CUMBRE DEL CLIMA

Dicen quienes me lo contaron que la Cumbre del Clima está siendo un éxito.  Que incluso sospechan que la mano de nuestro interino por excelencia, debe estar  detrás del rotundo éxito que viene acumulando jornada tras jornada, porque de lo contrario no entienden el apoteósico éxito.  

Me comentan  que los acuerdos y resoluciones tras tantos días de debate, son el no va más.  Y me lo creo, porque noto a mis interlocutores tan excitados como si del Black Friday se tratara.  No me cuentan mucho más.  Supongo que observan mi cara de póker que intenta, sin conseguir, disimular mi ignorancia –y mi apatía-  sobre esta cumbre.

Mientras dura el arrojo  de tanta información intento  ordenar por carpetas en mi disco duro  lo que ha sido añadido, lo que realmente ha ocurrido y lo que roza el vasallaje político.  Mucho adorno y poca credibilidad.
Me refería antes a mi apatía sobre esta cumbre, y tengo mis motivos.  Supongo que Pedro Sánchez no habrá prometido que si resulta investido dejará de usar los Falcon para ir a los conciertos, ni que tampoco los sediciosos utilizarán más plástico amarillo con que engalanar sus puentes.

Y muy por seguro que Greta, la niña estrella subida a los altares del clima, no  dejará de viajar con tren ni se dedicará a ir a la escuela, para así poder ganarse la vida sin vivir del contribuyente.

Y ya que estamos, ni  Vigo ni Madrid, se habrán comprometido a no competir por quién enciende primero la bombilla de Navidad.  ¡Las millones de bombillas!  Ni tampoco los hogares españoles dejarán de colocar el infiltrado árbol de Navidad –ya sea éste de plástico o natural-.  Plástico porque contamina, y el natural porque priva de crear un pulmón verde.

Me imagino los criaderos de estos abetos que durante tantos años crecen para el disfrute de unas pocas semanas, sin ser arrancados de su tierra, de crecer años y más años y repoblar territorios de la España abandonada.  Y  también de la España súper poblada.  Me imagino un planeta verde y azul.

Me imagino, porque no? unos ecologistas y unas ONGs que no se disgusten porque las energías alternativas se alimenten de placas solares y de aerogeneradores.  Ni que el Gobierno de turno nos imponga impuestos por usar estos mismos medios a nivel doméstico.

Ya imagino mucho. Y es que de niño, devolvías el casco de los botellines y vendías el cartón y el papel de diarios y de  revistas al chatarrero.  Ahora, pagas para que lo recojan.  ¡Y en lugares está prohibido recogerlo particularmente!


Por eso, tal vez soy apático.

PUBLICADO EL 12 DE DICIEMBRE DE 2019, EN EL DIARIO MENORCA.