Tranquilos
que no voy a hablar de fútbol. Ni de
ningún otro deporte. La verdad es que el
deporte no es lo mío. Ni otras muchas
cosas, por supuesto. Y por eso no hablo,
o al menos, lo advierto. Otros, no hacen lo mismo.
Un
equipo no tiene porqué ser sólo de deportes, aunque eso sí de trabajo. Trabajo, esfuerzo, dedicación y sobre todo,
objetivos. No hablaré de fútbol, pero sí
de dinero, de consejos de administración, de entrenadores, de jugadores, de públicos,
de socios….
Cuando
un equipo pierde se debe a causas propias o ajenas. Cuando la causa es propia, el delito es
achacable al entrenador o a los jugadores.
O a ambos. Y el síntoma aparece
antes en el vestuario que en el terreno de juego. La solución suele pasar por unos nuevos
fichajes o por el cambio de entrenador.
Y casi siempre el entrenador suele pagar el pato, al tener menor coste.
Y
no me referiré al fútbol, sino a otra cosa peor: a los políticos. No hablaré de
equipos sino de gobiernos. No hablaré de
entrenadores sino del mismísimo camarada presidente. No hablaré de jugadores,
sino de los camaradas ministros. Y no
hablaré del vestuario, sino de las reuniones del Consejo de Ministras y
Ministros.
Y
lo que parece que le falta a este equipo de gobierno estatal es equipo –valga
la redundancia-. No está cohesionado, sino todo lo contrario. El vestuario echa
humo. Toallas y colchones recién
estrenados, eso sí. Pero el agua de las duchas sale frio en invierno y caliente
en verano. El cambio climático, dirán.
El
entrenador no está ni se le espera. Incluso parecerá más atento en fichar con
el contrincante que mantenerse en el suyo.
El delantero intentará colar goles en propia meta y el defensa le
ayudará en el menester. El segundo
entrenador cambia al portero por el central izquierdo y al extremo por el
defensa. Todo está a punto. El público
espera ilusionado el asalto al terreno de juego. Asalto, sí. Y en mayúsculas.
Y
el socio no sabe no contesta. No sabe de
la misa ni la mitad. No contesta porque
no se le pregunta. Eso sí, su cuota
domiciliada no sufre demoras. Pitos y más pitos al trio arbitral y al añadido
de turno. Eslóganes, cánticos y
pancartas al unísono. Su voluntad, la de
los otros.
Trabajar
en equipo lleva a la recompensa, sí, pero no todos saben ni quieren trabajar en
equipo. No es mandar, es liderar. No es
ordenar, es convencer. No es imponer, es
ilusionar. Y ambos entrenadores, aquí fallan. Quieren mandar, ordenar e imponer. Y eso, ni forma equipo, ni es democracia.
PUBLICADO EL 12 DE MARZO DE 2020, EN EL DIARIO MENORCA.