Desde que Zapatero empezó a reescribir la historia y el
marido de la Begoña la ha llevado a la editorial, uno ya no sabe si el Quijote
era manco o si fue Cristóbal Colón quien descubrió la Luna. Y ya se sabe lo que
ocurre cuando un político se mete a científico.
Zapatero a tus zapatos -nunca mejor dicho- como diría Plinio el Viejo.
Y puestos a reescribir la historia ¿por qué no entramos en la
máquina del tiempo y la cambiamos? Imaginémonos
que los del Frente Popular hubieran sido menos violentos y no hubieran
provocado la Guerra Civil. España, convertida
en una dictadura del proletariado, se hubiera convertido en un país de países, satélite
eso sí de la Rusia comunista. Adornada
con banderas rojas y retratos de Stalin en cada escuela, se convierte en el
primer satélite soviético con playa. El Kremlin, encantado del enclave comunista
frente al Atlántico, convierte a España en “la joya roja del Mediterráneo”. Hasta aquí todo normal.
Podemos cambiar o reinventar nuestra historia, pero no la de
los demás. Hitler no se hubiera parado
en los Pirineos teniendo a los comunistas tan cerca. La invasión nazi comienza
con la entrada de la Wehrmacht por los Pirineos con el objetivo de liberar al
pueblo español de la tiranía roja… y de llenar los cementerios.
Al terminar la Segunda Guerra Mundial, y como no podía ser de
otra manera, los aliados se reparten Europa como si fuera una tarta de
cumpleaños. Alemania se parte en dos y
España se unifica bajo la tutela de la Unión Soviética. A imagen y semejanza de su homónima RDA,
España se convierte oficialmente en la República Democrática Española (RDE), tan
democrática como es ahora Corea del Norte.
Durante los siguientes 40 años, los españoles disfrutan de
las bondades del sistema comunista. Y, por supuesto, de una Stasi ibérica que
escucha hasta los pensamientos impuros hacia los camaradas dirigentes. Mientras
tanto, en los colegios, los niños aprenden que Cervantes en realidad fue el
primer comunista español y que Don Quijote luchaba contra los molinos de viento
por ser símbolos del capital. Y ya no
digamos de Cristóbal Colón….
Por suerte, en 1989, cuando cae el Muro de Berlín y el mundo
despierta de la pesadilla roja, España también despierta. La RDE desaparece en
silencio, sustituida por una nueva república democrática que reniega
absolutamente de todo su pasado próximo.
Las estatuas de Largo Caballero y demás dirigentes son destruidas tras
el júbilo del populacho y toda referencia al Partido Comunista queda proscrito
de pensamiento, palabra, obra y omisión.
Y fin de la historia que no fue, pero que pudo ser.
PUBLICADO EL 24 DE JULIO DE 2025, EN EL DIARIO MENORCA.