El letargo llega a su fin. La primavera empieza a movernos la sangre, a
abrir hoteles, y a resetear aquel chip que dejamos aparcado a principios del
otoño pasado. Es como si para los
isleños, los problemas sólo existieran a
media jornada. De Semana Santa a final
de septiembre. Y poco más.
Pero la realidad es más
cruda. Los problemas también viven con
nosotros durante el letargo. A medio gas.
Y aquí estamos de nuevo. Despertando de unas ayudas del papá Estado, y
preparando el desayuno con la explotación
casi segura, los overbookings aceptados, la carestía de los productos
ofertados, y como no, del efecto ratonera.
Y en cada despertar, el dilema
del armario. Si lo tenemos vacío,
desánimo por vestir siempre igual. Si
demasiado lleno, la dificultad en la elección.
Y los zapatos. Y los complementos. Y el reloj a juego. Menorca
continúa en su dilema: ¿Poco o
demasiado? ¿Caro o barato?
Comer territorio o guardar
dieta. Ingerir primero, segundo y
postre, o simplemente una ensalada, deporte y fruta. O alternar días y actividades.
Empresarios que ya no
invierten. O lo que es lo mismo, elevar
precios y sacar misma rentabilidad.
Menos gastos, menos personal y
más o mismos beneficios. Eso sí, todo
será culpa de la crisis y de las pocas ayudas al sector. Y como no, del competidor externo.
El techo, el númerus clausus de
visitantes, es una de las opciones. Y
con ello, la elevación del precio. O lo
que es lo mismo, el llamado turismo de calidad.
Mejor dicho, con dinero. O lo que
también es lo mismo, menos personal. Más
paro. Más crisis. La pescadilla que se
come la cola.
La otra opción también existe. Se
llama masificación, abaratamiento, abrir el caudal del grifo. La explotación del territorio. El efecto llamada.
La falta de cualificación profesional
y el número de ellos, alimentará la venida de más trabajadores y más baratos. Y
con ellos la explotación laboral. La
estacionalidad también nos pasará factura.
Y las conexiones aéreas y marítimas.
Y su coste. Nos adormeceremos con
más crisis, con más paro, y sin duda, con más hambre.
¿Debemos limitar el número de
empresas? ¿O mejor aún, limitar el número de trabajadores que trabajan en la
isla? Los beneficios turísticos ¿se
invierten en Menorca o vuelan a otras tierras?
Se habla mucho de limitar el número de visitantes, pero
nunca he oído hablar de limitar el número de trabajadores foráneos. Un punto de partida, sin duda. Como el de los beneficios. Y luego, van y se
quejan de la ecotasa.
PUBLICADO EL 31 DE MARZO DE 2016, EN EL DIARIO MENORCA.