PANEM ET CIRCENSES


… iam pridem, ex quo suffragia nulli uendimus, effudit curas; nam qui dabat olim imperium, fasces, legiones, omnia, nunc se continet atque duas tantum res anxius optat, panem et circenses.
(Juvenal, Sátira 10.77–81)


Estén ustedes tranquilos que no es que la máquina se haya vuelto loca, ni tan siquiera es la visita de un duendecillo de la imprenta.  Podría ser un acto de pedantería de quien esto escribe, pero no es mi estilo.  “Pan y circo” escribía Juvenal, en su Sátira X,  como la costumbre de los emperadores romanos de regalar trigo y entradas para los juegos circenses como forma de mantener al pueblo distraído de la política.

Y dos mil años después, nuestros mandatarios toman nota y nos dan “pan y futbol” .  Incluso nuestro presi  se dirige a Del Bosque y le pide que “La Roja”” nos de una alegría en estos tiempos tan difíciles.  Lo que por seguro no se esperaba nuestro presidente es que Del Bosque le contestara “que no creía que ganar la Eurocopa fuera la solución para España”. 

Y efectivamente la solución la aporta otro miembro del partido en el Gobierno. Solución o parte de ella.  Esperanza Aguirre en una de sus famosas arengas hacia la audiencia, sostiene que el ahorro tiene que empezar con el ejemplo de los propios mandatarios. Y no se queda corta, no. Y para ello, la muy popular, propone reducir drásticamente el número de poltronas en las asambleas. Y con ello, el gasto público.
Pero no, Esperanza se queda sola en el intento de abaratar costes al Estado.  Al menos, cuando estos recortes saldrían ya no del bolsillo del contribuyente, sino del político.  Y ha conseguido más.  En una jornada ha conseguido que tanto populares como socialistas mantengan idénticas posiciones respecto a la propuesta. Un “no” rotundo, y a la vez unánime.

También es cierto que podría haber sido más tolerante y sólo sancionar a los diputados que no cumplen la jornada laboral en sus asientos.  Pero tampoco hubiera cuajado.  Pero al menos, ha encendido mecha.

O el pan, o el circo. O ambos,  porque durante unas jornadas los españolitos de a pié, cargábamos mente y mano contra sus señorías apoltronadas.   Por unas jornadas nadie entendía de crisis, de paro ni demás cuartos y enteros, y encarrilaba sus protestas contra tanta ostentación  de poderío.  Los banqueros también estaban en el punto de mira y las ayudas en forma de rescate financiero daban la estocada mortal.

Pero España resiste los embates como nadie.  El presidente de la cosa judicial también entraba en entredicho y nadie del Gobierno abría boca para decir la  suya.  Y es que tanta independencia no da para tanto. O sí. O demasiado.  Para otros, claro.

Si fuéramos sumando localidad por localidad, comunidad por comunidad, muchos serían los dineros que revertirían en el estado económico y no habría necesidad de tanto punto, de tanta deuda, de tanto regalo.


Pero esto no vende, al menos para alguno de los algunos.  Y en esto vuelven a coincidir tanto uno como otros.  Sanidad, educación, dependencia y demás sujetos conceptuados como  del bienestar  social, sí.  Y el pan y el circo estaban servidos.  Al menos no era todo futbol.  Ni baloncesto, otro que tal.

Y las voces se acallaron.  Esperanza enmudeció por sus propios.  Y los demás apoltronados respiraron tranquilos.  No eran tiempos de levantar liebres.  La siempre presente Constitución y el siempre presente temor a dañar a la monarquía impedían –escudaban más bien- cualquier reforma.

Y la hipocresía.  Hipocresía, miedo más bien, de tener que hacer otro llamamiento a las urnas.  Miedo a que el votante deje de serlo, o cambie el sentido.  Miedo a que los “por defecto” votaran “por desafecto”, y estos ya son multitud.

