“X”, LA INCÓGNITA

Iniciamos carnaval y a uno se le presenta aquella pregunta retórica de siempre, intentando descifrar cual es la realidad, si es la que sale a la calle durante estos días de careta o la del resto del año.  De niño –eran tiempos en que sólo  se celebraba  el jueves lardero y con la típica careta de cartón y los bailes de “ca’s senyors”- pensaba que la realidad era la del resto del año;  de joven  llegué a pensar que la realidad era la de estos días de desenfreno personal, pero ahora, visto como está el patio, en que ya nadie disfraza actitudes, sino más bien que las brinda como mérito, entiendo que la realidad la vivimos a diario,  esté ésta amparada con disfraz o a cara descubierta.

Estamos en febrero y sin darnos cuenta y sin la propaganda de antes –se acabó aquello del slogan de que “Hacienda somos todos”- empezaremos a entrar de pleno en la campaña de la declaración de la renta.  La rendición de cuentas, no ante el Altísimo, sino ante nuestros recaudadores de impuestos, casi al más puro estilo feudal, añadiría.  Y es que con nuestros impuestos, aunque no nos lo digan, estaremos pagando incluso el exilio dorado de Puigdemont, sus viajes, su chalet, sus acompañantes e incluso su guardaespaldas.  Pero tampoco tenemos que enojarnos por ello.  Hubo un tiempo que incluso se pagaba por el mantenimiento de los etarras deportados en Venezuela. Vamos, que viven mejor los malos, que los buenos…

Y ya que de la “X” habla el título y del IRPF el texto, mencionar que por mi parte se acabó el jugar a las quinielas en la declaración de renta.  Que se lo repartan y se lo den a quien quieran, como si se lo dan de aguinaldo a los presos de Estremera, pero no voy a marcar ninguna “X” en la casilla de asignación a fines sociales y demás. 

Y no es que no sea solidario, porque a mi manera, lo soy.  Pero lo soy con quien quiero, con quien creo que se lo merece, que lo necesita.  En mi familia somos socios de algunas ONGs, pero de las que hemos elegido nosotros. No nuestros políticos.

Ocurrió en una farmacia.  Y seguro que ocurre en muchas de ellas.  Mientras esperaba que me despacharan mis anti-tal y cual, con mis pabellones auriculares en activo y en posición de captación, escuché la desvergonzada lista de la compra de una persona que, beneficiaria de un conocido ente social –me reservo escribir el nombre-, solicitaba se le vendiera la marca más cara de cada producto, porque a fin de cuentas, lo pagaban dichos servicios sociales.


Y al final, le faltaba añadir: “lo pagáis vosotros”.


PUBLICADO EL 8 DE FEBRERO DE 2018, EN EL DIARIO MENORCA.