Escribo estas líneas cuando ETA ya
ha anunciado que hará pública su disolución y ha publicado una carta pidiendo perdón a una parte de sus
víctimas. Esta pantomima me recuerda
aquella lectura llorosa de Carlos Arias de aquel testamento político de Franco
tras su fallecimiento. “Pido perdón a
todos, como perdono de todo corazón perdono a todos quienes se declararon mis
enemigos, sin que yo los tuviera como tales”, vamos, que a los que él
consideraba sus enemigos, no los perdonó
ni muerto.
Con ETA ha pasado un tanto de lo
mismo. ETA ha sido derrotada por la
eficacia policial, por la eficacia del poder judicial, por la cooperación
internacional y por la tenacidad y testarudez de un sector político. Ni más ni
menos. Otros hubieran preferido firmar
la paz y soltar a los terroristas, también es cierto. Y subirlos a los altares, si cabe. Pero la
mayoría prefiere verlos purgando sus atroces asesinatos. ¿Acaso les van a
devolver los muertos a sus familiares?
Y uno se pregunta, ¿qué cambiará del
antes al después de la disolución? Pues no debería cambiar nada.
Los asesinos a la cárcel. Los familiares de las víctimas seguirán
llorando a sus muertos. Y algunos políticos seguirán cuestionando algunas
políticas. Ni más ni menos.
Lo sorprendente fue la entrada en
escena en esta pantomima, del clero
vasco. Salen a la palestra y también
piden perdón por las complicidades, ambigüedades y omisiones que algunos de sus
miembros cometieron en relación a la banda terrorista. Vamos que al pecar por acción u omisión, le
hemos añadido la complicidad y la ambigüedad.
Y uno se vuelve a preguntar, ¿por
qué esperaron a que ETA pidiera perdón a algunas de sus víctimas para hacer
ellos a su vez esta declaración?, ¿por
qué no lo hicieron ellos muchos años atrás?
Esta última escena me devuelve al
libro escrito por Álvaro Baeza en el año noventa y cinco, titulado ETA nació en un seminario. En su prólogo
ya anunciaba que el clero vasco debería pedir perdón por el tema vasco. Han pasado más de veinte años y al final así
ha ocurrido.
Lo triste del caso es que tras las
palabras “Lo siento mucho, no volverá a
pasar”, pronunciadas en su momento por el antiguo rey, el término perdón ha quedado un poco desvirtuado.
Vamos, que le cuesta a uno creerse lo del acto de contrición. Y por desgracia, lo que perdura y aumenta es
el típico refrán “el muerto al hoyo y el vivo al bollo”.
Vamos, que el título que quedaría bien, sería el de –con un poco
de deje de acento vasco- “ni perdón ni
ostias”.
PUBLICADO EL DIA 26 DE ABRIL DE 2018, EN EL DIARIO MENORCA.