Pan y fútbol primero.  Vacaciones veraniegas después. Y el otoño.  Otoño…  En el circo, actuando, y con los leones hambrientos.  De las Cortes, claro. De su interior, vamos...


P.D.
Como la pedantería no es buena consejera, y dado que en Wikipedia –donde he consultado el origen de la misma- se exponían ambas versiones, aquí va la traducción del retazo de la Sátira X de Juvenal :Hace ya mucho tiempo, de cuando no vendíamos nuestro voto a ningún hombre, hemos abandonado nuestros deberes; la gente que alguna vez llevó a cabo comando militar, alta oficina civil, legiones— todo, ahora se limita a sí misma y ansiosamente espera por sólo dos cosas: pan y circo”.
¡Y para que luego digan que no hemos aprendido de la historia!.


PUBLICADO EL 21 JUNIO 2012, EN EL DIARIO MENORCA.

UN RESCATE CON CENSURA.


“Los sabios hablan porque tienen algo que decir. Los tontos hablan porque tienen que decir algo”    (Platón).

El  pasado sábado el café vino con sorpresa.  El azucarillo se recreaba con  la frase de Platón que inicia el escrito.  Parecía como si el acontecimiento de que España estaba intervenida abriera  el abanico de comentarios.  No más lejos.  España oficialmente no estaba intervenida.  Oficiosamente ya lo estaba desde el verano pasado cuando Zapatero dio un viraje a sus políticas económicas y preparaba la entrada de Rajoy a la Moncloa.  Pero entre unas y otras, lo cierto es que no es el Estado sino el capital español quien está intervenido.

O rescatado, como prefieren llamarlo.  Lo que uno ya no entiende, es qué tiene que ver el Gobierno con el rescate de los bancos.  Seguramente mucho. Todo. ¿Serán los bancos los testaferros del Gobierno?.  Para quien  como yo, que habla por hablar, esta actuación parece más chapuza que solución.  La realidad económica es que el dinero no circula, y nada más.  Y no circula porque no hay confianza.  ¿Cómo pretenden los bancos que el dinero circule si no hay quien pueda gastar?

Con e dinero ocurre lo mismo que con la circulación sanguínea.  Si el corazón no bombea la sangre, si las venas y arterias no la transportan de un lugar a otro, el cuerpo fallece.  Si los bancos no obtienen rentabilidad no invierten. Si no hay seguridad, tampoco.  Así las cosas de no producirse una buena circulación monetaria, la economía se nos va al carajo.  Y con la economía todo lo demás.  Tan sencillo y tan complicado.

El rescate de los bancos lleva el aval del Gobierno, del Estado y de los ahorros y futuros impuestos de por vida de todos nosotros. Pero los bancos no soltarán dinero a la ligera, no. Prestará al Estado y a las Comunidades Autónomas, invertirá en productos internacionales, y poco más.  El mercado interno no da confianza.  Y ahora mucho  menos con la filosofía de “trabajar más y ganar menos”. 

No se crea empleo, no se gana lo suficiente y todos con la amenaza de la suspensión de pagos en la nuca.  ¿Cómo pretenden que sin dinero y sin trabajo, las familias inviertan en el consumo?

Y es que la crisis no es una, son varias.  La de los mercados, la del Estado y la del capital.  Y Europa nada ha ayudado para evitarlo.  Las políticas nacionales han primado más que el concepto mismo de Europa.  Y así nos va  por  no haber sabido  maniobrar a tiempo.

Una retirada a tiempo suele ser una victoria.  Europa y su euro nos engatusaron desde un principio.  Y nos engatusaron  tanto que no supimos salirnos a tiempo. Y tampoco está en nuestros planes futuros el marcharnos por la puerta de atrás.  O por  la principal.  O simplemente dar un portazo.  O un simple puñetazo sobre la mesa.  Porque para ello, se necesita orgullo.  Y eso, también lo perdimos por el camino.

Orgullo.  Orgullo de ser español.  Orgullo de ser diferente.  Orgullo de ser como somos, ni más ni menos que otros.  Pero no.  Nuestra circulación ya no sería sanguínea sino de horchata.

