El dicho –la dita, en catalán- sería hacer “cinc
cèntims”, pero lo de hoy, no es catalán y triplica el importe. Y no es que hagamos el resumen tres veces
más largo sino más bien es el cabreo el que se multiplica por tres. O al menos
el que lleva encima Federico. Y no es
para menos.
Todo empezó hace unos años en unas navidades. Cuando los recortes empezaron a hacer mella
en los bolsillos domésticos, Federico empezó con sus particulares ajustes
económicos. Entre otros reajustes
decidió paralizar el plan de pensiones, renegociar algunos seguros que mantenía
y la eliminación de duplicidades en éstos.
Y aunque ello no fue suficiente para aguantar el embate de la crisis, al
menos apaciguó aquella desaceleración uniformemente acelerada y así, aquella
caída no parecía ser tanta.
Y ya no sólo dando poder, sino también las relaciones interpersonales en
tiempos de crisis, es cuando se descubre la valía de quien tienes enfrente
tuyo. Así le ocurrió a Federico en sus
contactos con la entidad bancaria en la que operara hasta entonces. Un denominado comercial pecando de joven y
con la presunción de prepotencia en demasía, provocó el traslado del fondo a
otra entidad. ¡Y con regalo!.
Los escarceos con la nueva entidad no tardaron en llegar. Al plan de pensiones se le sumó el traslado de la nómina, a la que
también se la endulzaron con otro regalo.
De un plumazo desaparecían comisiones y cuotas, y la aventura amorosa
iba viento en popa.
Pero Federico hace ya tiempo que dejó atrás los años de juventud. Y mientras perdía juventud avanzaba en
experiencia. La relación, el trato personal, era la garantía de que en aquellas
condiciones, la relación tenía futuro.
Pero.., siempre hay un pero.
Cuando en la relación entran terceras personas, ésta puede estropearse.
Federico era consciente que un día u otro, aquella relación no acabaría de
fraguar. La fusión de la entidad con
otras, dejó a Federico sin aquel trato personal individualizado. Lo dejó fuera de juego y sin referente a
quien contar sus penas, sus inquietudes, sus alegrías.
Y empezaron las penurias. Primero
fueron cuarenta y cinco céntimos camuflados en el concepto de “otros cargos” en
la liquidación mensual de la tarjeta VISA.
Costó sudor y sangre el que se anulara el cargo y le devolvieran el
dinero. Unos remitían a los otros y nadie sabía ni contestaba. Y ahora más.
La tregua duró poco. Otro cargo menor –esta vez de quince céntimos- y
otro –de palabras mayores- de treinta y tantos euros han roto si no el vaso, la
confianza. La relación está de vuelta
caída. Es cuestión si no de días, de
meses. Los que mandan los papeles, vamos.
Porque si una cosa tiene claro Federico es que los tratos son para
cumplirse. Para los unos y para los otros. Pero una vez incumplidos, una vez
perdida la confianza, una vez traicionado, sería una irresponsabilidad ya no de
la entidad, sino de Federico, el confiar de nuevo.
La batalla de los quince céntimos –y la de los treinta y tantos euros- a
Federico le cuesta ganarla. El vuelva usted
mañana parece ser la cancioncilla aprendida para relajar a la fiera interna que
porta Federico. Pero Federico es
corredor de fondo en eso de la vida.
Asimila y amortigua cada golpe que la vida le brinda, y aquella fuerza de
impacto recibida la reconvierte en
energía para su conocimiento y acción.
Las idas y venidas, los golpes de teléfono, los intentos en las
infructuosas páginas web, no hacen más que afianzarlo en que la lucha será
hasta el final.
Federico es libre. Y por eso mismo pertenece al sector minoritario. Federico es uno de los pocos cientos de miles
de españoles en edad de trabajar que no es prisionero de una hipoteca. Y esa libertad le da alas para buscar nuevos
amoríos, nuevas experiencias, nuevas relaciones.
Ahora, Federico sabe que para esta entidad, él no vale nada. Ni quince céntimos. Y por esos mismos quince céntimos van a dejar
perder una relación.
Seguir la relación sería aún degradarse más para él. Por ética, por orgullo, por quince céntimos,
Federico se dará alas.
Las alas de la libertad. Lo único
que aún le queda.
PUBLICADO EL 23 JUNIO 2013, EN EL DIARIO MENORCA.