PLAZA DEL ESCARNIO

Leyendo el libro de Juan J. Negreira “Menorca 1936…”, y  en concreto cualquiera de  los episodios en que se narran  las  monstruosidades en que participó  Pedro Marqués, pensé que sería bueno dedicar una plaza, calle o lugar donde  la colectividad pueda expresar, sin división de opiniónes, de forma  unánime, lo que acepta que està mal.

Lo presente y lo pasado.  Lo puramente teórico y lo práctico. Lo real y lo imaginario.  Sin limites ni condicionantes, a no ser la aprobación unánime.  Una vuelta a lo normal.  Un lugar para el reproche en vez del recuerdo idolatrado.

Todo cuanto concierne a la guerra civil española, sus antecedentes  y sus años posteriores, crea aún hoy día una división entre la población.  La guerra civil dividió a la ciudadanía  y setenta y tantos años después, aún no hemos sabido o no hemos querido cicatrizar las heridas.

Y para cicatrizarlas hay varios caminos.  Uno de ellos sería la de buscar culpables a quienes hacer responsables de las barbaridades cometidas, y para ello necesitamos buscar la verdad.  Y la verdad, de por si, es difícil de encontrar y más aún cuando ésta puede que no guste. 
Otro camino es el perdón y la reconciliación. Pero la reconciliación no puede mantener la memoria ni de vencidos ni  de culpables, ni héroes ni víctimas.  Y esto también cuesta.  Y por supuesto, borrar la página de aquellos años en la historia, en los libros y en la memoria.  Y  eso ya es más difícil.

Pasado inmediato y presente también.  El presente también está cargado de malos momentos, de irresponsables a quienes se les ha dado mando y poder.  La crisis, las preferentes, las malversaciones de fondos y corruptelas políticas; el boom inmobiliario, el  paro, el maltrato y la violencia de género…   Todas ellas tienen suficiente entidad por si misma para tener un lugar en el que recordar a las futuras generaciones que aquellas nunca debieron de existir.  Un propósito de enmienda, vamos.

Me imagino un reducto cercano a los edificios del juzgado o alrededor de la cárcel misma.  Me imagino un gran frontón, de color oscuro, delatador de las miserias humanas, donde cada cierto tiempo, se irían colocando placas denunciando la mala praxis de tal o cual individuo o colectividad.  La memoria, ya no histórica, sino la futura, recordaría las miserias que aquel individuo o grupo dejaron inborrables en aquel paredón.

Mandarlo a uno al paredón ya no sería sinónimo de condena  a muerte, sino al escarnio de generaciones futuras.  Y sin posibilidad de indulto, amnistía ni de gracia alguna.  Bretón permanecería centurias allí colgado sin posibilidad de  terceros grados que le aminoraran el castigo.

Plaza, calle o reducto que simbolizarían los capítulos de la historia que un pueblo rechaza y repudia, reniega y castiga.  Espacio público que mantendría controladas  las leyendas urbanas y derrumbaría mitos y demás castillos elevados sobre arenas movedizas.

A la vez, podrían elevarse paredones para la concordia, lugares de encuentro de vícitmas de lo repudiado, pero al fondo de aquella voluntad, en el fondo de aquel camino de reencuentro, debería perdurar la monstruosidad que intentó variar el destino de tantos ciudadanos. 


¡Al paredón y sin perdón!.  Esta sería la consigna del populacho sentenciando a todo aquel y todo aquello que invalide nuestra condición humana. 

PUBLICADO EL 26 JULIO 2013, EN EL DIARIO MENORCA. 

EL ENEMIGO EN CASA

Y el adversario enfrente.  Y no le falta razón al título de hoy.  Tampoco le faltaba cuando a finales del año pasado me hicieron tal reflexión.  El enemigo interno, el traidor rastrero tiene una ventaja sobre el adversario.  Al segundo, se le espera.  Al segundo se le examina con lupa y se le ve venir.  Al primero, se le dan todas las bendiciones posibles, se le ayuda, se le canaliza, e incluso se le da información privilegiada, que si es necesario, podrá ser utilizada contra nosotros mismos.