Prestigio. Tampoco tenemos prestigio en el exterior.  Nuestros gobernantes nos la finiquitaron cuando tanto proceso de corrupción apareció en escena. Y siguen apareciendo.  ¿Qué confianza, que credibilidad podemos dar al exterior, si en el interior estamos divididos?.

La ayuda o rescate a los bancos españoles es similar a aquellas imágenes que nos llegan de los camiones y demás bártulos de ayuda humanitaria que llegan a las tierras del África más pobre.  Con los saqueos, con las mafias que se lo reparten, con la hambruna que continúa mientras los señores de la guerra hacen su agosto.

La intervención nos enseñaría a cultivar la tierra,  a recoger y preparar la simiente para la próxima cosecha.  Pero para ello, la intervención debería ser desinteresada e intervencionista.  Una colonización, vamos.

Como cuando los ingleses nos conquistaron y permanecimos leales a su graciosa majestad.   ¡Cuantas veces podríamos reescribir la historia!.

Y un rescate con censura.  ¿Quién se atreverá a hablar del Menorca Básquet? ¿O del Mallorca?.  Y eso también son dineros…., muchos dineros.

Ya lo dijo Platón.   Tenía que decir algo.

PUBLICADO EL 14 JUNIO 2012, EN EL DIARIO MENORCA

TRANSPARENCIA IGUAL A CONFIANZA


Confianza es una de estas palabras que si no existieran  habría que inventarla. Y no tan sólo inventarla sino que practicarla.  A la transparencia, le ocurre el efecto antagónico.  Y no es que tengamos que erradicarla, sino todo lo contrario. 

Declararla  en peligro de extinción, al menos.  Y propiciar  su uso, su costumbre, su necesidad.  Es más, su obligatoriedad.  Lo que antes venía en llamarse “luz y taquígrafos” hoy en día brilla por su ausencia.   Los mercados hablan de confianza o falta de ella, los electores han perdido hasta la fe en sus representantes; los afiliados sindicales otro tanto, y no digamos ya los clientes de las entidades bancarias.   Y es que si viviéramos virtualmente muchos seríamos quienes nos pondríamos en off a la espera de tiempos mejores.

Esta vez el epitafio  de que “entre todos la mataron  y ella sólo se murió” no cuela.  No cuela porque muchos son los que, en mayor o menor medida, están matando el hasta ahora estado de bienestar, la gallina ponedora de huevos de oro.  La crisis y la sumisión del poder político al poder económico y alguno más, provocó que las cosas empezaran a ir mal. Muy mal.  Tan mal que aún no hemos tocado fondo. Y eso que de fondos, hay.  Cayendo y acelerando a pasos forzados.  Y sin soluciones a la vista. Sólo recortes y más recortes.  Recorte o más por viernes y no trece.  Y uno vale, dos también, pero el enésimo segundo, crispa los ánimos.

Y sin transparencia, más.  Y sin confianza, no digamos.  ¿Tan difícil es salir al ruedo y decir las cosas por su nombre?  No es de recibo el mantenimiento de un Senado cuando recortan ayudas sociales, presupuestos sanitarios y calidad educativa.  Ni tampoco es de recibo que la cantidad que se reduce en sanidad y educación vaya a Bankia.  Y no es de recibo  que el Gobierno impida que se investigue posibles irregularidades en el entorno de Bankia. Y menos aún cuando la fiscalía abre una investigación al mismo por posibles hechos constituyentes de ilícito penal.    Y eso que aún no se ha abierto la veda bancaria. 

Tampoco es de recibo que a un presidente de un organismo judicial se le acuse de gravedad y éste no de públicas explicaciones ni que nadie reclame transparencia en las actuaciones.

