Parece
el eslogan de turno. Si en el 68 fue el
de “haz el amor y no la guerra”, los porros y los perro-flautas, ahora aparece
por doquier el nuevo eslogan de que vivamos nuestro sueño. No hay anuncio
publicitario que desaproveche la oportunidad de incitar a soñar, no hay eslogan
ni frase machacada que no lo deje escrito por algún rincón anónimo. Vamos, que nos lo ponen fácil.
Demasiado
fácil como todo lo de hoy en día. ¡Qué
diferente hubiera sido mencionar aquello de “lucha por tu sueño”! Pero no, la sociedad de hoy no lucha, lo coge
y a correr. Bueno, sin correr, no sea
que uno se canse por el camino.
Viviremos –intentaremos vivir, más bien-
nuestro sueño. ¿Y si no lo logramos?
¿Nos frustramos, deprimimos, exigimos? Es un arma de doble filo, como todo lo
de hoy en día. Prometemos lo que los
demás quieren oír. Exigiremos la Luna y
el Sol si se tercia, y si no nos lo dan, exigiremos negociar contrapartidas a
cambio. Es nuestro sueño.
Y
habrá sueños colectivos -además de los individuales-. ¿Qué raro soñar todos lo mismo? ¿Acaso ya
pueden programar nuestro pensamiento, necesidades y apetencias? ¿O es que ya
venimos programados de serie? ¿Qué sueño tendrá prevalencia sobre el otro? ¿El
del individuo como tal, como ser supremo y libre en sí mismo, o el conjunto de
un colectivo diseminado formado por una masa multiforme y dirigido por un líder
carismático omnipotente?
¿Sabrá
la masa diferenciar entre un sueño y una pesadilla? ¿Sabrá el individuo
diferenciar entre una ilusión, un sueño, un deseo o una compleja alucinación?
Sin duda los habrá que sí –y por eso estarán en Irlanda, Bélgica, Alemania, Suiza o en Estremera –de
momento-. Otros seguirán la pesadilla en sus propias camas y esperando que
amanezca.
Amanezca,
suene el despertador, o quién sabe si aquel repentino salto que lo devuelva a
la realidad. También los habrá quienes
sueñen despiertos, en las nubes, vamos.
Sin tener tiempo de preocuparse del día a día. Los más ilusos. Los más manejables. Los más propensos a una
depresión post-sueño.
A
esos habría que decirles que vivan sus sueños, sí, pero que dejen de soñar por
otros. Que dejen el copiar y pegar, y que sueñen por sí mismos. Que no se confundan
de sueño, ni de pesadilla. Que a veces,
lo tormentoso no está en la vida externa, sino en la interna de uno. Vamos, que habría que conocer bien lo que vendría a ser un lastre para la
sociedad que lo elige, que lo mantiene y que lo sube a los altares, o un retiro
espiritual para cargar pilas.
PUBLICADO EL 5 DE JULIO DE 2018, EN EL DIARIO MENORCA