La semana pasada vino con
sobresaltos. Niza fue objetivo de un presunto loco –uno ya usa el término
presunto hasta con los declarados confesos, no sea que alguien se dedique a
reclamar judicialmente- y otros presuntos idos aplaudieron la muerte de un
torero por cornada de toro. La distancia
que separa unos y otros es de consideración, pero en el fondo late una
violencia, sea esta real o verbal, que se aleja del talante que muchos de nosotros
desearíamos.
Lo bueno del caso es que
algunos, en privado serán incapaces de expresar tales odios, mientras que en
comparsa aumenta su potencial violento.
Y en otros ocurrirá todo lo contrario.
En privado manifestarán su intransigencia, y cuando elevan su presencia
a lo políticamente correcto, su talante se vuelve más moderado.
Intransigencia y
moderación puede que sean términos que
se necesiten, siempre y cuando la segunda gane el combate. De lo contrario nos redirigiremos a una
dictadura llámese ésta del pueblo, del populacho o simplemente del poder
legalmente instituido. Y si mala una, mala la otra.
Turquía también nos ha
dado un sobresalto. Y tal ha sido la
confusión, que uno ya no sabe si el resultado es bueno, malo o peor. Otro sobresalto nos vendrá de Europa cuando
nos castiguen a más recortes. Uno ya
mira al Reino Unido y se mira el ombligo. ¿Qué dirían las urnas si los
españolitos y asimilados abriéramos la boca?
Quien en cambio sí se ha
beneficiado de los recortes es el cura mallorquín condenado presuntamente por
abusar de una monaguilla. De los
cuarenta y tantos años que le pedían en un primer momento, tras los recortes de
rigor previo trato con el fiscal, le han quedado unos míseros seis años.
Otra noticia judicial
salta a la portada cuando la familia de la periodista fallecida tras ser
atropellada, denuncia que se han visto presionados para aceptar un
acuerdo. Otra presunta duda más, en
estos tratos de rebaja.
Y el título de hoy, nada
tiene que ver con el antónimo de todo este desaguisado. Ni el paraíso del loco al volante de un
camión, ni de aquellos que viajan con los papeles de Panamá. El título es mucho más sencillo. Ni tampoco importa uno referirse a nuestra
Menorca que en estas fechas, de paraíso no tiene ni una piedra, sino sólo
propaganda.
El paraíso está en
nosotros mismos. En saber dar al
interruptor, apagar toda conexión con el exterior, y vivir en armonía con uno
mismo. Despedirse por un rato del
quehacer diario, del reloj, del
bullicio, del coche y sobretodo,
del gentío.
PUBLICADO EL 21 DE JULIO DE 2016, EN EL DIARIO MENORCA.