Yo no sé ustedes, pero hay quienes
la Navidad les coge con las alas bajas. Lejos
quedarán las alegrías, las ganas de montar el pesebre, el árbol con sus
colgaduras, de iluminar estancias y sobre todo, de aventurarse en un nuevo año,
desconocido eso sí, y positivamente esperanzador para el resto.
La carga emocional que uno acarrea
en su mochila, empieza a mostrar signos
de cansancio, de agobio. Demasiado tiempo cargándola y demasiado tiempo
callada. En algún instante será
necesario aquel dispositivo de escape para no reventar en mil pedazos. Aquel reset
donde desprogramar toda la vida, y que aquella magia de la Navidad, haga nacer de nuevo.
Observará a su alrededor y se
sentirá un fracasado. Sabrá que no tiene
motivos para sentirse como tal, sino más bien todo lo contrario. Pero no controlará sus emociones. Notará a
faltar aquel estado de plena felicidad
que le proporcionaba aquella maldita pastilla que se obligó a tomar por
culpa de abusos y ninguneos laborales.
Se pensaba desenganchado de ella, pero no. Su memoria aún perdura.
Vivirá estos días como un
hipócrita. Hipocresía ésta de la que siempre habrá querido huir, pero con
la que tropezará en cada esquina. Y sin poderles dar un corte de mangas por
despedida. Y guardándose solo la
indiferencia para los más notables.
Santa Claus ni estuvo ni se le
esperaba, pensará. Ni el sonido de su
campana, ni los cascabeles de sus renos, ni las calles iluminadas devolverán aquella
infantil sonrisa a su faz. Estará demasiado
evadido como para dejarse enmascarar por la magia que recorre las cortinas de
leds cruzando calles y espacios.
Seguirá reacio a abrir la puerta para que entre esa
luz. Negará la evidencia y se negará a sí mismo. Solo él es el problema y solo él, la solución. Lo demás son circunstancias y como no,
coincidentes.
Apurará por escribir a aquellos
magos de tierras lejanas, para que le traigan aquella pastillita de la
felicidad. Desconoce la dirección,
teléfono o whatsapp, por su falta de entrenamiento en contactos sociales. Seguirá analfabeto en esto de las nuevas tecnologías.
Alejado del mundo que le rodea. Desintoxicado según él.
Y se seguirá engañando, remando
contra corriente y conduciendo en sentido contrario. Qué más puede esperar,
sino que ir sobreviviendo los días, las horas y los minutos.
Y si mirara a su alrededor con su mente liberada, se daría
cuenta que la realidad es mucho más penosa, y a pesar de ello, llena de
alegría. La que sin duda, a él le falta.
Bones Festes
PUBLICADO EL 27 DE DICIEMBRE DE 2018, EN EL DIARIO MENORCA.