Cuando las tareas diarias me
permitan engendrar el libro que uno lleva en mente, será sobre lo humano y lo
divino, sin duda. Ni memorias ni
autobiografías, ni nada que se le
parezca. Divagaciones al aire
y cada cual que saque su
conclusión. ¡Que funcione el cerebro!
El ensayo, la “ciencia sin prueba
explícita” como diría Ortega y Gasset, hace años que ronda y acumula nuevas aportaciones y rechaza
de antiguas. Sesenta y seis meses
son pocos o muchos, según se mire, para llevar el engendro a término.
Quienes sí lo han parido ya -y vaya
parida- han sido algunos de nuestros
jubilados políticos y alguna que otra
princesa de pueblo bajo. Y digo
jubilados, por decir algo. Ya no
ensayos, sino memorias o en forma
auto-biográfica. Y es que el egocentrismo es un virus de difícil
erradicación. Solbes acusa a Zapatero
de no hacerle caso y de prolongar por eso mismo, la crisis. Zapatero niega que Solbes le advirtiera de la crisis. Y Aznar, pues
como Juan Palomo.
Y uno no acaba de entender, cómo
gente tan inteligente y tan todo,
que según ellos, cada uno por separado
hubiera arreglado España y parte del extranjero, no lo hicieran. Y además de no hacerlo, tampoco pasaron
testigo a otros, para que lo intentaran.
¿Por qué si uno tiene la solución, no dejan a otros que la apliquen? ¿Acaso sólo trabajan para “su”
historia y no para el futuro? Y la
historia, es pasado.
Tan pasado como ellos mismos,
aunque no lo acepten. De sus
autobiografías, de sus memorias, sólo
obtendremos las pautas, los índices, para que historiadores de verdad, cuando
muchos archivos estén desclasificados, cuando muchos seguidores ya no
estén comprometidos por la causa, cuando
muchos testigos ya no tengan miedo de no
salir en la foto, puedan empezar a analizar qué es lo que realmente sucedió.
Si pasados casi ochenta años, aún
no sabemos lo que ocurrió en nuestra
contienda, ¿cómo creernos la versión de algunos de nuestros políticos de hace menos de una década, cuando sus protagonistas siguen vivos y
coleando? ¡Y cuando todavía estamos
inmersos en ella!
Sin duda, una autobiografía es como
un epitafio o una cena de jubilación.
En ambos siempre se alaba al
protagonista, merecidamente o no. Y en
este caso, además actuando como juez y
parte. Parte necesitada. De gloria y de calificativos que el pueblo,
de momento, les niega.
Aunque el morbo, sin duda aupará
las ventas. Y sino, que pregunten a la
del pueblo, que es portada en revistas.
Menos en algunas, claro.
PUBLICADO EL 28 NOVIEMBRE 2013, EN EL DIARIO MENORCA.