Da la sensación de que el método es de matar mosquitos a cañonazos, como los doscientos mil euros –como mínimos- gastados para mejorar la imagen del rey en un acto castrense, mientras a los soldados se les hacen pagar la mitad del rancho y se les congela las nuevas incorporaciones.  Y las dietas que se van  hacia Afganistán y demás misiones con adjetivo humanitario.

Tampoco es de recibo que por Internet naveguen centenares de mensajes  con datos relativos a políticos y sus familiares, sus negocios ligados con empresas sanitarias, educativas e incluso de defensa, bancarios y demás habidos y por haber, y nadie, ningún político, ningún dirigente, incluso ningún otro poder independiente del Estado de Derecho, sea capaz de coger el toro por los cuernos y decir aquella frase, tan tranquilizadora, tan eficaz en según que momentos, de “¡No es cierto!”.  Pero no, nadie desmiente nada. Nadie contradice nada. Nadie investiga. Todos callan.

Nadie afirma nada.   Al menos nadie mete la pata ni habla demasiado.  Pero también el dicho,  sentencia: “quien calla, otorga”.  Y en estos casos, resta confianza y otorga muchas respuestas no verbales. 

Uno mira a su alrededor.  No ve ni hilos ni guantes que lo maniobren a uno, ni al prójimo subido en estrado, pero los ojos, aquellos esquivos traidores de uno mismo, delatan.  Son testigos de cargo aún no imputados.  Y tal vez,  nunca lo lleguen a ser.  No es fácil probar.  No es fácil ser justo.  Y mucho más difícil es descubrir las verdades de Estado.  Al menos, los historiadores, los escritores y los periodistas tendrán su empleo seguro.  Al menos su transparencia nos dará cierta confianza.  O aún más desconfianza.

PUBLICADO EL 8 JUNIO 2012, EN EL DIARIO MENORCA.

MENSAJES CLAROS Y CONCISOS


Atención, estos parasoles no deben  utilizarse durante los desplazamientos. Solo se deben utilizar cuando el vehículo esté detenido”. Este era el aviso, tal cual venía escrito en la hoja que acompañaba el producto.  ¡Para que luego digan que los españoles no leemos las instrucciones!  ¿Acaso el fabricante tenía miedo que algún zoquete condujera su vehículo con el parasol desplegado en todo su parabrisas?.

Pues parece que sí.   O al menos quiere resguardarse de alguna demanda judicial por los perjuicios causados si se diera el caso.  ¿Acaso creen ustedes que las cajetillas de tabaco llevan la leyenda de que “fumar mata” para avisar a los fumadores? Para eso, mejor sería no venderlo.  Pero no, el fabricante, el importador, el vendedor, quiere, necesita vender el producto, aunque mate.  Lo que no quiere el fabricante, el importador, el vendedor, es tener que pagar indemnizaciones porque algún avispado usuario, o un familiar de lo más apenado, recurran a la justicia para cobrar alguna  indemnización.

Y hay muchos mensajes curiosos.  Otro de ellos es el que aparece en los envases y en los prospectos de los medicamentos.  “Mantener fuera del alcance y de la vista de los niños” Y uno se pregunta, ¿cómo dar la medicina a un niño con fiebre si tiene que permanecer a una distancia del mismo que no la pueda ni ver ni alcanzarla?. Sin duda, el comentario riza demasiado el rizo.

Y este rizo me traslada a una anécdota que tuvo lugar hace muy pocas fechas.  Tan pocas que aún reconocería la faz de la persona que provocó la misma.  Mujer de unas setenta primaveras, lustro más lustro menos, entra en una oficina de la administración pública acompañada de un perro de talla diminuta.  Cuando se la atiende, deja el perro suelto a su libre albedrío.  La funcionaria de turno, como si no quiere la cosa, con toda la educación, modales y paciencia habida y por haber, le sugiere sacar el perro, argumentado además  de que en la entrada hay un letrero prohibiendo la entrada de perros.  La mujer, setenta y tantas primaveras, sin rubor alguno, espeta de que no.  Y añade, que el perro no se ha enterado ya que no sabe leer.

