Semanas
atrás Es Diari se hacía eco del colapso en la administración de Justicia en
Menorca. Nada nuevo, pero
preocupante. Ya lo dijo Séneca -o al
menos a él se la atribuye- que “nada se parece tanto a la injusticia como la
justicia tardía”. Y si a eso se le
añade que el Poder Judicial cada vez es más dependiente del poder político, uno
ya aprecia hacia dónde se dirige la solución del conflicto.
Asumido
desde hace tiempo el refrán “Pleitos tengas y los ganes”, ahora sólo
falta actualizarnos a la recomendación del Colegio de Abogados de que es “mejor
un mal acuerdo que un buen pleito”.
En el fondo el resultado es análogo a lo que padece en otros aspectos la
sociedad en la que vivimos. El bueno
siempre pierde algo, y el descarado siempre algo gana. Y todos parecen tener
razón.
Y algo de
ella, tienen, seguro. Desde el sindicato
de trabajadores ponen como ejemplo el que más de la mitad de las declaraciones
las toman sin estar un juez delante. Y eso no es de ahora, no. Al leer la noticia reviví un episodio,
décadas atrás, durante mi etapa profesional en que fui citado a testificar en
un contencioso y a la hora de firmar la declaración, la misma empezaba con el
consabido “ante Su Señoría y asistido de mí….”.
Ante ello, le indiqué al funcionario que no podía firmar la declaración
por cuanto el juez no estaba presente y que así se indicaba en el escrito. Al final, me “convencieron” para que firmara,
y sin la presencia del juez, como es de suponer.
Cosas más
raras he vivido durante mi etapa profesional -y eso que visité poco los
juzgados-. Y no precisamente en los
últimos años. Desde la notificación a un
ciudadano por si quería presentar alegaciones, previa a la intervención de sus
comunicaciones que sería decretada por el juzgado o la de absolver a un
denunciado pese haberse declarado culpable de los hechos, por la simple razón
de no haber ejercido el derecho de no declarar contra sí mismo. Y qué decir de
la vez que el magistrado mismo me “recomendó” que aceptara un acuerdo.
Si antes la
independencia judicial conllevaba un mayor “poder” del juez -con sus manías y
aciertos-, a eso se le han añadido nuevas versiones del programa. La justicia
está politizada, la fiscalía pugna por hacerse cargo de la investigación y Sánchez
nos recuerda su dependencia. Los delitos de corrupción política se despenalizan
y los políticos negocian las leyes con los delincuentes.
Y el personal, mal pagado y materializado, es la parte visible del iceberg que percibe el ciudadano.
PUBLICADO EL 21 DE SEPTIEMBRE DE 2023, EN EL DIARIO MENORCA.