MUJERES, NIÑOS Y JÓVENES

 

No voy a referirme al grito de “mujeres y niños primero”, ese lema de película que parece obligatorio en cualquier hundimiento digno de Hollywood, porque si hoy alguien lo pronunciara tal vez acabaría acusado de machismo.

De machismo, por cierto, también podría decirse cuando salen las noticias de bombardeos sobre Gaza. Ahí sí que es un festival diario del “entre ellos, mujeres y niños”, como si en las guerras solo estuviera permitido que murieran los hombres. ¿¡Cuándo entenderán que no debería haber ni guerras ni muertos!?

Y luego están las afiliadas al PSOE del marido de la Begoña, progresistas y feministas de libro hasta que el discurso choca con la testosterona desbordante de ciertos dirigentes sanchistas. El feminismo es cosa de progresistas, dirán. Y el fanatismo siempre tiene explicación para todo...

Desde hace ya algún tiempo, los políticos pusieron su objetivo en los jóvenes.  Sangre nueva, espíritu crítico y renovado, dijeron. Votos, debieron pensar. Y se olvidaron de ellos como se han olvidado de las más de ochocientas mil viviendas.  Y los jóvenes siguen allí, haciéndose mayores y apareciendo de nuevos. La cadena de producción no se detiene, aunque los genes van cambiando.  ¡Y lo que cambiarán!

Y en esto, jóvenes y mujeres acaban siendo casi lo mismo: grupos a los que se invoca mucho, pero se escucha poco. Como ejemplo la II República. La ironía se sirve sola. Clara Campoamor, convertida hoy en heroína socialista del voto femenino, resultó ser en realidad una diputada liberal. Cosas de la desmemoria selectiva. Y tuvo en su contra a Victoria Kent, diputada ella sí socialista de verdad, que se opuso al voto femenino porque las mujeres, según ella, estaban demasiado influenciadas por la Iglesia y podían votar mal. Esa es la memoria histórica auténtica y no la otra.

Con los jóvenes pasará igual. Hace años que se habla de bajar la edad del voto: si puedes trabajar y pagar impuestos con dieciséis, ¿por qué no poder votar? Muy lógico… salvo para los partidos, a los que ahora las estadísticas no les salen. Lo mismo que defendía la mismísima Victoria Kent, pero versión siglo XXI. Porque, si la idea viene de la izquierda, y el beneficio es para la derecha, no conviene. Los chicos son más de derechas, las chicas más de izquierdas. Las encuestas electorales vuelven locos a los estrategas.

Vamos, que antes de hacer algo sensato, mejor montar una comisión, pedir unas cuantas encuestas más y, con un poco de suerte, dejar que el tiempo lo entierre todo o, que Tezanos decida, como así suele ocurrir en esta España de las saunas del suegro y del parador de otros.

PUBLICADO EL 11 DE DICIEMBRE DE 2025, EN EL DIARIO MENORCA.

LA IA LA LÍA

 

Mucho ha cambiado la sociedad desde que Miguel Ángel Rodero y Javier Castellano, en el año 1998, parieran el mítico Rincón del Vago. Miles de estudiantes aprobaron asignaturas gracias a aquellos trabajos “originales” que habían circulado más que un billete de diez euros.

Pero claro, la evolución es imparable. Los vagos siguen existiendo, pero su rincón ahora se llama Inteligencia Artificial —IA, para los más esnobs—. Versión premium y versión gratuita -universidad privada y pública, según los políticos-. Lo importante, sin embargo, es que la IA más o menos funciona. A veces sorprendentemente bien, y cuando no, pues finge con una elegancia que ya quisieran algunos ministros. En el fondo, no deja de ser un mega buscador muy convincente que solo sabe lo que alguien colgó en internet. Si no está en la Red, para la IA no existe. Y vaya si lo comprobé.

Lo comprobé cuando, inocente de mí, le pregunté por casos de corrupción en el Gobierno del marido de la Begoña, y la criatura me vino a decir que allí todo era puro y cristalino. A medida que le estrechaba el cerco, la IA seguía firme en que, al no haber sentencia firme, pues eso, impoluto. Curiosamente, cuando pregunté por el PP, de pronto la presunción de inocencia ya ni estaba ni se la esperaba, porque claro, Feijóo y la foto con Marcial Dorado son argumento más que suficiente. Vamos, que la IA parecía empeñada en aprobar unas oposiciones a diputado de la izquierda. Y tozudo de mí, que seguí.

Le pregunté entonces por la ideología de un escribidor de un diario local, alguien cuyas manías y pocas virtudes me conozco bien. Y la IA, sin despeinarse, lo tachó de “conservador” porque había pertenecido a un cuerpo de seguridad. Claro, si eres policía te encanta la ley y el orden, pues eso, son de derechas. Lógica aplastante. Y si a eso añadía los títulos de sus escritos, pues blanco y en botella. Entonces uno no puede evitar preguntarse: ¿para la IA todos los policías votan lo mismo? ¿Es el PSOE el partido del desorden para la IA?  Pese a ello no me rendí, y seguí.

La prueba final fue pedirle que me escribiera una novela. ¡Y me la escribió! La tituló como “La noche de los pasos rotos”. Y ahí empezaron los dilemas: ¿será inédita? ¿Será un remix descarado plagiado de mil novelas ajenas? ¿La puedo publicar sin que me persiga un ejército de abogados? ¿Cuántos políticos —de esos que escriben libros sin saber apenas escribir— no habrán usado ya la IA para parecer intelectuales? ¿Y esto es serio? ¿Dirigirá la IA nuestras vidas? ¿Nos dirá qué votar, qué creer y cuántas excusas usar para no ir al gimnasio?

Pues eso, un lío.

PUBLICADO EL 4 DE DICIEMBRE DE 2025, EN EL DIARIO MENORCA.