Desde que
en un Ring… ring…, se desenmascararan mis tendencias hacia el comunismo,
entiendo que ya es hora de “salir del armario” con todas las consecuencias que
ello pueda acarrear. Y qué mejor que
hacerlo desde el primer escrito del año.
Año, bisiesto éste, en el que el próximo sábado uno cumplirá años “periodísticos”
y le faltará uno para llegar a los tres decenios en las páginas de Opinión de
Es Diari. Y, por si fuera poco, en un
par de semanas, éste que piensa por libre llegará a las sesenta y una
primaveras.
Qué mejor
tarjeta de presentación revolucionaria que aquel escrito en que empecé la
andadura en estas páginas. “De pie o de
rodillas” se tituló aquel acto de rebeldía contra los vicios establecidos en el
poder de la misma administración pública.
Nada ha cambiado desde entonces.
Más refinados si cabe, pero el poder -llámesele éste, fascista,
socialista o comunista- siempre aprieta al más débil.
Débil en la
resistencia, se entiende. El dicho que “quien no llora no mama” tiene su
razón de ser en una sociedad corrupta y egocéntrica como la nuestra. “Quien calla, otorga”, dirá otro ya en
tono justificativo de la incitación. Y
entre ambos, aparece el resolutivo “el que algo quiere algo le cuesta”. Y allí está, en la ambigüedad de la
interpretación, la solución.
Porque todo
es interpretable. Y ambiguo. Poseer la
interpretación, es el no va más. Y allí se enzarzan unos y otros y los demás.
Mientras, trabajadoras y trabajadores (¿y trabajadoros?) para lograr sus
interpretaciones -negociaciones, dirán- sólo tienen el poder de la presión en
la producción, vamos, ejercer el derecho a la huelga. Pero este derecho no es
tal. Es un chantaje duro y puro. Ambivalente.
Contrario al patrono y perjudicial al productor. Es un derecho no retribuido. Y eso, a nivel de la trabajadora, del
trabajador, es un desgaste económico. Y
uno se pregunta, dado que es un derecho constitucional ¿por qué no es sufragado
por el empresario? O por el Estado, sufragado
por los impuestos.
¿Si los
políticos y los sindicatos son mantenidos por la cosa pública, qué mejor que
durante las huelgas los salarios también sean sufragados por esos mismos
impuestos? ¿Por qué ante una falta de acuerdo entre el empresario y los
productores, el Estado no incauta la empresa y la gestiona según los intereses
del productor?
Vamos, que
la reforma agraria de la II República quedaría ridícula si uno mandara. Y en camino estamos. No de mandar yo, pero sí de que manden los
comunistas de verdad.
PUBLICADO EL 4 DE ENERO DE 2024, EN EL DIARIO MENORCA.