Uno, por sus años, ya es escéptico a estas cartas a sus majestades. Y más, cuando el poder de la letra castellana los ha dejado en minúscula. Lo que no podrán –de momento- ni políticos ni académicos, es erradicar aquella ilusión que, aún a día de hoy, invade la fantasía de los más pequeños.
Otra cosa será que la tan cacareada educación por la ciudadanía, obligue a desmontar tanta fantasía fabricada en creencias religiosas. También es cierto, que en este tema, la asignatura de marras se verá contrarrestaba y combatida, ya no por temas ni creencias religiosas, sino por el más puro y elemental sentido del mercantilismo y consumismo, y en este campo, ni gobiernos ni educaciones para la ciudadanía, tienen poco margen que recorrer.
Y amparado en esta tierra de nadie, en la que la tradición sigue manteniendo costumbre, me dirijo a estas majestades ya en minúsculas. Mi carta, pública y sin estampa, es muy sencilla. Tan sencilla como los tiempos que corren. Sin grandes esperanzas, sin frustraciones si no llegan, sin rencores y sobre todo, con pocas pretensiones materiales.
Y el problema actual es el material. También es verdad que sin “material” el consumismo sería otro. O ninguno. Y sin consumismo no existirían muchas cosas. Incluso ustedes mismos, majestades, habrían sucumbido a la modernidad. Y sin intereses no habría movimiento humano, y por supuesto, entidades bancarias. Tal vez, incluso habría menos corrupción, menos crisis, menos frustración. O tal vez, todo sería crisis, desconocida sí, pero crisis al fin y al cabo. Y habrá que buscar el equilibrio, el ralentí, la desaceleración si cabe, para encuadrar la fotografía del momento al marco prediseñado.
Al menos, preparados ya estamos, o este parece ser el sentir de los últimos días. Se nota en el ambiente que el ciudadano de a pié, e incluso el de monopatín, sus deseos para el 2011 son mucho más contenidos, muy al contrario que el del político de turno y del aspirante a serlo.
En dos palabras, el ciudadano de a pié e incluso el de monopatín, resume todas las necesidades habidas y por haber: trabajo y salud. Incluso la salud pasa a un segundo plano. Atrás quedaron las ilusiones de comprar un piso, un coche nuevo, un televisor o una play station, Borradas quedaron aquellas compras aplazadas y en los hogares se han instituido los comités económicos en crisis que en nada se asemejan a los llamados gabinetes de crisis ni otras parecidas chorradas lingüístico-políticas.
Trabajo y salud, salud y trabajo, son fáciles de escribir y pedir. Tan fácil pedir como difícil otorgar. Y en vuestras manos, majestades, en minúscula por decreto de las autoridades lingüísticas, está el que la llama de la ilusión, al menos por una noche, también alumbre a estos siempre niños, aunque ya mayores, que forman los comités económicos en crisis de cada uno de los hogares.
Y este es mi deseo, y el de muchos otros. Que esta llama encendida durante la noche mágica, perdure en el tiempo, que se mantenga encendida durante el año 2011, y que las frustraciones no alcancen invadir nuestras mentes.
Y ya puestos a pedir, un reto personal: inspiración. A quien esto escribe -quien también de tanto en tanto se mueve por intereses personales- no le vendría nada mal, un regalo de inspiración. Por acopio, nada más. Por aquello de si suena la flauta y el tal Rodríguez que rige y decreta sobre nuestros designios, decide marcharse de nuestras vidas, de nuestras pesadillas, de nuestra crisis.
Y si no, con un simple trozo de carbón, me conformo. Con venderlo a las eléctricas, seguro que me ahorro la subida de la luz. Y si es dulce, mucho mejor. Al menos la tradición se mantiene. Y eso, ya empieza a ser difícil en una sociedad como la nuestra.
Otra cosa será que la tan cacareada educación por la ciudadanía, obligue a desmontar tanta fantasía fabricada en creencias religiosas. También es cierto, que en este tema, la asignatura de marras se verá contrarrestaba y combatida, ya no por temas ni creencias religiosas, sino por el más puro y elemental sentido del mercantilismo y consumismo, y en este campo, ni gobiernos ni educaciones para la ciudadanía, tienen poco margen que recorrer.
Y amparado en esta tierra de nadie, en la que la tradición sigue manteniendo costumbre, me dirijo a estas majestades ya en minúsculas. Mi carta, pública y sin estampa, es muy sencilla. Tan sencilla como los tiempos que corren. Sin grandes esperanzas, sin frustraciones si no llegan, sin rencores y sobre todo, con pocas pretensiones materiales.
Y el problema actual es el material. También es verdad que sin “material” el consumismo sería otro. O ninguno. Y sin consumismo no existirían muchas cosas. Incluso ustedes mismos, majestades, habrían sucumbido a la modernidad. Y sin intereses no habría movimiento humano, y por supuesto, entidades bancarias. Tal vez, incluso habría menos corrupción, menos crisis, menos frustración. O tal vez, todo sería crisis, desconocida sí, pero crisis al fin y al cabo. Y habrá que buscar el equilibrio, el ralentí, la desaceleración si cabe, para encuadrar la fotografía del momento al marco prediseñado.
Al menos, preparados ya estamos, o este parece ser el sentir de los últimos días. Se nota en el ambiente que el ciudadano de a pié, e incluso el de monopatín, sus deseos para el 2011 son mucho más contenidos, muy al contrario que el del político de turno y del aspirante a serlo.
En dos palabras, el ciudadano de a pié e incluso el de monopatín, resume todas las necesidades habidas y por haber: trabajo y salud. Incluso la salud pasa a un segundo plano. Atrás quedaron las ilusiones de comprar un piso, un coche nuevo, un televisor o una play station, Borradas quedaron aquellas compras aplazadas y en los hogares se han instituido los comités económicos en crisis que en nada se asemejan a los llamados gabinetes de crisis ni otras parecidas chorradas lingüístico-políticas.
Trabajo y salud, salud y trabajo, son fáciles de escribir y pedir. Tan fácil pedir como difícil otorgar. Y en vuestras manos, majestades, en minúscula por decreto de las autoridades lingüísticas, está el que la llama de la ilusión, al menos por una noche, también alumbre a estos siempre niños, aunque ya mayores, que forman los comités económicos en crisis de cada uno de los hogares.
Y este es mi deseo, y el de muchos otros. Que esta llama encendida durante la noche mágica, perdure en el tiempo, que se mantenga encendida durante el año 2011, y que las frustraciones no alcancen invadir nuestras mentes.
Y ya puestos a pedir, un reto personal: inspiración. A quien esto escribe -quien también de tanto en tanto se mueve por intereses personales- no le vendría nada mal, un regalo de inspiración. Por acopio, nada más. Por aquello de si suena la flauta y el tal Rodríguez que rige y decreta sobre nuestros designios, decide marcharse de nuestras vidas, de nuestras pesadillas, de nuestra crisis.
Y si no, con un simple trozo de carbón, me conformo. Con venderlo a las eléctricas, seguro que me ahorro la subida de la luz. Y si es dulce, mucho mejor. Al menos la tradición se mantiene. Y eso, ya empieza a ser difícil en una sociedad como la nuestra.
enero 2011