¡Faltaría más!. ¿Se imaginan a un perro que supiera leer? ¿Y jugar al dominó? ¿Y consultar el saldo del banco por Internet?. Pues por lo visto, aquel chucho peludo era un analfabeto con todas las letras.  Y su dueña, pues para unos, una dulce ancianita. Para otros, una incívica ciudadana.  Y para el resto, una persona con mala, muy mala educación. 

Y esta anciana de setenta y tantas primaveras, es el ejemplo del usuario a quien iba dirigida la advertencia del parasol.  La administración deberá tomar nota y señalizar adecuadamente los sitios donde ya no es que no puedan entrar los perros, sino que los mismos no podrán entrar acompañados de sus amos. ¿O será al revés?

Y ahora es cuando alguien alza la voz  y clama contra los abusos de la juventud.

PUBLICADO EL 4 JUNIO 2012, EN EL DIARIO MENORCA.

DE RUTA POR MAHÓN


Si la ruta moderna se inició en horario nocturno, en la actualidad se ha desplazado al diurno y cada vez más, se aleja de la ubicación festiva para infiltrarse en lo cotidiano.

Este desplazamiento hacia el horario diurno se inició con las ya famosas rutas de las tapas, pinchos y demás.  Para algunos, pincho y caña por un par de euros siempre les es más suculento que un menú de a doce euros por cabeza, y aunque  una tapa no le llene a uno, posibilita  un recorrido gastronómico, un reparto de los beneficios y unas horas de fraternidad asegurada.

Por una parte, la ruta de las tapas llena unas horas muertas y a su vez, anima el ambiente.  Pero Mahón, va más allá –el resto de Menorca, no difiere-.  Va más allá o lo han hecho ir más allá.  Uno ya tiene diversidad a la hora de decidir sus rutas.

Si hasta ahora eran las tapas, actualmente tenemos la posibilidad de hacerse uno con la ruta  de los helados, por ejemplo. Podríamos empezar por la de Quadrado para, paseando por la explanada dirigirnos hacia la de Ses Moreres, y de allí, por sa Costa de sa Plaça llegaríamos a las dos de Bon Aire y la de Constitución. Y desde allí al puerto.  Pero el helado es mucho más caro y mucho más dulce.

Y endulzar la vida es lo que necesitamos, aunque no tanto el vaciar el bolsillo.  Por tanto hay que buscar otras rutas.  Y como no, las entidades bancarias nos ayudan a ello.  No en vano, las captaciones de nuevos clientes es una de las rutas que más beneficios brindan a  sus seguidores.

Pero antes que al banco, uno tiene que alimentarse por lo que pueda pasar.  No sea que nos coja el corralito y nos quedemos a dos velas.  Dos velas y con mocos.  Y para alimentarse qué mejor que tomar dirección al polígono industrial y ….., uno, dos, tres, ….., seis, siete…., supermercados.  Unos con la oferta semanal, otros si compra tres paga dos.  Y así, los yogures en el tercero, el queso en el segundo y el detergente en el quinto sin ascensor y con vistas a interior.

Y no estamos solos, no. Siempre está la banca vigilante. No en vano, el invento americano de la VISA controla nuestras idas y venidas, nuestros ocios y nuestras apetencias.  Los extractos de ella, al menos.  Pero las rutas también existen para ellas.  Se inició  hace ya unos años con los planes de pensiones.  Traiga su plan y llévese un obsequio al tres por ciento. Actualmente la banca sigue necesitando dinero y entre tanto parado, pensionista y jubilado, va en búsqueda de las nóminas. Traiga su nómina y llévese un televisor conectado a Internet.  Y de seguros. Traiga sus seguros y llévese otro tanto por ciento.

Y uno ya empieza a hacer sus cuentas. De la vieja, de la joven y de la mediana. Y las cuentas no fallan.  La infidelidad sale rentable.  Al menos, con la banca. Pero la banca –y a los banqueros- no les preocupa que usted o yo le seamos infieles.  El flujo es recíproco entre entidades.  Unos van y otros vienen.  Como la energía que se transforma.

