Nuestra mente está viciada.
Manipulada, diría más bien. Cuando nos
hablan de desigualdades, nuestros dardos de raciocinio se dirigen a las siempre
presentes desigualdades entre géneros, sobre todo en cuanto al tema laboral. Y como no, en el lenguaje. Vamos, que aquello que un cargo público sea
una carga pública, lo deja todo patas arriba.
Ahora bien, hay más. A Arturo Valls lo pusieron en la diana por sus comentarios en
la gala de entrega de los premios Goya.
Poco a poco España se va pareciendo más a una república
bolivariana. Lo hemos visto en Cataluña
con todo el vergonzoso espectáculo que están dando los independentistas. Lo vemos a diario con las opiniones que se
desvían de la línea trazada por la mal
llamada mayoría social. Vamos, que si
uno no comulga conmigo sin duda está contra mí.
Y que el género nos hace desiguales
es algo científico y como no, estadístico.
La noticia saltaba la semana pasada cuando a los hombres nos daban una
de cal y otra de arena. En una década
nuestra esperanza de vida había aumentado en cuatro años. Bien. Las arcas de
las pensiones se vaciarán más rápido, piensa uno. Acto seguido, nos dicen que vamos –seguimos
yendo- tres años por detrás de las mujeres.
Bien por ellas. Pero no contento
uno, piensa que habrá que empezar a dirigir los dardos contra las estadísticas
por aquello de discriminarnos por el género.
Y mientras hablamos de hombres y
mujeres y viceversa, nadie habla de las desigualdades que se da en el tema del
catalán, del alquiler turístico y de cualquier otro tema que afecta tanto a
mujeres como a hombres.
El catalán en la administración
afecta a los médicos y a enfermeras que deben presentarse a las oposiciones, no
porque sean médicos o médicas, sino porque son pocos y pocas. L@s auxiliares de enfermería que son much@s,
en su día nada de nada. Es el poder de
las minorías. No sé, pero eso de las minorías me suena a dictadura. O a
chantaje, vamos. Y eso que no quiero
pensar en partidos nacionalistas. Que de
hacerlo, ya me imagino fusilado al
amanecer.
Los alquileres turísticos otro que
tanto. En chalets urbanos y en urbanizaciones, permitido. En núcleos costeros, también. En viviendas urbanas, prohibido. Vamos, que los ricos con chalet, más
ricos. Siguen siendo minoritarios, pero
poderosos. Y en ambos sentidos. Los pobres, más pobres, y eso que son
mayoría, aunque no parlamentaria.
Y ya por no hablar de las bajas
médicas y curaciones espontáneas. Sino
que se lo pregunten a Julián Muñoz. Y
otros.