Hoy es jueves para casi todos,
y además santo para algunos. También podría decir que hoy es santo para
muchos, además de jueves para otros más.
Tanto da. No soy fanático ni de
lo uno, ni mucho menos de lo otro.
También es verdad, que aunque uno
no sea fanático, no tenga mi opinión. Mi
voto, vamos. El voto aquel, acallado,
pausado, que no se manifiesta hasta que a uno le sacan de sus casillas,
ordenadamente, claro.
Vivimos en una época triste y
esperanzadora a la vez. Triste por cuanto vivimos una especie de
catarsis. Y esperanzadora por la misma
razón. Una transformación necesaria,
pero no un cheque en blanco. El
fanatismo, este término del que intento alejarme, no es buena consejera ni para
los unos, ni mucho menos para los otros.
Tampoco soy de los que les gusta
o necesita exteriorizar sentimientos.
Muchas veces se confunden estos mismos términos.
La Iglesia Católica conmemora hoy
la institución de la Eucaristía en la Última Cena. Todo ello en base a la tradición judía
adaptada posteriormente por los cristianos.
También podríamos hablar de la traición y del perdón.
El Papa Francisco también
encabeza la catarsis dentro de la propia Iglesia Católica. Demasiada catarsis, pensarán algunos de sus
seguidores, incluso una parte de los
jerarcas, por supuesto.
La Iglesia no es ajena a la
sociedad. Es sociedad. Por eso, la provocación de algunas
instituciones cuando reclaman el pago del IBI, las tasas por ocupación de vía
pública por las manifestaciones religiosas, las vestimentas de unos reyes magos
o simplemente en la lucha hacia un estado aconfesional real, debería ser
entendida como una ayuda –sin quererlo, claro-
para que esta renovación cristiana se
lleve a cabo.
Sin duda, al final de estos dimes
y diretes, tras esta nueva luz renovadora, aupada por unos y por los otros, la
Iglesia Católica saldría –y saldrá- fortalecida. Al menos, sus seguidores –los que se
mantengan fieles a la fe cristiana-
serán más íntegros en la fe y en la caridad, y menos hipócritas en
cuanto a sus actos. El destierro del
tópico “a Dios rogando y con el mazo dando”, será entonces una realidad. Y aquella, ahora provocación institucional,
dejará de dividir opiniones, y habrá servido para todo lo contrario.
Bienvenido sea esta luz
esperanzadora. Bienvenidas sean estas
críticas y este aire renovador.
Sólo faltará, que estas mismas
críticas y provocaciones, se trasladen al sector político, al económico, y a
los entresijos del poder. Eso sería
ya, el no va más.
PUBLICADO EL 24 DE MARZO DE 2016, EN EL DIARIO MENORCA.