Y las últimas en aparecer han sido las estaciones de servicio.  La gasolina y sus céntimos sanitarios, sus ambulancias y sus urgencias, también nos ofrecen algo menos por viajar sentado y al volante.  Una de ellas nos ofrecerá un descuento por cada litro consumido. Otras en cambio nos canjearán puntos por juguetes.

Hasta que uno se da cuenta que el único juguete es uno mismo que no hace más que bailar al son que se nos impone.  Las reglas que otros han escrito para nosotros. Y el porcentaje que se nos materializa por aquella fidelidad que hoy ya no existe, y en la que todos tenemos nuestra parte de culpa.  O ninguna.

PUBLICADO EL 24 MAYO 2012, EN EL DIARIO MENORCA.

INDIGNADO SI, PERO….


El pasado primero de mayo hizo veintiocho años que empecé a trabajar. En nómina claro.  Mi primer sueldo fue de setenta mil de las antiguas pesetas, lo que vendría a equivaler a unos cuatrocientos veinte euros si la calculadora no me ha engañado.  Y en lo público. Sin carnet de partido alguno, sin enchufe y tras pasar un concurso oposición.

Lo primero que  hice tras cobrar mi primera nómina fue comprar un  tresillo para mis padres.  Luego empezaba la larga tarea de ahorrar.  Necesitaba ahorrar si quería construir mi propia casa.  Por aquel entonces, las hipotecas rondaban el  diecinueve por ciento de interés y a su vez, el banco te ofrecía un diez por ciento para los depósitos a un año.  Eso sí, podía ahorrar porque vivía en casa de mis padres.  Y también podía ahorrar porque ellos nunca me pidieron que pagara mi manutención.  Y eso que éramos pobres, pero nos conformábamos con lo que teníamos.

Un SEAT 600, una casita construida por mi propio padre en una playa,  y la casita en Mahón.  Ni chalet ni piso, ni coche de cuatro puertas.  Los diminutivos estaban siempre en boca.  Pero sin deudas.

Mi padre también trabajaba en la cosa pública y ganaba mucho menos que cualquiera que trabajara en la empresa privada.  Y sin derecho a cobrar en negro, ni en gris ni en color de rosa.   El teléfono llegó a casa cuando llegó el momento de ir al CIR-14 y la televisión cuando ya hacía años que se había inventado.  Al estar en lo público no teníamos Seguridad Social y  dos mutuas -la MUNPAL y la Mutualidad Mahonesa- se hacían cargo de ello. Por la MUNPAL la jubilación la cobrabas según los años cotizados, con un claro reparto equitativo.  Más tiempo cotizado, más retiro.  La Mutualidad Mahonesa también se hacía cargo de tu seguro de enfermedad, previo tasa mensual.  Hospital municipal y los dos médicos de la empresa, hacían el resto, hasta que  la Seguridad Social empezó a agujerearse y el gobierno de turno decidió poner remedio.

¿Qué mejor remedio que tomar los activos de la MUNPAL y llenar el agujero de la Seguridad Social?.  Así, todos, pensionistas y activos, pasamos a engrosar la Seguridad Social tanto para las pensiones como para la asistencia sanitaria. Bien. Sí, bien pero no tan bien.  Resulta que con la fusión, rendición o como quiera llamársele, el seguro de vida que teníamos cotizado en la mutualidad desapareció y fue a llenar este inmenso agujero de la seguridad social de entonces.

Pero aquí no acaba el juego, no.  Con tanto funcionario que cotizaba, las arcas de la Seguridad Social volvieron a llenarse.  Con los años, los de la privada, fueron  muchos quienes por diversos motivos, acordaban un despido y vivían del chollo del desempleo durante años primero, y de los subsidios después.  Y las arcas vuelven a vaciarse.  Esto y unido a que muchos de los nuevos parados eran exigentes a la hora de encontrar un nuevo empleo, el gobierno de turno, volvió a decir la suya.

