LUIS URZÚA

Hace unos días, Luis Urzúa fue el hombre más conocido y reconocido del planeta. Dentro de poco, incluso hoy mismo, puede que ya sea un nombre y un hombre desconocido para muchos de nosotros. Para quienes no lo conozcan o ya no se acuerden de él, diré que no es político ni dirigente sindical, tampoco es banquero ni está imputado ni procesado por algún turbio pelotazo inmobiliario. Luis Urzúa es simplemente un trabajador.

Un trabajador, que muy posiblemente en estos momentos se encuentre en situación de desempleo. Y a pesar de ello, seguro que está feliz. Y no es para menos, porque Luis ha sido uno de los treinta y tres mineros que han sobrevivido a los sesenta y nueve días de cautiverio en una mina chilena. Luis era el jefe de turno en el momento del siniestro. Y como buen jefe, organizó y lideró a su grupo durante estos dos meses y pico de encierro forzoso.

No debió ser fácil lidiar con toda una legión de miedos e intereses desbordados. No debió ser fácil imponer unas normas de supervivencia y sobre todo de convivencia en una situación extrema como la que debieron vivir esta treintena de hombres sepultados vivos a setecientos metros de profundidad. Pero él, y todo el grupo, lo consiguieron. Y por eso, o por mucho de ello, están todos vivos.

Y Luís batió el record. Y fue Luis y no otro, porque así lo decidieron las autoridades de su país como gratitud a su tesón y buen hacer. Mientras esto ocurría, me imaginaba un cambio de ubicación y desplazaba mi imaginación a alguna mina española. Intentaba imaginarme un suceso de parecidas consecuencias y las divergencias en cuanto a la solución adoptada.

Una situación como esta en España habría propiciado un montón de acusaciones mutuas entre Gobierno y oposición, así como la intervención de líderes sindicales y responsables de riesgos laborales. Informes y contrainformes de amigos y familiares de posicionamientos políticos debatirían presupuestos y métodos de rescate. Y no digamos lo que ocurriría en el interior de la mina. Y tras su rescate. De insubordinaciones y acusaciones de malos tratos pasaríamos al procesamiento por algún presunto abuso de autoridad por parte del jefe del grupo. Y no digamos del motín que se organizaría por ser el primero en abandonar el agujero….. Y es que los españoles –y en ellos también encuadro a los catalanes, vascos, gallegos, andaluces, canarios, valencianos, baleáricos, leoneses y extremeños- somos así. Nuestro gen, desgraciadamente en pocos años ha mutado a peor y ya no hay quien lo enderece.

Y me imagino a varios programas de la televisión, al más puro estilo de Gran Hermano enésimo, los de la Isla, y cuantos otros programa llamados basura, preparando encierros de sus concursantes bajo tierra a imitación y semejanza de los mineros sepultados. Y es que si en algo no nos ganarán los extranjeros será en imaginación.

En imaginación y en la foto…. Que después vendrá la foto de toda la parafernalia política con los mineros. Y las declaraciones…., que si la crisis, que si plan A y plan B, que si la culpa fue de Aznar o incluso de Franco, que si el ministro del ramo, y todo para terminar como siempre, con un trozo de carbón en la lista de Correos, como excusa para subirnos un tanto por ciento la factura de la luz para compensar el gasto invertido en el rescate de los mismos.

Y es que al final, en España todo lo resolvemos con la subida de impuestos, con la sustracción en la nómina, y por si fuera poco, con algún que otro informe y contrainforme.

Mientras, los mineros chilenos están vivos. Y a su salida, todos gritaron y vitorearon a Chile, su referencia. No me imagino a ningún minero de España, gritando vivas ni a España ni a cualquiera otra referencia. Y si lo hiciera, tal vez, incluso sería reprochado por algún dirigente político. Y es que somos diferentes.

Luis Urzúa no se hubiera hecho famoso en España. Y los treinta y dos mineros restantes, tampoco.
PUBLICADO EL 21 OCTUBRE 2010, EN EL DIARIO MENORCA.