LA SENTENCIA PAROT


Suena fuerte, pero así ha sido. Han tenido que venir del extranjero a decirnos lo que aprenden los alumnos de primero de Derecho en su primer día de clase: la irretroactividad  penal.  Y por esta decisión de Estrasburgo, más de una cincuentena de asesinos  se está yendo a sus casas.

Y es duro, muy duro para los familiares de las víctimas, que un asesino sin escrúpulos, sin ningún miramiento por los derechos humanos, recurra a estos mismos, para salir en libertad.

De todos modos, este adelanto en la puesta en libertad, sólo ha hecho anticipar  la polémica.  En  el promedio de unos cinco años, algunos ya estarían en la calle de no haber intermediado este alto tribunal.  Y seguirían pareciendo pocos los años pagados por la ejecución de decenas de vidas.

Y al Gobierno y a la oposición, bien les habrá venido esta sentencia.  Les soluciona en parte, de haberlas, las siempre negadas negociaciones de paz con el entorno etarra.

Y los habrá quienes  buscarán culpables en todo ello.  Y no habrá  que buscarlos en este u otro Gobierno, ni en los jueces ni en los fiscales.   El culpable, si lo hay, es de la sociedad en sí, por permitir que las sentencias y la aplicación de éstas sean irrisorias, benévolas e hipócritas.

Se habla mucho de la tendencia a la reinserción, pero pocos son los que  se reinsertan, o que han querido reinsertarse.  También es cierto que las condiciones carcelarias y el ambiente societal tampoco favorecen a ello, pero son los presos quienes deben poner de su parte, y no al revés.  ¿Qué pasaría si con la excusa de la crisis que nos afecta a todos, muchos nos dedicáramos a robar en el comercio vecino?   Recurrir a lo fácil no debe ser la solución ni mucho menos, la excusa.

 

Y en España pecamos de hipócritas y de irresponsables.  Nos falta  cultura social y ética.  Palabras como las de “copiar y pegar”, defraudar, escaquearnos y sobre todo el uso de la labia, son constantes atributos de los que hacemos uso. Y abuso. Vivimos constantemente buscando el vacío legal y el engaño.  Y el Gobierno de turno, en vez de castigar al culpable, castiga a todos: congela salarios, peligran las pensiones, sube  los impuestos….

Y  en este ambiente enrarecido y falto de miras, el legislador hace de la ambigüedad y el vacío, su norma, y deja como no, que sean otros que la interpreten.  Su falta de profesionalidad desvía su problema hacia otro estamento del Estado.

¿Se habrían dejado de ambigüedades  si en el 23F los tiros en vez de ir al techo hubieran ido a los escaños? 
 
PUBLICADO EL 14 NOVIEMBRE 2013, EN EL DIARIO MENORCA.