Y si una familia ya es difícil de controlarla, no digamos una sociedad.  Si en una familia, los hijos ya no piensan como sus padres  y los nietos ya no comulgan con las ideas de sus abuelos, ¿cómo hacer que una sociedad, en la que los intereses son más partidistas y personales, mantengan un compromiso adquirido?

El caso Bárcenas ha dañado la mismísima línea de flotación del partido en el Gobierno.  Bárcenas y todo lo anterior.  Tampoco hay que creer que es un caso aislado. Ni tampoco hay que darle exclusividad a los populares, aunque en estos momentos, el foco los ilumina a ellos.  Y eso que en verano no solía ser època propicia de tanto noticiario.  

Apartado el tema del real yerno de las primeras páginas, salvado  Blanco de la quema pública, pendiente aún los EREs andaluces, aparcada la prima y dando un respiro los dramas de las preferentes y los deshaucios, se mantiene y aumenta cada día que pasa el culebrón de Bárcenas.  Y no es que aumente con nuevas informaciones, sino que aumenta la llamada a dar explicaciones.

Y en vez de darlas, se aplazan.  Táctica sin duda que el tiempo otorgará o negará razón, ya no de la verdad, sino del resultado –que al final es lo que importa-.  Y en lo que respecta a  la verdad  habrá que ir olvidándose.  De las verdades y de todas las verdades.  De las de unos, de las de otros y de los de más allá.     ¿Si no somos capaces de sincerarnos en lo bueno, cómo hacerlo en lo que nos puede perjudicar?

El caso Bárcenas ha sido destapado por un medio de comunicación.  Como la mayoría de casos mediáticos que se dan en España.  ¿Quién acude  a un medio de comunicación a filtrar una información tan importante y no acude a los juzgados? ¿Acaso teme que se archive el caso o quiere mantener  su anonimato?

Y lo que sí deben tener claro los integrantes de la cúpula popular es que el enemigo, el soplón o el traidor, hay que buscarlo en casa.  En sus propias filas y no muy lejos de su organigrama.  Las guerras internas no se aplacaron sino más bien, se adormecieron. 

Y esta enfermedad dañina, o se la amputa en su momento, o al cabo del tiempo, da sus consecuencias.  Y ya no por mantener a ciertas personas, sino por ciertas malas costumbres.  Si el que fuera, cuando en su momento llegó a la dirección del partido  hubiera depurado actitudes reprobables, y amputado cabezas de ser necesario, ahora, de salir publicadas tales noticias, se podría haber dado explicación al momento.

La acallada del momento, sólo aletarga el momento en que la fiera se hace pública.  Cuanto más tiempo pasa, cuanto más tiempo transcurre, más son quienes se ven implicados en las salpicaduras de este lodo llamado corrupción y demás ilícitos morales, por no decir penales.

Correr delante del toro sólo prolonga la carrera, y produce desgate, aunque quien sabe si por el camino encontraremos algún burladero.  Cogerlo por los cuernos, adelanta acontecimientos.  Se gana o se pierde, pero se reconoce el mérito del oponente. Como se le reconocerá al corredor de fondo o al velocista.  A todos, mientras no se quede uno quieto, sentado, esperando que las cosas se arreglen por si solas.  O tal vez, sí.

               Tal vez, esta sea la solución donde aún no la haya.  Esperar a los acontecimientos.  Luego, la suerte ya estará echada.  Aunque puede que ahora mismo ya lo esté.  O no.  Al menos, Bárcenas está en prisión.  Aunque luego, nos pueda sorprender alguna decisión como el caso del señor Blanco.

               Y es que al final, los jueces son quienes condenan o no a los presuntos.  Y ellos no es que sean el último reducto en el que se ubica la verdad, sino que la verdad se ubica en ellos, por ser ellos los últimos  que la certifican.

