“Traten otros del gobierno / del
mundo y sus monarquías, / mientras gobiernan mis días / mantequillas y pan
tierno ....” escribía Luis de Góngora en su Ándeme yo
caliente. Hoy en día, lo que diga la
gente nos importa y mucho. Sus
comentarios, sus decisiones, sus “ríase la gente” influyen en nuestro
quehacer diario, y como no, en nuestras tomas de decisiones. Algunos –eso sí – podrán abstraerse de ello,
bien por ser ellos el poder, o por no necesitar de él. Pero la mayoría padecemos de ellos, y a causa
de ellos.
Estos días la noticia es la
regulación del negocio del alquiler turístico.
La excusa, la falta de una bolsa destinada para el alquiler de viviendas
a residentes. La sospecha, la queja del
sector hotelero por la competencia hacia ellos.
La realidad, menos inversión en viviendas y aumento de precios
hoteleros.
Se regula el acceso motorizado a las
playas con un criterio medioambiental y de presión demográfica en zonas
protegidas. Se regula el número de
plazas hoteleras por este mismo criterio. Se regula el número de amarres y
fondeos en las zonas de protección. Todo
ello acorde a unos principios correctísimos de protección medioambiental de
nuestra roqueta. Es más, el derecho
medioambiental está en la Constitución. Es un mandato constitucional, que como
todo mandato, se tiene que aceptar y hacer cumplir, por unos y por otros,
claro.
Y la Constitución habla también del
derecho a la vivienda. Y por eso mismo,
también regulan lo uno y lo otro. Nada
dicen que hay que proteger al propietario de los impagos, de los daños y
demás. Nada dice de los deberes.
Derechos, derechos y más derechos.
¿Y del derecho y del deber al
trabajo? ¿Y el derecho a la sanidad? ¿Y el derecho a la educación? También están en la Constitución. Pero se
abarata el despido, se aumenta el coste de las medicinas, recortan
prestaciones, aumentan las tasas de las universidades y cada vez imponen más trabas para acceder a ellas.
¿Han pensado estos señores que
regulan el acceso a la vivienda, al turista y demás, que si regularan la
entrada de nuevos residentes a nuestra roqueta, no habría problema de vivienda,
no habría desempleo y por supuesto, la educación se encontraría menos saturada?
Priorizar lo que de verdad nos
importa a Menorca –vivienda, trabajo, tranquilidad- es trabajar por y para ella. Lo que hacen algunos con tanta regulación,
sólo es sucumbir a los deseos de un capital que ingresa lo ganado, fuera de
nuestra frontera isleña.
Una expoliación, vamos.
Y ríase la
gente.
PUBLICADO EL 1 DE FEBRERO DE 2018, EN EL DIARIO MENORCA.