Y la suya fue la de autorizar que  viniera gente de otros países para trabajar en aquellos trabajos que los españoles no querían.   Y además, aumentar el número de cotizantes  en la Seguridad Social.  Y no acaba aquí no, el cuento.  A los funcionarios se les congeló el sueldo durante  muchos años.  
Y el extranjero llegó. Sin mujeres ni niños.  Y claro, para ahorrar y poder mandar dinero a su casa,  compartían piso entre varios compatriotas.  Hasta aquí todo correcto.  Todo correcto hasta que al dueño del piso se le encendió la bombilla.  Y vaya si se le encendió.   Si aumentaba la renta, el coste por personas siempre sería menor que si se arrendara a uno sólo.  Y así lo hizo.  Al español en cambio, aquel tejemaneje le salía tan caro, que le salía más rentable el hipotecarse y comprar un piso, que vivir de alquiler.

Y el banco, por aquello de la ley de la oferta y la demanda, también tomó cartas en el asunto.  Pasaron años y a los funcionarios no se les devolvió el dinero congelado, aunque a cambio se les redujo algunas horas y se les compensó con algunos beneficios sociales.  Y nada más.  Y además entró la competencia en la cosa pública.

El funcionario era el garante de que la administración actuaba correctamente bajo el mandato de la legalidad.  Eso es ahora y lo ha sido siempre.  Por algo será que los delitos cometidos por funcionario público están penados con mayor cuantía que cualquier otro trabajador.  Pero eso no gusta al gobierno de turno, que prefiere un funcionario dócil y sumiso a las directrices del momento. 

Se crean pues los funcionarios de empleo, que a diferencia de los de carrera, ocupan plazas de libre designación y son de plena confianza de quienes los han nombrado, y a su vez, se crean los patronatos, empresas públicas, gerencias y demás artilugios que se escapan del férreo control de la administración.

 Y poco a poco, el banco, el gobierno de turno, el casero, la picaresca del parado, todos, nos han arruinado.  Y lo ha vuelto a pagar el funcionario de turno.  El de carrera, vamos. Pero ahora ya no hay congelación que valga, sino que hay que echar mano del desprestigio, del insulto y como no, del recorte.   Pero aún así, no es suficiente.  La ayuda exterior no se anula, ni se anulan las dietas a los militares en  servicio de paz por tierras y aguas lejanas.  Calculen  lo que se ahorraría el Estado si todos los militares que están en el extranjero regresaran a España, y se sorprenderán.

Calculen también si las pensiones se cobraran a tenor del tiempo cotizado y no sólo del mínimo de quince o veinte años. Calculen también, porqué no, qué nos ahorraríamos si disminuyéramos el Congreso y elimináramos el Senado, y los parlamentos autonómicos, y los asesores y demás cargos de confianza. Y calculen las dietas por asistencia a tantos consejos de dirección y demás….

Calculen cuánto cuesta tanto traslado en aviones militares para visitas y demás eventos reales o imaginarios.  Calculen cuanto cuesta tanto besamanos y demás hipocresías de antaño. Y cuando lleguen al final de la suma, comparen si es necesario reducir en Sanidad o en Educación.

Y luego duden.  Y por curiosidad, investiguen los nombres de quienes están detrás de empresas privadas sanitarias. Investiguen nombres de empresas que pretendan hacerse cargo de hospitales públicos.  Investiguen posibles relaciones familiares de éstos con nombres de políticos.  Y no se sorprenderán.

Indignado, si.  Pero no de ahora, sino de siempre.  Indignado porque lo que ocurre ahora, ha ocurrido muchos años atrás, y nadie, absolutamente nadie, de los hoy llamados indignados, había protestado.  Ya lo escribió Luis de Góngora en su “Ande yo caliente”.  O  Fray Luis de León en su “Oda a la vida retirada”.  U Horacio, antes incluso,  en su “Beatus Ille” .