               Ah!, Y el enemigo sigue libre y coleando.  Y en casa.


PUBLICADO EL 23 JULIO 2013, EN EL DIARIO MENORCA.

UN JUEVES DE VERANO.

O un martes, o un viernes, actualmente tanto da. Ya sea por la parte de Llevant, Centro o Ponent, hay bastante diversidad para entretenerse uno, o al menos para practicar de turista. Y no hace falta invertir del bolsillo propio, de sacar la billetera, vamos.

Hace tiempo que uno no disfruta de las vacaciones, si entendemos a éstas como la desconexión total, y más aún si a ellas añadimos el uso del avión para alejarnos de la normalidad. Pero el amago también es posible. Y aunque parezca raro, ahora más. Más, porque el ambiente existe. O el reclamo. O el flautista, quien sabe.

El pasado jueves practicamos de ello. En el puerto, claro. Y en el de Mahón, por supuesto. Y como no, utilizando el ascensor, que para esto está. Y vaya si se usa. Subía y bajaba que ni se paraba para respirar. Y lleno en la subida, y por supuesto en la bajada. Y uno no es consciente de lo necesario que era, hasta que no lo ha probado. Es muy cómodo aparcar y encontrarte en el mismo puerto, como en la vuelta, encontrarte a pocos metros del coche. Y más cómodo es pasear por el puerto.

¡Vaya que sí!. Los coches no circulan. Los peatones pasean, y no entre las terrazas ni en el borde mismo del muelle. La calle es nuestra, piensa uno. Y no lo dice Fraga, sino uno mismo. Los niños corretean, los mayores pasean y parlamentan. Y quien puede, se sienta e invierte en los locales de restauración y de ambiente. Y quien no, amortiza unas horas de asueto, desconecta de lo cotidiano e incluso se socializa uno. Vamos, que se relaciona, que nada tiene que ver con tendencia política alguna.

La otra parte del puerto, la notas seria, apagada, muerta. Aunque puedas transitar por una mitad de la calzada, no te atreves. Te sientes como en fuera de juego y esperando que el árbitro te señale la falta. El juez de línea no te acusa ni el silbato te frena, pero cedes el balón y te sales por la tangente. Al borde del muelle mejor. Que la acera no te deja perspectiva ni la visión es de pájaro. Pero al poco, tu mirada se dirige a aquellos barcos, yates más bien. Y a los marineros de éstos que, aunque ya de noche, aún limpian el casco, la entrada y la pasarela.

Piensas en tu billetera y te acuerdas que a propósito no portas más de veinte euros. Un helado, vamos. A propósito…. y por necesidad. Aunque en aquel ambiente no puede uno pensar en la crisis ni en la subida de la luz. ¿Qué crisis?. Aquellas terrazas llenas no entienden de crisis. Y menos cuando los restauradores cuantificaron en millonarias las pérdidas por el cierre de antaño. Y los millonarios yates expuestos uno al lado de otros. Y otros. Y más. Y sus dueños, claro. Y eso que dicen que el de Mahón es caro. Crisis, ¿qué crisis?

Pero la otra mitad del puerto sigue apagado. Pasan coches, pasan, pasan y no se paran. Tampoco hay donde pararse. Los aparcamientos están llenos. El ambiente está al lado. Al otro lado, tras la valla. Sigues y te detienes ante el acantilado. Acabas de bajar por un ascensor y te planteas la necesidad de otro. Al otro lado. Equidistante, dirán los entendidos. Necesario, añadirías tú. Y aquí vuelves a palpar la necesidad de la inversión pública antes que la privada. O al revés. O la complicidad de ambas, quien sabe.

