SIAM LLORA

Pues sí, el reino de Siam llora.  Sus súbditos, más bien.  Algunos de ellos, diríamos mejor.  Por un momento me acordé de aquella televisiva larga cola que esperaba para desfilar delante del cadáver del Caudillo.  Y  uno, con la perspectiva de la lejanía tanto en el tiempo como en la distancia física, no puede evitar que se le escape una sonrisa.  Una sonrisa burlona, claro está.

Son diferentes culturas.  Y sobre todo, diferentes épocas y ritmos de vida. Mientras por aquí estamos cuestionando verdades y mentiras en clave filosófico-religioso, mientras intentamos negar posibles existencias divinas, por aquellas tierras de sonrisa perenne lloran la muerte de su rey investido de deidad.  Un rey quien, para sus súbditos, se encerraba en el laboratorio y modificaba semillas para así hacer más próspera su nación, eso sí, mientras el heredero –ahora rey- iba de flor en flor.

Lo  que uno ya no sabe, ni los noticiarios del NODO tailandés han explicado, es si aquel desafortunado obrero que en su día hiciera un comentario sarcástico sobre la mascota real -y que sufrió castigo por ello-, se encontraría entre quienes lloraban la muerte de Rama IX o estaba simplemente con los otros.

Y los otros, aquellos que no tienen por qué ser del amarillo –ni del verde gobernante-  también deben existir.  Como nosotros, algunos españoles y asimilados, que ni siendo rojos, ni azules, ni morados ni anaranjados, ni mucho menos estelados, también existimos, aunque de momento permanezcamos acallados y en silencio.

Me imagino la también sonrisa burlona –sarcástica, por qué no- de estos otros que desde el exterior, ante  la visión de algún noticiario documental nuestro, deben poner.  Porque España puede que no exista para los españoles y asimilados, pero en el exterior seguro que existe y también provoca incredulidad al comprobar cómo, por mucha corrupción, por mucha mentira, por mucho que el Banco de España diga que debe lealtad al Gobierno de turno, seguimos prestando pleitesía a una deidad corrupta y a unos candidatos y a unos  representantes potencialmente defectuosos.

Y no tan sólo les prestamos pleitesía sino que incluso les pagamos sus retiros dorados, sus paros forzosos, sus viviendas, sus potenciales vicios y  como no, sus viajes.  Y todo eso que para nosotros es normal, que de ninguna manera  nos causa sonrojo alguno y sólo recibe la callada por respuesta, para ellos les debe también causar una sonrisa burlona.  Una carcajada, más bien.


Para llorar, vamos.  Y sin cuerpo presente.


PUBLICADO EL 20 DE OCTUBRE 2016, EN EL DIARIO MENORCA.