En el momento de escribir la
columna desconozco cómo habrán terminado los debates televisivos de la
campaña electoral. También desconozco a día de hoy, los resultados de las urnas, dado que la bola
de cristal se encuentra en el taller de reparaciones, y España -por suerte- no
es Cataluña
.
Debo confesar y confieso que esta
campaña electoral, al menos para mí, ha sido la que menos me ha motivado. Tal vez, porque el ganador –salvo sorpresas
de última hora- ya está cantado. Y no es
que Tezanos haya hecho un buen trabajo, no.
Ni Rosa María Mateo. Ellos sólo
han jugado al despiste. Simplemente es
que han imperado los intereses partidistas sobre el interés común. Y punto.
Unos han deshecho y otros, han
recogido.
La ventaja de unos es que todavía
no han podido quemarse en tan poco tiempo de poltrona, y la desventaja de los
otros es que sus siglas están aún demasiado chamuscadas con tanto incendio mal
gestionado. Son frentes distintos del
que unos han sabido sacar rédito de los recortes ajenos, mientras los otros aún
llevan los recortes a sus espaldas. Y esto duele.
Y duele a todos: a las víctimas y a sus verdugos.
Los programas también han perdido
interés por cuanto no se cumplen, ni se exige su cumplimiento. Es más, no hay programas creíbles. La verdad no vende. Las promesas, tampoco. Pensiones, independentistas, salario mínimo, vivienda,
sanidad, educación, seguridad y código penal, derecho a la propiedad, okupación, bancos, trabajo y desempleo, migrantes….., ¿Quién debate
con argumentos, números y políticas, todo esto que realmente interesa al
ciudadano? ¿Quién es capaz de hacer creíble sus políticas?
Y ellos lo saben. Saben que las respuestas duelen y son, o bien antisociales o bien
imposibles de llevarlas a cabo sin daños colaterales aún mayores. Lo políticamente correcto no casa con la
realidad actual. Y quienes claman por lo
políticamente incorrecto, son los extremos de ambos lados. Demasiado extremos para ir juntos.
Y quienes podrían ir juntos, no
quieren. O no saben. Necesitan por eso mismo, un baño de
humildad. De pasar un tiempo echándose
las culpas uno al otro, para dentro de cuatro u ocho años, intentar de nuevo la
carrera a la poltrona.
Cuatro u ocho años en el que, los
españolitos de a pié, o bien habremos ganado o bien, perdido. Y todo gracias -o
por desgracia- de unos ineptos egoístas que sólo pensaron en primera persona.
Y esta vez, el lunes posterior,
no todos habrán ganado. Más bien, todo
lo contrario.
¡Suerte!
PUBLICADO EL 25 DE ABRIL DE 2019, EN EL DIARIO MENORCA.