¿Por qué no se construyó en su momento un edificio de aparcamientos que uniera el puerto con la plaza de la Miranda? ¿Por qué no se aprovechó cuando la construcción del parking de Sa Plaça, llegar hasta el nivel del puerto y unir aparcamiento y acceso? ¿Se imaginan un puerto peatonal con un aparcamiento a cada lado? ¿Se imaginan el ambiente que ello propiciaría?

Aunque claro, algunos seguirían reclamando pérdidas millonarias. Y es que sobre gustos, no hay nada escrito.


De regreso, los veinte euros seguían en mi billetera y además, con un escrito listo para subir a la red. Nunca mejor dicho.

PUBLICADO EL 16 DE JULIO DE 2013, EN EL DIARIO MENORCA.

OTRO MES DE JULIO

La fiebre del mes de julio, dirán algunos.  Y justo ha empezado,  ya empiezan  las lamentaciones.  Se augura una falta de coches en alquiler, pero no es problema.   La culpa, la amenaza de tasas e impuestos.  La solución, aumentar el coste del alquiler. El resultado, sendas lecturas.  La primera, un menor empleo en el sector.  La segunda, una peor satisfacción del cliente. La tercera, la mala propaganda externa.  La cuarta, peores perspectivas futuras.  La quinta, culpar a la crisis y a los gobernantes. La sexta, pedir bonificaciones y ayudas a la administración.  La séptima, subir los impuestos a los restantes trabajadores para pagar las ayudas al sector turístico.  La octava, a mayores impuestos, menor consumo.  La novena, a menor consumo, más paro.  La décima, aquí no hay quien viva.

Aunque algunos sí que viven.  Incluso en las nubes, según parece.  Mientras a Bárcenas deciden meterlo en prisión, nos llega la noticia de una posible redistribución geográfica de los juzgados.  O de los jueces, al menos.  Y uno queda asombrado que en la era de que todo se hace mediante consulta al Google y la del copiar-pegar de otros, a alguien se le olvida de que Baleares además de Comunidad Autónoma y de Provincia, es un archipiélago.  Y que el archipiélago es un conjunto de islas.  Y que la isla es una porción de tierra rodeada de agua por todas las partes.  Y suerte de que algunos tomaron parte, y allí se fueron con la protesta. Que si no….

Y esa parece ser la solución a todo: protestar.  O lo que es lo mismo, que quien no llora no mama.  Y es bien cierto.  El sumiso nada gana.  Quien protesta, algo obtiene.  Y  ya lo dice el refrán, que quien calla, otorga.

Y aunque ahora no callemos, antes hubo un tiempo en que otorgábamos la vez. Y de no haberlo hecho, ¿dónde estaríamos ahora nosotros?.  Me refiero a la protección de tanto espacio.  Es Grau, Sa Mesquida, y tantos otros núcleos urbanos cercanos a las playas se llenan estos días de veraneantes.  Veraneantes, embarcaciones y sobre todo, vehículos.  Y para ello hace falta una infraestructura.  Alcantarillado, agua corriente, electricidad, acondicionamiento de viales, todo ello ha sido un adelanto que nadie discute.  Unos adelantos que década tras década han ido acondicionando aquellos núcleos urbanos.  Unos adelantos que en algún momento tendrían que  invadir alguna zona protegida, como es el caso de los aparcamientos.  Ahora eso sí, impensable hacerlo hoy en día, pero buen resultado que dan. 

Y qué ocurre cuando aquel aparcamiento en el que invadieron dunas queda pequeño por tanta demanda.  ¿Cerramos la playa, limitamos el aforo, o lo ampliamos para dar demanda a tanto visitante que, aunque no siendo residente, pretende ocupar las escasas  plazas disponibles?

Y llegamos al principio, que no al final.  La solución no es ampliar las zonas de aparcamiento, o lo que es lo mismo, la llamada destrucción del territorio para dar cabida a las decenas de vehículos de alquiler.  La solución, sin saberlo, ha sido la restricción del alquiler de vehículos. 