Y ríase la gente.

PUBLICADO EL 15 MAYO 2012, EN EL DIARIO MENORCA.

JUSTICIA IGUAL PARA TODOS


Cuando en la víspera de Navidad, el jefe del Estado entró en según qué hogares  y vino a decir   aquello de que la justicia era igual para todos, se ganó  la portada en los medios y  el aplauso de los vasallos quienes, a pesar de los pesares, siguen necesitando de una monarquía que los guíe en lo universal y en lo divino.

Han pasado pocos meses de aquel titular y la jefatura del Estado no ha ganado enteros, sino todo lo contrario.  El safari en tierras lejanas ha vuelto a abrir una brecha entre éste y el populacho cada vez más sometido a los poderes económicos.  El real yerno tampoco ha opositado por la labor. 

Otro grupo de ciudadanos, quienes no rinden voluntaria pleitesía ni vasallaje al jefe del Estado, no se asombraron  por los titulares ni por los aplausos.  No podía ser de otra forma. ¿Se imaginan que el jefe del Estado pidiera un trato especial para su real yerno?  Como tampoco podía ser de otra forma, que tras la instrucción correspondiente, salieran a la luz algunos entresijos oscuros que nada favorecen ni al yerno, ni a la monarquía. 

Las lealtades tienen que ser recíprocas.  ¿Acaso alguno cree que aún existen personajes como el general Armada, que al no autorizársele el desvelar una conversación privada con el jefe del Estado, éste no la usó para  su defensa en el juicio del  23-F?

Y tampoco nos extraña cuando estos días inundan los titulares de un posible pacto entre  imputados en la trama y la fiscalía.  Como tampoco nos extraña los rumores de un siempre presunto precio puesto al silencio.  Y es que las lealtades deben ser recíprocas.  Y no lo fueron cuando uno permaneció en silencio en la primera comparecencia judicial y el segundo descargó lo habido y por haber contra el primero. Y la estrategia fue buena –de quien guardó silencio, claro-, jugando  a verlas venir.

En aquel momento, la justicia empezaba a ser igual para todos. Pero aún queda mucho camino por recorrer.  Y aunque muchos difieran, la justicia sigue siendo igual para todos –al menos, hasta este momento-.  El pacto entre los acusados y la acusación es el pan nuestro de cada día.  Es como si los recortes hubieran empezado por el Código Penal en vez de en  las nóminas de los funcionarios.  Y recortes, exagerados.

Lo vemos en las secciones de sucesos. El primer día de cualquier juicio el titular es muy claro.  El  fiscal y la  acusación solicitan entre seis  y ocho  años de prisión.  La defensa la libre absolución.  A la mañana siguiente el titular ya es un saldo.  Tras el acuerdo, los acusados son condenados a dos años de prisión  a la que no ingresarán al carecer de antecedentes.  Y esta también es la justicia que el jefe del Estado pudo pedir en su discurso de Nochebuena.

Y si no nos alarma el que un traficante de drogas quede impune, o que un chapucero con cuarenta y tantas detenciones deambule noche si y noche también, no nos debe alarmar que presuntos vividores del dinero público, puedan quedar de rositas en la calle, por esta misma justicia  a la que tanto  abogamos.

Y en cambio, lo que sí nos debería alarmar, no logra nuestra mínima atención. Es más, seguimos defendiendo una institución como menos, retrógrada.  Como diría alguno, una institución contra natura democrática.  Y eso, que ni la democracia es perfecta.

Y por eso mismo, porque la democracia no es perfecta; porque la justicia siempre es interpretable, y porque el poder así lo quiere, muchos a los que nos encantaría ver entrar en la prisión, permanecerán en exilios dorados, sufragados por nuestros impuestos y con la altivez que presuntamente les acompaña. 

Ah!, pero no se retrase en satisfacer sus impuestos, que del recargo no se libra ni el rey….. de oros.

PUBLICADO EL 10 MAYO 2012, EN EL DIARIO MENORCA.