MIEDO A LA VERDAD

Lo pasado, pasado está, dicen los de Sánchez cuando se les pregunta por el tema del rey emérito. Ahora bien, lo pasado no está tan pasado cuando lo que se les pregunta es por la memoria histórica. Y eso que hablamos de muchos años atrás. Vamos que del pasado lo que cuentan son los votos futuros. Y como siempre, como España es diferente, entre pasado y futuro, nos quedamos sin presente.

Hay unos textos que ya se han escrito y van a misa. Otros, que se están escribiendo y no quieren que la verdad aflore, y no es que la teman, sino que quieren quedar bien. Vamos, hipócritas y políticamente correctos. Tal vez, tendremos que esperar otros cincuenta años, ochenta más bien, para que alguien saque otro texto y hable del 23-F y de tanto secreto a voces.

Porque una cosa es desvelar secretos y otra hacer oídos sordos a tanto murmullo que invade nuestro silencio. Cada uno que sea responsable de sus actos y omisiones. Si la derecha no fue capaz de destapar las alfombras de palacio, mucho más sospechoso será que la izquierda no lo haga cuando las hormigas ya les dejan el rastro marcado.

Torra llega a Madrid y se va henchido de corazón, pecho y demás. Y la propaganda de su régimen lo utilizará ante la próxima reunión que tendrá lugar después del 11-S y del 1-O. España, por el contrario, calla. La orden es no provocar al cachorro. Al gato más bien. Ganar tiempo, como ya lo hiciera Zapatero con la crisis. Pero esta vez algo se cuece. Torra ya soltó la avanzadilla. Desde Catalunya ya fabrican la república. ¿La república de dónde?

Mientras, la bandera por la libertad de expresión sigue ondeando por los países bajos. Quemar fotos e incitar a matar a alguien, sólo es libertad de expresión. Adoctrinar en los centros, libertad de cátedra. Abusar y violar, dependerá de la interpretación de los togados.

Y por el contrario, el dicho tan nuestro de que “tiempos pasados fueron mejores” se considerará apología de algo aún no tipificado, pero bien por seguro que lo estará. El pasado, en borrarlo están.
Y les será fácil cambiar la versión de buenos y malos. Resucitar a Torquemada no les resultará harto difícil. Quemar los libros de historia soltando algún troyano, y nuestro disco gris con adoctrinamiento de medios será suficiente. Y quienes a pesar de todo, se atrevan a mantener los buenos malos y los malos buenos, todo el peso de la balanza caerá sobre ellos.

Menos mal que de momento, los jueces seguirán interpretando las leyes. Faltará saber pero, qué leyes.

PUBLICADO  EL  19 DE JULIO DE 2018, EN  EL  DIARIO  MENORCA.