A menor número de vehículos, mayor espacio disponible.  A menor disponibilidad de dinero en el bolsillo, mayor uso de los transportes colectivos.  A mayor uso de los transportes colectivos, mayor tasa de empleo en el sector.  Si al final, todo es energía.  Sólo se transforma.

El problema viene cuando la competencia de otros  –y la incompetencia de unos- hacen que aquel potencial cliente, por culpa eso sí, de la crisis –¡nunca el culpable serán los  precios abusivos!- elige  otro destino más barato.  Y volveremos a maldecir, culpar y buscar otros argumentos para que al menos, nuestras conciencias, no se vean afectadas. 

Otras soluciones, otras subidas de precios, y otros meses de julio en  que inventar alguna nueva excusa.  Excusar, que no innovar.  Y es que el turismo de calidad, no viene.  O tal vez, no lo queremos. 


O no lo mimamos.  O ni siquiera está disponible.

PUBLICADO EL 10 DE JULIO DE 2013, EN EL DIARIO MENORCA.

REFORMAS EDUCATIVAS

Cada final de curso suele ser tiempo propicio para hablar –y sobre todo escribir-sobre el fracaso escolar.  Cada par o tres de cursos también se suele hablar de las reformas educativas y de los planes de estudio, su conveniencia de  modificación o su excelencia en comparación a anteriores.  De tanto en tanto, aparecen comparaciones de nuestro sistema educativo respecto al resto  de países desarrollados.  Y en éste, de tal o TIL cosa, del sistema, de los directores, de textos y  contextos, y vaya uno a saber de cuantas más cosas se hablará durante el verano.

Y de ello, hablamos todos: padres, profesores, sociólogos, pedagogos, políticos, alumnos y porque no, el vecino del quinto derecha que ni se acuerda de cuando sus hijos iban al colegio.  Y nos falta objetividad. Deberíamos analizar lo bueno de cada sistema educativo y conjugarlo entre ellos.  Ahora, cuando se habla de pasar una especie de reválida, son muchos a quienes se les riza el pelo.  ¿Y por qué?.

Nos hemos acostumbrado a que todo el mundo pueda estudiar carrera, independientemente de cuál sea su nivel de conocimientos y luego nos quejamos de que hay demasiados  profesionales mediocres  sueltos por el mercado laboral.  Demasiados titulados.  Demasiados de todo, y menos de todo.  Nos quejamos del nivel de corte para las becas, cuando lo preferible sería que el Estado subvencionara a las mejores notas.  ¿Preferimos cantidad o calidad?.
Una justicia social es la que permite a un pobre acceder en igualdad de condiciones que un rico.  Una reválida permitirá una igualdad de nivel entre centros educativos y comunidades autónomas.  Una política justa y equitativa en la distribución de las becas, posibilitará que tanto el pobre como el rico, con el mismo nivel académico, puedan acceder a la misma educación superior.  Una  normativa en cuanto al temario, una unificación de éstos, hará que tanto el alumno vallisoletano, como el canario y el balear, al terminar un determinado curso o ciclo formativo, tengan los mismos conocimientos. 

Un cuerpo de directores, pongamos por caso, haría que el centro funcionara según unas directrices unificadas con el resto de centros.  Un director tiene que ser un referente, alguien quien dirija el centro y que no esté a expensas de que al cabo de los años de mandato, deba retornar al día a día con los demás docentes.  ¿Qué autoridad puede tener alguien quien dentro de unos años, puede verse dirigido por quien ha amonestado a sus compañeros en años anteriores? 

Hay mucho margen entre un mando autoritario y un mando demócrata.  Y ni uno tiene que ser lo que parece, ni el otro estar pendiente de votación tras votación.  Las definiciones de mando, tanto el autoritario como el demócrata –y el resto de los  existentes- no es característica de su elección, sino de la personalidad del mismo.  Podemos elegir un energúmeno o un incompetente del que arrepentirnos durante tiempo, como pueden nombrarnos un excelente gestor del que lamentaremos  su marcha.

