La sentencia del caso Noos creo
que habrá sorprendido a pocos. Otra cosa
es que a muchos nos hubieran
gustado unas condenas elevadas y más por
aquello de la ejemplaridad, pero casi nunca suele pasar, porque una cosa es el
deseo de muchos, y otra muy distinta, la interpretación que se haga de la ley.
Casos como estos me devuelven a
treinta y tantos años atrás, cuando en el primer juicio que asistí, el juez
absolvió al acusado por falta de pruebas, cuando éste en el acto del juicio
oral incluso había admitido los hechos de los que se le acusaba. Y la
interpretación del juez en la sentencia
fue que uno no puede declarar contra sí mismo.
Tras aquello, a uno ya nada le sorprende.
Tampoco hay que remontarse a
tantas décadas. Los titulares de la
página de sucesos, son suficiente ejemplo de ello. Comparamos las peticiones previas de la
fiscalía ante cualquier juicio y tras la publicación de la sentencia, éstas han
pasado por las rebajas de enero, febrero, julio y octubre.
Lo curioso del caso es que esta
vez, de trato, ha habido poco. Y que la
petición de la fiscalía, seguía siendo elevada en cuanto a los principales
acusados. Alguien falló – o mal
interpretó-, sin duda. Y no me refiero
precisamente al “fallamos” de la sentencia.
Ahora, cada cual hará su
interpretación propia, sesgada, interesada e incluso manipulada. Los partidos políticos contrarios al régimen
monárquico, posiblemente, los más. Pero
una cosa es ir a favor o en contra del sistema monárquico, y otra muy distinta
es aceptar disposiciones arcaicas por aquello de la tradición.
Es de suponer que, a día de
hoy, la inmensa mayoría del electorado
–sean o no monárquicos- no aceptarían bajo ningún supuesto que la jefatura del
Estado recayera sobre la infanta Cristina.
Dicho esto, la norma –la Constitución- debería reescribirse a fin de que
ello no fuera posible. Y de paso, ya que
estamos, suprimir algunos privilegios que han quedado en la cuneta de la vía
democrática. Casos como la prevalencia del varón sobre la mujer y
la diferencia textual entre la reina
consorte y el consorte de la reina, también podrían ser rectificados.
I ja que hi som arreglar algunos desaguisados tanto en el tema
autonómico, como en el funcionamiento de las instituciones políticas. Vamos, una puesta a punto con todas las de la
ley: un cambio de aceite, de ruedas, el radiocasete por un compacto, y sobretodo un pulido de la carrocería.
Seguro que de todo, el problema
en sí, vendría con la elección del color final.
PUBLICADO EL 23 DE FEBRERO DE 2017, EN EL DIARIO MENORCA.