La movida primaveral no se ha hecho esperar. No se si es la sangre que se dice alterada o
bien las ganas esas de que el verano proporcione un punto de inflexión a todo
lo relacionado con la economía, pero la primavera ha empezado con ganas. Y no precisamente en alergias –que también
nos amenazan- sino más bien en dejar todas las infraestructuras acondicionadas
para recibir a los, de momento, únicos salvadores de nuestra patria chica.
Y me refiero a los turistas. En su
día nos encasillamos en vender suelo patrio en construcciones y urbanizaciones
y a eso nos debemos ahora. Fue una
hipoteca sin revisión ni tribunal que nos apele. Sin desahucios sino todo lo contrario. Obligados a vivir con unas condiciones y sin
revisión de condena. Nadie aspira a
cultivar el campo y extender un comercio fuera de la isla con las hortalizas y frutales. Nadie aspira a crear industria textil y
competir con altas marcas. Nadie aspira
sino a vivir unos meses y a trabajar unos otros.
Y la polémica ya ha estallado en el Ponent menorquín. La posible construcción de la estación de autobuses en las cercanías
del Cementerio ha desatado las primeras controversias. La distancia al centro histórico y comercial
amenaza con que los turistas que residan en los hoteles situados en las
distintas urbanizaciones de la ciudad de Ponent, decidan tomar otro destino y
no entren en el corazón de la siempre emblemática Ciutadella.
La futura estación o el intercambiador como también se le ha venido en
llamar, debería cumplir una serie de, más que requisitos, comodidades, para con
los visitantes y usuarios. Por una
parte, los transportes discrecionales y quienes enlazan la ciudad con las
urbanizaciones, tienen que tener el atractivo de que las paradas se sitúan en
el mismo centro comercial de la ciudad.
O en sus cercanías. Cercanía
visual y física.
Los transportes regulares que hacen la ruta de enlace con el resto de municipios
menorquines así como al puerto y
aeropuerto si los hubiere, deberían efectuar paradas en varios puntos de la
ciudad, a no ser que un servicio de circunvalación hiciera lo propio y
coordinado con los primeros. Una especie
de lanzadera, vamos. Pero no dejaría de
ser un apaño más a la maltrecha economía insular.
Lo suyo sería unificarlo. Se ganaría
en infraestructura y se ahorraría en dineros y por ende en impuestos. No es
lo mismo mantener una estación que dos, por mucho que ésta sea el doble. Y en esta estamos. Está, porque esta vez quien se ha comido el
tarro ha sido Federico.
Federico se ha vuelto muy cauto y muy presunto. No entiende la decisión de un presunto
traslado a las cercanías del cementerio, pero presupone unas buenas intenciones
en quien lo haya decidido. Un poco
alejado sí lo encuentra, pero el caminar también es sano. Eso para quedar bien. No se imagina a un turista de setenta años
caminando un kilómetro y más para visitar la Catedral. Tampoco se imagina el
trayecto de una pareja de ancianos que tengan que trasladarse a Mahón para una visita en el
Hospital Mateu Orfila y que vivan Dalt Sa Quintana. Pero los habrá supuestamente que vivirán en
las cercanías. ¡Si al final todo es con
la escala que uno lo mida!.
Palmo más, palmo menos, Federico se ha propuesto romper con el sambenito
de la rivalidad entre Llevant y Ponent.
Y Federico se dio cuenta enseguida de que la solución estaba en el mismo
centro de la ciudad. Como tenía que ser
y como todos aplaudirían. Y no pensaba
precisamente en la plaza des Born.
Federico no pretendía herir sensibilidades ni causar destrozos a la
memoria histórica. Pero cerca de ella,
si.
El lugar, “es Pla de Sant Joan”.
Bueno, en Sa Costa de Sant Joan.
Esténse tranquilos que els jocs
des pla y la movida nocturna no se verán afectadas. Pero el resto de espacio es el idóneo. Y además rentable. Federico propone levantar piedra sobre piedra
y dejarlo a nivel de la Contramuradeta. Los pisos inferiores
abarcarían centenares y centenares de plazas de aparcamiento, los llamados
disuasorios. Y en alquiler, y en venta
si fuera necesario.
La controversia podría venir en la ubicación de la propia estación. En superficie o en P-1. Dependiendo de su ubicación, la planta 0
podría convertirse en una gran espacio verde y polivalente, incluso destinarse
a algún anfiteatro. Y eso sí, todas las
plantas con vistas al magnífico y espectacular puerto antiguo.
La relativa facilidad de conexión con la
Ronda Nord no provocaría retención en el
tráfico rodado y unas pasarelas mecánicas protegidas de la intemperie podrían
trasladar a los pasajeros sobre una especie de cornisa marítima hasta la misma
Plaza des Born.
Todo un proyecto, pensaba Federico.
Tampoco lo creía descabellado.
Más difícil parecía el nuevo puerto, y allí está. Y más lejos.
Mucho más lejos.
Ahora sólo faltará que la idea haya caído en gracia, que alguien con título bajo el brazo haga la
propuesta, que algún político se anime y que los dineros estén para
ejecutarlo. Casi nada.
Ah!. Y Federico por la idea tenida
no quiere mucho. Sólo un nombre. El de la estación, claro. Estación Federico & Mô. Y eso no cuesta nada, nada, nada.
PUBLICADO EL 26 MARZO 2013, EN EL DIARIO MENORCA