INFILTRADOS DE GUIRIS.

Si hace un par de años fueron los reyes –los Magos, claro, que los otros no regalan nada- quienes nos regalaron  un circuito Spa y una noche de estancia en hotel,  esta vez han sido los novios quienes nos lo han obsequiado.  Y a esto que uno prepara la maleta y allí que se presenta.

Hacía tiempo que uno no practicaba de turista.  Y hay que reconocer que a ello uno se acomoda al instante.  Y para quienes dicen que la crisis no remonta, pues que se pasen por algunos de estos hoteles emblemáticos que tenemos en Menorca  y que luego opinen. 

A mitad de junio el hotel estaba abarrotado. O al menos esa fue la impresión que me llevé. La recepción no daba abasto con tanta entrada y salida de clientes y eso que en según qué momentos eran hasta cuatro recepcionistas tras el mostrador y otros tres asistiendo los grupos.

Y uno, que iba de relax,  intentaba quedarse con la copla de todo aquel mundillo. Mundillo éste que no tenemos tiempo de observar cuando somos nosotros quienes viajamos con maletas y más bolsas, atentos al reloj y con unas prisas de no dejar títere sin fotografiar.  Y es que nosotros cuando viajamos no nos relajamos.  Al revés.
Egipto, Palestina, Italia, etc., son lugares para recorrer.  España, también. Pero en  Menorca si uno quiere, puede  relajarse, no hacer nada, desconectarse.  También la puedes recorrer; aparecer en las fiestas de pueblo y visitar la Mola, algún poblado talayótico, comer en el puerto de Ciutadella y cenar en el Mahón.   Irte de safari –así te lo venden en el programa de excursiones- o hacer un “crucero” a bordo de catamarán visitando alguna playa perdida por la costa y vuelta al hotel.

Y el relajarte y desconectarte de la presión diaria  es bueno.  O en parte.  Los complejos hoteleros son minis ciudades en las que uno puede vivir sin depender del exterior.  Por un precio más asequible a cualquier otro servicio de restauración externo, te hartas de comer.  Y es que habría que prohibir los bufetes libres.  Son claros atentados contra la salud de uno.  Y si es la  cena, más aún.

Los bufetes son tentaciones al abasto del pecador.  Y pecadores lo somos todos.  La infraestructura hotelera no tiene nada que envidiar a la extranjera.  Sus edificios por bloques te desencajonan de aquella sensación de apiñamiento.  La cantidad de desayuno, comida y cena, supera en creces a lo que encuentras en otras latitudes.  Al menos  por este concepto que no nos critiquen.

En el cuarto de baño encuentras la puntilla para el escrito.  Te acuerdas por un momento de la anécdota del Hotel Mediterráneo en Nápoles, donde la piña de la ducha se encontraba a la altura de la garganta y uno tuvo que ducharse sentado.  ¿Sería aquella planta para japoneses o es que los del sur tienen limitación de altura?.  Y es que en esta ocasión has encontrado la ubicación de la escobilla del wáter y el porta rollos, al lado  del bidet.   Y uno no se atreve a preguntar. Pero la imaginación…..

Ya en la piscina te encuentras al animador. O al entretenidor. O al relaciones públicas.  O al técnico en distracciones en horarios de piscina.  Que uno ya no sabe a qué titulación tiene que referirse en temas profesionales.    Lo cierto es que su trabajo se lo curra.  O al menos consigue mover a diez o doce personas durante media hora y llevárselos al agua –que no al rio-.

Me chocó la expresión de “españolos” al referirse a nosotros.  Y eso que él parecía español y dicha expresión era para identificar al castellano parlante. ¿Españolo?. En mi caso me preguntó si estaba de holidais.  ¿Qué le iba a responder? Que era españolo de Mahón y que me habían regalado la estancia en el hotel.  Pues no.  Le contesté con un políglota “eha” y él me recomendó estar atento a las sesiones que iban a empezar en las piscinas.  Thank you, le respondí, a la vez que comprendí la necesidad de conocer otras lenguas además de la propia.

A las doce horas, no sé si por aquello del Ángelus, o si  por lo del cambio ente AM y el PM, pero los expectantes en la piscina iban en aumento.  El motivo no era el animador sino que fue otro.  La hora del relevo, la de entrada y salida.  La de empezar la facturación o de ampliarla una jornada más.  Y claro, si coincide una entrada con la salida y los horarios se apuran, pues había que esperar. 
Y uno, allí tumbado, se pregunta, ¿Por qué no programar la salida una hora antes que la hora de entrada y así tener tiempo para la limpieza de la room? ¿Será que la coincidencia o el apurar los horarios, estadísticamente son mínimas?.

Me levanto pronto, demasiado pronto, como siempre.  El comedor aún está cerrado así que decido dar un garbeo por la urbanización.  Justo enfrente del hotel saludo a Manolo vuelto de su exilio caribeño.  Ni Fiona ni Rock le acompañan.  Sigo peregrinaje y me adentro en un tramo del Camí de Cavalls.  Los hitos de señalizamiento denotan que se colocaron en épocas de vacas gordas.  Demasiado gordas.  Regreso al poblado y la ciudad despierta.  El comedor ya abre sus puertas y el desayuno te espera.  Te sorprende el libre acceso a las dependencias.  Te sorprende que no haya  gente que se aproveche de desayunar y cenar gratis.  O al mínimo precio.  Y es que oportunidades no faltan.

Termina tu periplo de guiri.  Entregas tu tarjeta llave y la recepcionista amablemente te pregunta: Check out?.  Uno que es un poco duro de oído, entiende : Aixequeu?.   Doncs sí, ens aixequem i ens anem, le respondo.  Vuelvo a entender que damos el pego.  ¿O será que aún perduran las raíces británicas?.

Vuelvo a comprender el porqué de implantar el idioma inglés en el currículum escolar.  O eso, o es que 

como infiltrados, funcionamos a la perfección. 


PUBLICADO EL 26 DE JUNIO DE 2013, EN EL DIARIO MENORCA