“Yo también” diríamos en
España. Diríamos, porque al parecer, en
España, somos más selectivos. Cuando
empezó el movimiento Me Too en Estados
Unidos, contra los abusos –llámeseles agresión, abuso o acoso- sexuales, por parte de algunos –más muchos que pocos-
productores, directores, artistas del mundo del cine, se extendió como la
pólvora e incluso saltó el charco y afectó a muchas caras y nombres conocidas.
Nadie dudó de las palabras de
aquellas mujeres que -una a una-
denunciaban a los presuntos agresores.
Es más, nadie se atrevía a defender al presunto agresor, de quien sin necesidad de juicio, ya había sido desterrado del estrellato.
Gracias a este movimiento,
gracias a la pérdida del miedo de tantas mujeres, muchos de estos idolatrados
monstruos han caído del pedestal y han quedado señalados de por vida –y de por
muerte-. Todos no, pero.
Llegó el turno a un conocido
cantante español. La acusación del “Yo
también” le afectó cuando una mujer también se atrevió a –públicamente- relatar
su propia experiencia. La gira del
cantante por tierras americanas se vio involucrada en el escándalo y allí
parecía que acababa su trayectoria. Pero
no. España, como suele decirse, aún es
diferente. Aquí fue recibido con aplausos
y parabienes. El “Yo también” tiene dos
caras, dos varas de medir.
Mientras a los partidarios de Vox les aplican el cordón sanitario, al cantante español nadie lo destierra del
escenario. Paradojas de una hipocresía
mediática, vasalla, sumisa… Y hay más.
Dejamos el mundo del espectáculo
profesional y la noticia nos lleva a otro espectáculo, esta vez
animalista. La noticia tiene lugar en
Ibiza. Allí un grupo de activistas,
defensores, o como quiera llamárseles, de los animales, protestan por el
posible traslado de un grupo de perros podencos ibicencos hacia Mallorca, dada
la escasez de plazas en las perreras ibicencas.
La protesta se motiva porque hay temor
de que los perros sean sacrificados en Mallorca. El ayuntamiento recapacita y da marcha
atrás. En vez de los podencos ibicencos
serán trasladados un número determinado de los que denominaríamos “mil leches”.
Allí las protestas se terminaron.
El podenco ibicenco se salvó, sí o sí.
Los otros, no saben, no contestan.
Podríamos continuar sacando
nombres, hechos y más gente de la política y del espectáculo, que caminan sobre la frágil
línea que bordea el límite entre lo correcto y lo incorrecto. Del bien y del
mal.
Aunque eso de momento en España, sería una pérdida de tiempo.
PUBLICADO EL 5 DE DICIEMBRE DE 2019, EN EL DIARIO MENORCA.