NEW-NUEVA-NOVA YORK

Aunque el título de hoy de la sensación que he cambiado de continente la verdad es más bien todo lo contrario.  Me he anclado más que nunca a mi territorio, a Menorca, a mi Mahón de toda la vida.

Y digo Mahón y no otra versión de las que corren por la vida sencillamente porque escribo en castellano-español y así es como desde mi infancia me enseñaron. Y así es como aprendieron mis padres y abuelos.  Aunque claro está, en tiempos de mis abuelos aún no había ningún químico iluminado que hubiera decidido quitar las haches y, los lingüistas lo hubieran o bien ignorado o aplaudido.

Incluso podré aceptar sin ninguna objeción llamarla Mahó -porque así se escribía antiguamente y consta documentalmente- cuando lo hiciera en menorquín y así se estableciera oportunamente.  Y está claro que cuando hablo menorquín hago uso del Mô de toda la vida.

No voy a caer en la tentación de comentar el tema del menorquín, balear o catalán.  La crispación política está también anclada en la cultura, y al revés.  ¿Si la lengua es la misma por qué no llamar menorquín a la lengua que hablan en Cataluña y así podrán decir que todos hablamos la misma lengua con sus variantes locales?

Y he escrito Cataluña, como escribiré Gerona y Lérida y no otro término cuando lo haga en castellano-español.  Como llamaré Bilbao, Vizcaya y Coruña, faltaría más. Y sencillamente porque la mejor demostración de cómo hacer las cosas en los tiempos en que nos movemos es la reducción al absurdo. Y eso que los catalanistas empezaron la crispación muchos años ante de que Zapatero, el presunto de los dictadores venezolanos y el por llamarlo de algún modo “comunicador” Gabilondo conocieran el llamado “método de la tensión” para conseguir y mantenerse en el poder.

De la tensión de Zapatero hemos llegado a la crispación de Sánchez, su fiel seguidor. Y así estamos.  Tirándonos fango como diría el marido de Begoña, mientras ellos disfrutan de un envidiable nivel de vida.

Y el absurdo está tan presente que muy pocos reparan -o quieren reparar- las incongruencias de estos aficionados a dictadores.  ¿Se han parado a pensar como escriben los catalanistas el nombre de la ciudad de New York?  Efectivamente, la han transformado en Nova York, al decirlo y escribirlo en catalán.  Entonces ¿por qué cuando escribimos en castellano-español debemos traducir los nombres en sus respectivas lenguas de origen?

Si todos estamos de acuerdo en escribir New York en inglés y americano, Nueva York en castellano-español y Nova York en catalán, ¿por qué no escribir Mahón en castellano-español y Mahó en menorquín?

Hay mucho de absurdo, seguro.

PUBLICADO EL 28 DE NOVIEMBRE DE 2024, EN EL DIARIO MENORCA.