De septiembre a junio se condensa todo el periodo lectivo.  Si además restamos las vacaciones de Navidad y las de Semana Santa y la blanca, la azul y la verde, nos quedamos con menos de ocho meses.  Si además quitamos preliminares y demás, se quedan en siete.  Y el fracaso escolar continúa.  Muchas serán las causas, aunque muy pocas las soluciones que se apliquen. 

Algunas se aplicarían con más refuerzo educativo, adaptar el nivel a unos y a otros, duplicando las aulas si fuera posible  por niveles académicos, y otras sin duda, con un mayor conocimiento de las causas por parte del profesorado.  Unas soluciones necesitarán de una mayor plantilla de profesores –malditos  recortes- y otras de una mayor conectividad del profesor con el hecho concreto de su alumnado, con las causas que provocan su retraso.

Los deberes, que no estudio, también es tema candente.  Hay comentarios a favor y en contra.  De profanos y de mañosos en la materia.  Unos defenderán que los deberes deben hacerse en clase y prohibirse su traslado a casa. Otros, defenderán que estos representan un método que los prepara para una constancia en el trabajo, una forma de administrar su tiempo, en definitiva conseguir unos hábitos “saludables” en el estudio.  Los habrá quienes esgrimirán que éstos restan tiempo a las relaciones societales, a los juegos, a la práctica de los deportes y como no, hipotecan y condicionan las interrelaciones familiares.

La supresión de los exámenes de recuperación en septiembre, también es tema de discusión.  ¿Qué motivación para el estudio tendrá el cateado con una cesta de calabazas en junio si sabe que no tiene opción de recuperación?  En su descargo se argumentará que si durante nueve meses –siete más bien- no ha sido capaz de adquirir unos conocimientos, no los adquirirá durante los tres meses de vacaciones?.  ¿Y por qué no?  ¿Acaso no puede darse la opción de intentarlo, aunque solo lo aproveche  un cinco por ciento de los suspendidos?

Y  los ciclos.  ¿Es normal que un alumno de primaria, de primer curso de ciclo, pueda pasar al segundo curso del mismo ciclo con un montón de suspensos? ¿Por qué no hacerle repetir curso y darle la opción de entrar en mejores condiciones en el siguiente curso de ciclo?

Todos estos temas, y muchos más, son dignos de preocupación, de diálogo y como no, de consenso.  De negociación y de consenso.  De un consenso que promueva que la reforma educativa no sea la de una legislatura, sino de varias.  Que no sea impuesta por unos intereses separatistas ni por un solo sector del espectro político.  Y que sobre todo, tenga sus miras puestas en beneficiar al estudiante, en atender sus necesidades y por qué no, en diferenciar y potenciar las peculiaridades de cada uno.

Y el objetivo….  ¿Por qué no dirigir la formación académica hacia el futuro laboral y por ende, hacia el desarrollo de nuevas necesidades tanto educativas como laborales?  ¿Por qué no ampliar el periodo lectivo para quienes en junio no alcancen el nivel mínimo necesario?

¿Por qué no dirigir las miras hacia las fronteras exteriores cada vez más cerca en vez de  centrarnos en aspectos locales e interiorizar el mercado y el estudio? 

Son muchas las cuestiones a polemizar.  Incluso con las editoriales, con el cambio de formato cada dos por tres de los libros de texto y la sangría de los precios, de las erratas introducidas y los guiones dictados según el color autonómico. 


Y para este curso ya hemos llegado tarde.  El curso ya ha terminado y el periodo ya no es lectivo.  Y en esto sí que coinciden los políticos.  Ellos también han terminado su curso.  Y el periodo tampoco es lectivo.  Pero al menos, ellos han sacado mayor provecho.  Ninguno suspende, aunque muchos, eso sí, repiten.

PUBLICADO EL 2 JULIO DE 2013, EN EL DIARIO MENORCA