FUNERALES DE ESTADO


Hubo una vez un político que quería gobernar su país –o al menos presidir su gobierno- y prometió que si llegaba a dormir en la Moncloa, la primera norma que dictaría –después de cambiar el colchón, claro- sería la de instituir los “funerales de Estado” para cada una de las mujeres asesinadas por la violencia machista.

Pasó el tiempo y -por cosas del destino y de pactos dudosos- alcanzó su sueño dorado de dormir en la Moncloa. Ya nada más se supo de aquellos funerales de Estado que había prometido celebrar por cada mujer asesinada.  Y por desgracia, el número de mujeres asesinadas por violencia machista tampoco disminuyó en su mandato.

Poco tiempo después de copresidir el gobierno de su país, la pandemia del Covid-19 hace estragos en esta nación de pequeñas taifas.  Algunas de ellas lucen crespones negros en las banderas  que ondean a media asta en los edificios  públicas.  Algunos políticos aparecen también  con corbata negra como muestra de respeto a tantos ciudadanos que han perdido su vida a causa del virus asesino.  Balcones particulares y perfiles en redes sociales aparecen también de luto. 

Mientras todo esto ocurría, el copresidente -nuestro copresidente- se presentaba ante la opinión pública con corbatas tirando a rojo rosa –o rojo clavel-, hasta que llegó su comparecencia semanal para anunciarnos la buena nueva, o sea,  la fase 1 –que en realidad era la segunda fase-.  Aquel día –tras haber renovado por enésima vez el estado constitucionalmente dudoso de alarma con la ayuda de Ciudadanos y de haber aceptado la exigencia de  Inés a declarar algún día, el luto nacional- apareció con corbata tirando a gris oscuro.

Y no tan sólo vestía con corbata no roja, sino que además vislumbraba en el horizonte la declaración algún día del luto nacional, que tanto se pedía.  En cierta medida jugaba con el factor tiempo y que la gente, ilusionada con la “nueva situación” que se diera en su momento,  se olvidara de tanto fallecido, de tantos test falsos, de tanta mascarilla “fake” y que las caceroladas que seguramente ellos mismos habrían auspiciado si hubiera sido oposición, se convirtieran en aplausos, o al menos, respeto.

Y puede que muchos olviden.  Pero serán muchos  quienes no olvidarán.  Quienes no olvidarán serán  los familiares de quienes han perdido la vida en esta pandemia y que tuvieron que morir solos, sin poder despedirse de los suyos, y de quienes los suyos tampoco pudieron despedirse de ellos ni una vez ya  muertos.

Es triste, sí, pero así es España.


PUBLICADO EL 14 DE MAYO DE 2020, EN EL DIARIO MENORCA.