Habrá
quienes digan que el tiro le salió por la culata; otros preferirán la versión
de que eligió mal al contrincante o, dicho de otro modo, que no calibró
demasiado bien a quién tenía enfrente. Sinceramente, creo que cayó en la
provocación…y de cabeza. Y la respuesta, en vez de ser comedida y ajustada a
derecho —que sería lo mínimo esperable viniendo del Gobierno— fue exactamente
lo contrario. Pero claro, cuando la testosterona, la prepotencia y el
servilismo al partido se juntan, la jugada rara vez sale bien.
Y el fiscal
general del Estado dejó de parecer imparcial, casi sin esforzarse. Arropado por
quien lo nombró y por la habitual camarilla del partido, resistió el embate
hasta que unos jueces decidieron que ya estaba bien de teatro y rompieron el
hechizo. La verdad jurídica, sorprendentemente, se impuso a la verdad
emocional.
Y el
capricho del destino —o de los jueces, quién sabe— eligió la fecha. El 20-N
quedará marcado como el día en que el primer fiscal general del Estado juzgado
conoció su condena. Al menos hasta que otra “Memoria Democrática” se anime a
reescribir la “historia”. Tiempo al tiempo.
Las
reacciones no tardaron. Los autoproclamados progresistas —aquellos comunistas
vintage— desempolvaron su repertorio de comentarios guerra-civilistas, muy al
estilo del Frente Popular Republicano. Enfrente, la parte conservadora -la
derecha extrema, según los social-comunistas del Gobierno del marido de Begoña-
clamaban por devolver la palabra al pueblo en las urnas. Ni lo uno ni lo otro:
ni golpismo de despacho ni elecciones exprés. Punto y aparte. Nuevo
nombramiento y sigan avanzando.
En medio
del espectáculo, una voz socialista —pero no sanchista— decidió hacer algo
insólito: pensar. Juan Lobato arrojó sensatez entre tanto ruido con su frase: “Estoy
en desacuerdo con poner la lealtad partidista por encima de la ley y un partido
no debería defender eso”. ¿Hay vida para el PSOE después de Sánchez? ¿Hay
más Lobatos escondidos entre sus filas? ¿Resucitará Susana Díaz como líder del
socialismo?
Habrá que
esperar a más condenas para ver si Sánchez baja del Falcon. Todo se verá. La
justicia es lenta, pero a veces, por capricho, incluso llega.
Y uno se pregunta:
¿qué habría sido de García Ortiz si en vez de un juez, la instrucción la
hubiera llevado un fiscal, como pretende el Gobierno de Sánchez? Por suerte, el
marido de Begoña llegó tarde a esa fiesta.
Ahora, sólo
debemos preguntarnos, ¿Qué será lo próximo, su indulto o su amnistía? ¿O será
Conde-Pumpido quien diga la última palabra? Termine como termine, la fiscalía
ha quedado tocada. Demasiado mal tocada.
PUBLICADO EL 27 DE NOVIEMBRE DE 2025, EN EL DIARIO MENORCA.