SE VENDE ESTADO


Se vende Estado, sí, y no precisamente el del bienestar ni nada que se le parezca, que éste ya lo hemos perdido.  Y sin nada a cambio.  Me refiero a tres de los pilares que aguantan aún hoy al Estado que desde pequeños hemos convivido unos, y que conquistaron los más mayores.

La educación, la sanidad y la seguridad, pilares que uno creía imposible su desmoronamiento, dan signos de caminar hacia un destino diferente  al significado que le damos en un Estado moderno.  La venta o desamortización en su día de las grandes empresas públicas –comunicaciones, bancarias, navales y eléctricas- fue señal de alerta ya no de una mala gestión en lo público, sino de un siempre presunto trato de amiguismo entre el poder gobernante y el empresariado leal.

Han pasado años, talantes y caretos, pero la filosofía sigue siendo la misma. Vender barato y aumentar costes al contribuyente. Y uno, ignorante en todo lo relacionado con la sociedad, se pregunta: si una empresa pública presenta déficit y es vendida, traspasada o simplemente concesionada a la empresa privada, y éstos aumentan el precio del producto y la hacen rentable, ¿por qué no aumenta el Estado  como propietario de la empresa, el precio del producto y se queda con el beneficio empresarial?

Las preguntas podrían seguir, enunciado tras enunciado.  ¿Qué o quiénes  están o han estado detrás de las empresas adjudicatarias?  No son jueces  ni  fiscales quienes nos responderán a la pregunta. Será, como no, el periodismo de investigación –y sólo de algún medio- quien levante  la liebre.  Y eso sí, hasta que el humo  lo difumine.

Quedarán otros dos pilares intactos, de momento.  La Justicia y la clase política.  Me imagino –la imaginación aún no declara impuestos- una justicia privada que se autoabasteciera de las sentencias dictadas.  Me imagino el aumento del importe de las multas dictadas y las negociaciones por sustituir las penas de cárcel –siempre es un coste añadido la  manutención y el mantenimiento de los recintos- por penas de multa. 

Y me imagino –aunque tal vez llegue tarde-,  una clase política privada. Una clase política que se autofinanciara por la toma de sus decisiones, sus ventas, sus compras…

Y dicho lo dicho, he dejado para el final, la mejor venta que beneficiaría a todos los españoles.  ¿Por qué no vendemos Cataluña  a los catalanes?  ¿O se la alquilamos? Se acabarían traspasos del IRPF y demás conciertos económicos.  Cataluña pagaría un alquiler anual, y tan felices. 

Y en caso de impago, los desahuciamos.
 
PUBLICADO EL 19 DE DICIEMBRE DE 2013, EN EL DIARIO MENORCA.