Lo del título de hoy tiene fácil interpretación. No son las siglas de ningún partido político ni de ninguna empresa que se haya postulado para recibir las ayudas de la administración. Simplemente es un resumen, parte de lo acontecido durante esta semana y de lo que nos depara el futuro.
Las tres primeras letras del título de hoy podrían ser del Partido Popular, y su flamante nuevo presidente Pablo Casado. Pero no. Al menos en la parte que concierne al Partido Popular. La casualidad ha querido que tres de los hombres –a la mujer aún no la han dejado llegar- más poderosos del país –y está claro que no son ni la monarquía ni los empresarios- sus nombres de pila empiecen con la decimoséptima letra del abecedario. En el almanaque, el 29 de junio pronto lo tendrán que señalar de rojo y azul, por aquello de la festividad.
Pablo Iglesias, Pedro Sánchez y ahora Pablo Casado podrían encabezar una mayoría absoluta en nuestro país. Por suerte, sus mutuas simpatías imposibilitarán que ello ocurra. Y digo suerte, porque por muchas semejanzas que busquemos, cada uno tira hacia su propio redil. Jóvenes, ambiciosos, luchadores y ganadores.
La segunda parte del título, nada tiene que ver con los servicios secretos. No es el FBI ni tampoco son las grabaciones del CNI con las palabras de aquella princesa sobre aquel rey español. El FIB –que no FBI- fue al festival al que acudió nuestro presidente Sánchez en avión presidencial con esposa incluida, aunque la excusa fuera la visita al Ayuntamiento de Castellón y al presidente de la Generalitat.
Al presidente Sánchez le gusta “The Killers” –los asesinos-. La movida no fue por el nombre del grupo sino por el gasto de movilizar –supuestamente- el avión presidencial para acudir al evento.
Y claro, es que Sánchez ya sueña en vivir en una república, donde él sería el presidente y su mujer, la primera dama. Luego, el pasaje de su mujer –el de la primera dama- ya estaría más que justificado. Otra cosa es que ello colara en la opinión de sus súbditos. Porque por muy república en que se viva, los súbditos, -los electores, al fin y al cabo- también siguen opinando y castigando.
Porque si alguien no se ha llegado a dar cuenta, la única diferencia de ser o no una república es que la persona titular se vota. El resto, igual. O peor, porque la imparcialidad entre la jefatura del Estado y la del Gobierno, no existiría. A no ser, que elimináramos –en el mejor de los sentidos- a uno de ellos.
Como en los ayuntamientos, vamos.
PUBLICADO EL 26 DE JULIO DE 2018, EN EL DIARIO MENORCA.