Música, comitiva, aglomeración y sobre todo, festividad. El ambiente era festivo y el pueblo estaba presente. Por primera vez en mis cuarenta y tantos, aterricé un día de Sant Antoni por tierras ciudadelanas. Más que ciudadelanas, menorquinas. Allí, entre tanto bullicio, había representación de cada rincón de Menorca. De cada rincón de a pié, me refiero.
Eché en falta más entusiasmo a la salida de la Catedral, repique de campanas, y sobre todo más música…., pero incluso sin todo ello, bien valía la instantánea. Aunque la misma pareciera pretérita. Una visión a la que sólo le faltaba el palio bajo en que cobijarse nuestros mandatarios. Y es que por sólo ver la alegría que se desbordaba en sus rostros, bien valía aquella espera, aquella ida, aquel retorno.
El almanaque lo señalaba en rojo y las corbatas sustituían a aquellas panas que en pocos meses saldrán de los más recónditos lugares. La Catedral, por unas horas, aglutinaba a los devotos y a las autoridades. Y tras la imagen del Santo Patrón, todos juntos en unión. Cara sonriente -casi todos- y de a dos.
La comitiva inicia el recorrido. En su interior se encuentra representada la mayoría de aquella Menorca que a su vez, les espera al final del recorrido. Llega el segundo momento clave de aquella mañana. La alocución es escuchada hasta que los “tres tocs” rompen en aplausos. Y punto final. La alocución sigue su parlamento, la representación trajeada sigue su recorrido de retorno, el gentío rompe filas y la fiesta se dispersa. Los rostros mantienen su gesto. La mayoría –no todos- mantiene su simpática faz. Y uno, duda de tanta alegría.
¿Festividad u orgullo? ¿Sincera o postiza? Sin duda, la respuesta será diversa y variable. Tanto, como personalidades había en la misma. Un estudio descubriría tal vez, los motivos y las causas, las verdades y las no verdades.
Me imagino la encomienda de un estudio para tal menester. Me imagino la institución pertinente desprendiéndose de cinco, diez o treinta mil euros para la confección de tal estudio. Me imagino un pleno extraordinario dando lectura del mismo. Me imagino más caras serias que las actuales. Me imagino …., que todo ha sido un sueño.
Me preparo para el retorno. De momento me sale más rentable el uso del turismo que pagar los billetes de ida y vuelta desde Ciutadella. Y el aeropuerto, con el cinco por ciento de descuento, aún no sale a cuenta, aunque primero tienen que construirlo y después gestionarlo. Y mientras, nuestros impuestos sufragan el AVE, las autovías y demás primeras necesidades de nuestros compatriotas ultramarinos.
De vuelta, tu sentimiento menorquín va ganando enteros. Aunque hayas echado en falta más ruido, más música, más entusiasmo y menos sonrisas.
Eché en falta más entusiasmo a la salida de la Catedral, repique de campanas, y sobre todo más música…., pero incluso sin todo ello, bien valía la instantánea. Aunque la misma pareciera pretérita. Una visión a la que sólo le faltaba el palio bajo en que cobijarse nuestros mandatarios. Y es que por sólo ver la alegría que se desbordaba en sus rostros, bien valía aquella espera, aquella ida, aquel retorno.
El almanaque lo señalaba en rojo y las corbatas sustituían a aquellas panas que en pocos meses saldrán de los más recónditos lugares. La Catedral, por unas horas, aglutinaba a los devotos y a las autoridades. Y tras la imagen del Santo Patrón, todos juntos en unión. Cara sonriente -casi todos- y de a dos.
La comitiva inicia el recorrido. En su interior se encuentra representada la mayoría de aquella Menorca que a su vez, les espera al final del recorrido. Llega el segundo momento clave de aquella mañana. La alocución es escuchada hasta que los “tres tocs” rompen en aplausos. Y punto final. La alocución sigue su parlamento, la representación trajeada sigue su recorrido de retorno, el gentío rompe filas y la fiesta se dispersa. Los rostros mantienen su gesto. La mayoría –no todos- mantiene su simpática faz. Y uno, duda de tanta alegría.
¿Festividad u orgullo? ¿Sincera o postiza? Sin duda, la respuesta será diversa y variable. Tanto, como personalidades había en la misma. Un estudio descubriría tal vez, los motivos y las causas, las verdades y las no verdades.
Me imagino la encomienda de un estudio para tal menester. Me imagino la institución pertinente desprendiéndose de cinco, diez o treinta mil euros para la confección de tal estudio. Me imagino un pleno extraordinario dando lectura del mismo. Me imagino más caras serias que las actuales. Me imagino …., que todo ha sido un sueño.
Me preparo para el retorno. De momento me sale más rentable el uso del turismo que pagar los billetes de ida y vuelta desde Ciutadella. Y el aeropuerto, con el cinco por ciento de descuento, aún no sale a cuenta, aunque primero tienen que construirlo y después gestionarlo. Y mientras, nuestros impuestos sufragan el AVE, las autovías y demás primeras necesidades de nuestros compatriotas ultramarinos.
De vuelta, tu sentimiento menorquín va ganando enteros. Aunque hayas echado en falta más ruido, más música, más entusiasmo y menos sonrisas.
PUBLICADO EL 22 ENERO 2011, EN EL DIARIO MENORCA.