Dirían
los viejos del lugar que en tiempos de aquel demoniado dictador, las tijeras de
la censura cortaban escritos y cabezas.
Pero como de viejos ya quedan pocos, ahora lo hablarán
los jóvenes de oídas y con pulso político. Digo pulso por no decir impulso, que en este
caso vendría a ser lo mismo.
Pulso,
por aquello de ver quien la dice más gorda, o simplemente por marcar terreno,
por retar al contrincante, por acallar al de enfrente. Impulso, por cuanto a la carrerilla que uno
toma sin el starting blocks, éstos
invaden carriles y empujan al
contrincante que se les ponga delante. Y
no es culpa de ellos, no. Tienen imagen
y semejanza a quien copiar y pegar.
Existe
también la autocensura, que más que un auto propio viene condicionado por miedo
a un auto judicial que te cante las cuarenta y te imponga el pago de costas y
costes siempre que tu comentario disguste al prójimo a quien te hayas atrevido a mencionar, por muy cierto
que sea tu verdad, aunque no comulgue precisamente con la verdad que ellos siempre fallan.
Pero
aquí no va de fallos, sino de no enfadar al prójimo. Y sobre todo, de quién sea el prójimo. Aunque
en algunos casos, más que censura sea
olvido.
Olvidos
como el que da la sensación de que no interesa que sea noticia que muchas
plazas a profesorado no se cubran precisamente por no aprobar los opositores el
examen. Y la presión para que se baje el nivel de éstas, aunque con ello se
pierda nivel en la enseñanza. O en el
caso de la enfermería pública.
También
se olvida uno que la presión, esta vez humana,
alcanza números exagerados, pero nadie habla de ponerle techo, tope o númerus clausus, aunque el
número de parados no descienda sino todo lo contrario. Para
algunos les es más fácil masificar que regular, aunque aquellas fotos
paradisiacas sean un timo a la verdad. O
que, por ejemplo, vengan foráneos sin trabajo a repartirse beneficios sociales.
O a aumentar las penurias propias de los isleños.
En
cambio sí es noticia que una exconsellera
del Govern estudie emprender acciones contra un tuitero por un comentario a raíz de los miles de euros con que el
Govern subvencionó un concierto en el que actuaba un rapero -penado y huido de
la justicia-. En este caso, la crítica
vulnera otro derecho que no es criticado por los mismos. La paja y el ojo ajeno también salen a
colación.
Y
uno ya no sabe si debe callar o debe acallar.
En ejercicio a la inteligencia
humana, me callo. Cada uno será esclavo de sus meteduras, no de sus silencios.
PUBLICADO EL 8 DE AGOSTO DE 2019, EN EL DIARIO MENORCA.