Arribada
d’ase, diríamos aquí. O chantaje. O farol.
Quien sabe cuántas cosas más pueden entrar en juego sobre el tema de la presunta intentona
independentista catalana. O de Mas,
quien sabe. Y suerte han tenido los
catalanes –o Mas- de que el ejecutivo
español estuviera en manos populares… ¿Se imaginan a otro gobierno
permitiéndoles tomar las de Villadiego?
No
es fácil imaginar el resultado. Un
resultado nada independiente, claro.
Para ellos, todo es cuestión de nombre y
de formas. Tanto les daría ser llamados
estado o reino, si con ello pudieran jugar a una mayoría de edad avalada por
unas cuentas comunitarias. Es el símil
del estudiante sustentado por el bolsillo paterno y con los beneficios que le proporciona el vivir lejos de sus
padres.
Pero
los tiempos no son los mejores para empezar una vida en solitario, y menos tras
los balances publicados. Y eso se lo han
dicho bien claro sus propios empresarios.
O al menos sus silencios así se lo pronostican.
Sus arcas, al parecer tampoco son solventes para hipotecarse en una
aventura en caída libre. O al menos, sus recortes así lo indican. Su sanidad, su educación, sus clases pasivas,
no tardarían en levantar la voz. Luego
ya será tarde. O debería serlo. Ellos no quieren la independencia, no. Ellos quieren tutearse con los otros. Nada más.
Representación y poder. Como todos los demás, vamos.
Y
el paso ha sido dado en momento
inoportuno. Los socialistas –o parte de
ellos- quienes les auparían en consensuar el estado federal,
no están precisamente en buen momento para promover y prometer. Ni su socio, que de momento no se pronuncia,
tampoco le habrá jurado fidelidad
eterna.
Y
el amago le puede salir caro a Mas. Y a
los demás. Pasó de ser nacionalista
tolerante y moderno, pero integrado en el conjunto de España en 2006 a defender
el derecho de la autodeterminación de Cataluña en el 2010. En cuatro años, sus vocablos se
radicalizaron. En este nuevo cuatrienio
¿dará la carrera por conclusa, dará paso a un nuevo líder o la amnesia le
devolverá al redil del que nunca debía haber salido?
El
listón está demasiado alto para no atreverse a convocar unas elecciones que
calificarán de plebiscitarias. Y como en
todas, tras ganarse –siempre ganan todos-
será un buen momento para buscar una válvula de escape.
Buen
momento para que alguien le diga qué piensan sus propias bases, o la mitad de
ellas, al menos. Eso sí, siempre que los
americanos no les ayuden. Presuntamente,
claro.
PUBLICADO EL 20 FEBRERO 2014, EN EL DIARIO MENORCA.