Jueves
Santo, día en que celebramos la institución de la Eucaristía. Y también la oración en el huerto de
Getsemaní, la traición de Judas y el prendimiento de Jesús. Y uno se pregunta
¿ha cambiado algo desde entonces?
Por
suerte nuestra, mucho. Nos hemos
–sobretodo- civilizado. Pero Judas,
sigue estando entre nosotros para recordarnos que el mal, la traición, sigue
existiendo. El egocentrismo y otras
desviaciones psíquicas están demasiado presentes en nuestra vida cotidiana.
Y
digo nuestra vida cotidiana, porque muchos de nosotros somos actores pasivos –sufridores
netos- de estas desviaciones psíquicas de quienes de alguna u otra forma,
conviven –nos vemos obligados a convivir- en nuestro entorno. Lo vemos en cada telediario, diariamente en
cada medio de comunicación, mientras conducimos, cuando entramos en un
comercio, y muchos, incluso seguro que lo padecen en sus puestos de trabajo.
¿Quién
no ha tenido, tiene, o conoce de algún coincidente –me resisto a llamarlos
compañeros- que encaja a la perfección con el perfil de persona tóxica? ¿Quién no se ha planteado alguna vez de que
los “malos” siempre ganan? ¿Quién no ha dudado en si es rentable o no, ser
buena persona y ha pensado en cambiar de bando?
Las
cosas han cambiado, sí. Pero el Judas
del siglo XXI no se quita de en medio tan fácilmente. Y no es que no se quite él, sino que cuesta a
veces, que lo quiten otros. ETA da un paso más, y entrega armas y
zulos. Y seguro que alguna formación
política, va, aplaude el gesto y solicita recompensa, gracia y reconocimiento.
Vivimos
en una sociedad en continuo cambio. El asesino, el maltratador, el ladrón, el
traficante, acaban condenados, sí; aunque muchas veces esta condena no acaba en
la cárcel.
El
personaje tóxico sigue con su dictado.
Su palabra es la ley, dirá la canción.
Su manía, su locura, su mentira, su egoísmo, su sicopatía, impondrá la
renegociación de las normas de la no convivencia en su entorno. Es el egocentrismo referenciado.
Es
el nuevo Judas del siglo XXI. Un Judas
al que muchos temen, y otros, simplemente, l@ evitan. Y de momento, aunque los “buenos” no pierdan,
dejan de ganar. Y los “malos”, aunque no
ganen, por lo que nos dice la experiencia, nunca pierden.
Es
el equilibrio impuesto por las mentes conversas, entre el bien y el mal. Que ya lo dicen aquellos guasones versos –en
palabras de Arturo Pérez-Reverte- “vinieron
los sarracenos / y nos molieron a palos, /
que Dios ayuda a los malos, / cuando son más que los buenos”.
PUBLICADO EL 13 DE ABRIL DE 2017, EN EL DIARIO MENORCA.