¿A quien intentamos imitar? ¿Acaso no es buena la sobrasada y el butifarrón?. Cuaresma viene de cuarenta. Cuarenta días de retiro en el desierto, cuarenta días de preparativos para la pasión, cuarenta días…… O lo que es lo mismo, seis semanas. Sí, seis semanas, porque seis son los días a imagen de la actividad creadora de Dios. Y el séptimo descansó. Como vemos, todo tiene relación.
Y luego vamos y nos inventamos lo del carnaval, la excusa de los estragos para justificar la depuración, la limpieza del cuerpo y….. del alma. ¿Y si no hemos hecho excesos en el carnaval, tenemos que hacer bondad en la cuaresma?, se preguntaba uno. Pero la realidad era otra. Baco ya estaba presente antes de la instauración de la cuaresma.
Y lo pagano también se institucionaliza. Al menos, se aprovecha. Y aquellos estragos eran preludio de una abstinencia, de un ayuno. Y qué mejor preparación para el ayuno, para abstinencia, que bien alimentarse uno. Y así tenemos fiestas, comidas y barbacoas, para después poder pasar “cuarenta días” de reflexión.
De renovación, como dirán otras escrituras. De limpieza interior, de hábitos, de pensamiento….. Y luego hablamos de otras costumbres, de otras sociedades, de otras culturas.
Nunca he hecho caso a las directrices del ayuno, de la abstinencia. Ni ahora, ni de niño. De niño, si acaso, públicamente en casa no se comía carne, ni sobrasada, ni butifarrón, eran otros tiempos, otro régimen de libertades. Pero de puertas hacia dentro, no me privaba de ello. Y no me arrepiento. ¿Acaso quien compraba la bula, no quedaba exento de ello?.
¿Y de verdad durante estos cuarenta días nos limpiamos internamente?. Es más ¿seremos más buenos, más bondadosos? ¿nos habremos cargado, energéticamente hablando?
Estas respuestas no tendrán nada que ver con creencias ni prácticas. Será cada uno, a su manera, con su voluntad o su desidia, quien decida rejuvenecerse, limpiarse o intoxicarse. Será cada uno, con sus circunstancias, y como no, con las circunstancias de los demás, quien de alguna forma intentará trazar su camino, su proyecto, su obra.
Y este marzo, como tantos otros, será mes de cuaresma. Tal vez, la reflexión, la abstinencia, vendrá dada por otras circunstancias que nada tendrán que ver con la cuaresma misma. La crisis, la tan cacareada y ya omnipresente crisis, tendrá más convencimiento que las prácticas mismas. Y no seis, sino hasta setenta veces seis puede que se prolongue este ayuno, esta abstinencia. Y poco a poco, vamos reuniendo semejanzas.
Observamos con curiosidad actitudes de otras culturas. Creemos ancladas en el pasado algunas tradiciones de otras culturas nouvingudes y las calificamos de exageradas y retrógradas. Las situamos en un pasado lejano, cuando si comparamos, no tanto nos separa de ellas.
Sólo echando vista a cuarenta años atrás, nos encontraríamos con otras tradiciones, otros ritos, que nada tendrían que ver con las de nuestros días, y mucho menos la intolerancia con la que se practicaba. Ahora, somos nosotros, quienes liberados de aquella obligación, no respetamos, al menos, no sin crítica irrespetuosa, otras culturas, muy similares a las nuestras de aquellos mozos años.
Tal vez, sin ayuno, sin abstinencia, y con el sólo respeto a los nouvinguts, ya nos habremos purificado lo suficiente, cargado pilas y ganada la bula. Y es que sólo un charco de agua, nos separa de tierras. Sólo una lengua nos separa de la comprensión. Sólo…., nada, nada nos separa de un respeto, de un entendimiento, y tal vez incluso, de unas creencias, de un futuro, de un mismo camino.
¡Ah!.....Y la cuaresma hoy día se llama colesterol. No lo olviden. Que también es pecado.
Y luego vamos y nos inventamos lo del carnaval, la excusa de los estragos para justificar la depuración, la limpieza del cuerpo y….. del alma. ¿Y si no hemos hecho excesos en el carnaval, tenemos que hacer bondad en la cuaresma?, se preguntaba uno. Pero la realidad era otra. Baco ya estaba presente antes de la instauración de la cuaresma.
Y lo pagano también se institucionaliza. Al menos, se aprovecha. Y aquellos estragos eran preludio de una abstinencia, de un ayuno. Y qué mejor preparación para el ayuno, para abstinencia, que bien alimentarse uno. Y así tenemos fiestas, comidas y barbacoas, para después poder pasar “cuarenta días” de reflexión.
De renovación, como dirán otras escrituras. De limpieza interior, de hábitos, de pensamiento….. Y luego hablamos de otras costumbres, de otras sociedades, de otras culturas.
Nunca he hecho caso a las directrices del ayuno, de la abstinencia. Ni ahora, ni de niño. De niño, si acaso, públicamente en casa no se comía carne, ni sobrasada, ni butifarrón, eran otros tiempos, otro régimen de libertades. Pero de puertas hacia dentro, no me privaba de ello. Y no me arrepiento. ¿Acaso quien compraba la bula, no quedaba exento de ello?.
¿Y de verdad durante estos cuarenta días nos limpiamos internamente?. Es más ¿seremos más buenos, más bondadosos? ¿nos habremos cargado, energéticamente hablando?
Estas respuestas no tendrán nada que ver con creencias ni prácticas. Será cada uno, a su manera, con su voluntad o su desidia, quien decida rejuvenecerse, limpiarse o intoxicarse. Será cada uno, con sus circunstancias, y como no, con las circunstancias de los demás, quien de alguna forma intentará trazar su camino, su proyecto, su obra.
Y este marzo, como tantos otros, será mes de cuaresma. Tal vez, la reflexión, la abstinencia, vendrá dada por otras circunstancias que nada tendrán que ver con la cuaresma misma. La crisis, la tan cacareada y ya omnipresente crisis, tendrá más convencimiento que las prácticas mismas. Y no seis, sino hasta setenta veces seis puede que se prolongue este ayuno, esta abstinencia. Y poco a poco, vamos reuniendo semejanzas.
Observamos con curiosidad actitudes de otras culturas. Creemos ancladas en el pasado algunas tradiciones de otras culturas nouvingudes y las calificamos de exageradas y retrógradas. Las situamos en un pasado lejano, cuando si comparamos, no tanto nos separa de ellas.
Sólo echando vista a cuarenta años atrás, nos encontraríamos con otras tradiciones, otros ritos, que nada tendrían que ver con las de nuestros días, y mucho menos la intolerancia con la que se practicaba. Ahora, somos nosotros, quienes liberados de aquella obligación, no respetamos, al menos, no sin crítica irrespetuosa, otras culturas, muy similares a las nuestras de aquellos mozos años.
Tal vez, sin ayuno, sin abstinencia, y con el sólo respeto a los nouvinguts, ya nos habremos purificado lo suficiente, cargado pilas y ganada la bula. Y es que sólo un charco de agua, nos separa de tierras. Sólo una lengua nos separa de la comprensión. Sólo…., nada, nada nos separa de un respeto, de un entendimiento, y tal vez incluso, de unas creencias, de un futuro, de un mismo camino.
¡Ah!.....Y la cuaresma hoy día se llama colesterol. No lo olviden. Que también es pecado.
PUBLICADO en el número del mes de MARZO de 2010, en EL BULLETÍ DEL CENTRE DE PERSONES MAJORS. Area de Acció Social. Consell Insular de Menorca.