Dimito de todos los cargos políticos que pueda ostentar en el futuro, porque de momento soy, lo que se vendría en llamar, un “don nadie”. Dimito de todo y de muchos Me asquean tanto parte de unos, como parte de otros. Me quedo sólo con los integrales, aquellos que te dan fibra y no te empachan.
Me quedo con las personas y no con los personajes. Lo triste es que la política española ha invertido los papeles y hay más personajes –personajillos, más bien- que personas. Y sobre todo, buenas personas.
En la política y en segundos –terceros y siguientes- niveles de la administración -que unos no serían nada sin los otros- proliferan estos personajillos de tres al cuarto. Unos hablan, otros les escriben y los demás dictan. Así parece que funcionan actualmente las altas esferas de la administración, cuando no aparecen aquellos consabidos mentidos y desmentidos, vamos que donde dijeron “digo, ahora dicen Diego, y más adelante incluso añadirán un dijeron”.
Me asusta, pero no puedo decirlo porque políticamente sería incorrecto. Y ya se sabe, quien es políticamente incorrecto en España es un fascista. Pero este término va a cambiar. Ahora, Iglesias pretende un nuevo Frente Popular europeo –vamos, un partido único al más puro estilo del fascio –de raíces obreras- o del comunismo- con el que combatir todo lo que sea lo contrario. O sea, la otra mitad. O más.
Me asustan las manipulaciones que intentan desligar el apoyo de los podemitas catalanes con la ultra derecha nacionalista de Puigdemont. Me asustan las ansias de Sánchez con gobernar gracias al apoyo de esta ultra derecha catalana sea al precio que sea. Me asustan quienes hablan de que las pensiones de jubilación sólo estarán aseguradas si entran miles y más miles de migrantes, cuando en España sigue habiendo millones y millones de parados –que no cotizan y sí cobran la pensión de desempleo-. Vamos que las cajas son distintas y sin vasos comunicantes.
Sigo dimitiendo del futuro, porque del presente sigo siendo un “don nadie”. Y me alegro. No necesito ir manipulando la realidad para ir sobreviviendo en este espacio de tiempo y espacio. Ni engañando a los demás, ni a mí mismo.
Y soy libre. He empezado a dejar mi dependencia al citalopram. Durante este año de inseparable caminar juntos he aprendido a dar algún golpe sobre la mesa, a colgar algún que otro teléfono y porqué no, reírme de quien hipócritamente quería imponerme los puntos y las comas.
He ganado, eso sí, en personalidad. Y de ella, no dimito.
PUBLICADO EL 18 DE OCTUBRE DE 2018, EN EL DIARIO MENORCA.