionar los pactos de infarto. Era un pacto a voces anunciado de muerte. No podía ser de otra forma. Por que de eso mismo, de formas, carecía. Y en política debería haber adversarios, no enemigos. Y en Ponent, aparecían enemigos por todas partes. Adversarios, pocos o ninguno. Y cuando la política abandona el bien general y se dedica al bien particular, mal vamos. Mal vamos, y mal les ha ido.
Federico sondeaba las posibilidades. No las suyas, sino las de ellos. La del dúo ampliado en según que momentos a trío, y la de los de siempre. Y él siempre con los de siempre. Conocía demasiado bien a los del trío y no quería ni cante ni baile con ellos. Poco a poco fue dándose cuenta de que todo aquel entramado mediático creado era un castillo de naipes. Habían querido forzar una corriente que sólo existía en unos pocos. Y allí se quedaron, inmóviles, solos y abandonados. ¿Qué se esperaban?.
¿Acaso pretendían que sin formas, sin el más mínimo esmero en cuanto a salvar las apariencias, sin mimar al adversario, se les diera rienda suelta?. ¿Acaso esperaban negociar un puesto relevante con la amenaza de movilizar todo un ejército que al final ni era ejército ni existía?
Éstas no son formas y así se ha demostrado. La lealtad es un bien protegido. La lealtad es una recompensa del buen hacer, cuando no, de unas maneras decentes de actuar. Y esta lealtad se da en el día a día, en el trabajo, e incluso se debería dar en la política. ¿Qué lealtad se merece quien, a las primeras de cambio clava el cuchillo a quien le ha dado de comer? ¿Qué perspectivas de futuro emana quien desconoce este término?.
Y Federico allí estaba. En un segundo plano, como suele estar él. Aplaudiendo y escuchando. Sin exaltarse, sin exclamarse, pero presente. Y había muchos más, muchos más implicados, de los de verdad, de los que cambiaron playa, siesta y aire acondicionado, por el ajetreo de pasar calor y sobre todo, bochorno.
Y el bochorno no apareció. Se esfumó como si las cuentas ya las tuvieran hechas desde el principio. No en vano, aquel castillo de naipes tenía copyright. Y aquella firma, de las que se dirían digital, ya conocía resultado. Nada consiguieron con tanta comparecencia y tanto NODO. Nada consiguieron con tanta rueda de prensa al estilo americano. Menorca sigue siendo diferente y sobre todo, los menorquines.
Y ni la culpa fue de Ciutadella, ni la victoria de Maó. Y la culpa tampoco fue agosto ni tan siguiera Brondo ni Triay. La culpa fue sencillamente haber perdido las elecciones. Aquellas que en su día se intenta justificar y perdonar. Pero ni se justifican ni se perdonan. Están allí, en hemeroteca, en la memoria y en el quehacer diario. Y éstas se perdieron sencillamente por hacer mal las cosas. Con y por intereses, fueran los que fueren. Y por querer aguantar una gobernabilidad contra natura. Y por supuesto, por las minorías.
Ahora ha tocado Ciutadella, pero podría haber tocado desde el Govern mismo, hasta los Consells. Y es que la bisagra, la balanza cuando tiene poco lastre, asusta. Y cuando este lastre no va acompañada de buena salud, más que más. El infarto era predecible, cuestionable también, pero hecho realidad ya. Provocado tal vez por unos, toalla lanzada por otros. Por ambos, o por ninguno. Es una toalla pero, colectiva. Que nos afecta a muchos. ¿Chantaje, coacción o simplemente intereses? Vaya usted a saber. Pero el resultado es el mismo. Cambio de tercio, de personas y de actitudes. Las manos se flotan, no hay jabón, ni agua ni toalla con la que secarse uno. Da igual, el inodoro impoluto, la cisterna vaciada y sobre todo, la luz apagada. Esto es lo único que importa. El resultado colectivo, el del público colectivo, es el adecuado. Poco o nada importarán las formas, los hechos y los caminos.
Serán semanas que traerán noticia por muy agosto que estemos. Semana que con o sin balón de oxigeno, alguien deberá mover pieza. Desatar nudos antiguos y adentrarse en la modernidad.
Y esto ha ocurrido en el congreso. Modernidad por la entrada de las juventudes en los puestos de salida, experiencia por la de quienes siempre han trabajado codo con codo, e ilusión para quienes el desgaste aún no ha tenido mella.
Y unas salidas que nunca llegaron a entrar. La función mediática de los últimos meses, la estrategia escolar y las malas y desafortunadas intervenciones hicieron el resto. Las puertas a dentro suelen ser las mejores recomendaciones para estos casos. Airear las corrientes, los olores internos, sólo produce lo ocurrido: un cierre de filas y un apoyo unánime a la lealtad. Y allí, leales todos, se emprende una nueva singladura. Un nuevo capitán, un nuevo sobrecargo y si se quiere un nuevo grumete. Pero aquel barco, aquella nave, tiene, lleva, se le conoce con el mismo nombre, su misma actividad y sobre todo, su mismo armador.
El nombre, el armador y el cliente. Una lealtad, un destino. Las demás aventuras, son sólo esto, aventuras. Y en la mar, las aventuras son peligrosas. Sobre todo con marineros inexpertos, sin rol y sin madera de lobo marino. No basta haber navegado en un yate, no. Es necesario saber donde está babor, y sobre todo, aquel dicho de nadar y guardar la ropa. Unos, con las ansias de nadar, perdieron la ropa. Y así, desnudos ante el espectador, quedaron en tierra, sin barco ni flota que los transporte.
Pronto aparecerán facciones. Barcos sin roles y sin nombres, en busca de aquel centro excusado de proyectos y que sólo hace denotar los intereses y ambiciones no conseguidas. El 2011 sigue estando lejos para algunos, más distantes para otros.
PUBLICADO EL 12 AGOSTO 2008, EN EL DIARIO MENORCA.