La
fiebre del mes de julio, dirán algunos.
Y justo ha empezado, ya
empiezan las lamentaciones. Se augura una falta de coches en alquiler,
pero no es problema. La culpa, la
amenaza de tasas e impuestos. La
solución, aumentar el coste del alquiler. El resultado, sendas lecturas. La primera, un menor empleo en el
sector. La segunda, una peor
satisfacción del cliente. La tercera, la mala propaganda externa. La cuarta, peores perspectivas futuras. La quinta, culpar a la crisis y a los
gobernantes. La sexta, pedir bonificaciones y ayudas a la administración. La séptima, subir los impuestos a los
restantes trabajadores para pagar las ayudas al sector turístico. La octava, a mayores impuestos, menor consumo. La novena, a menor consumo, más paro. La décima, aquí no hay quien viva.
Aunque
algunos sí que viven. Incluso en las
nubes, según parece. Mientras a Bárcenas
deciden meterlo en prisión, nos llega la noticia de una posible redistribución
geográfica de los juzgados. O de los
jueces, al menos. Y uno queda asombrado
que en la era de que todo se hace mediante consulta al Google y la del
copiar-pegar de otros, a alguien se le olvida de que Baleares además de
Comunidad Autónoma y de Provincia, es un archipiélago. Y que el archipiélago es un conjunto de
islas. Y que la isla es una porción de
tierra rodeada de agua por todas las partes.
Y suerte de que algunos tomaron parte, y allí se fueron con la protesta.
Que si no….
Y
esa parece ser la solución a todo: protestar.
O lo que es lo mismo, que quien no llora no mama. Y es bien cierto. El sumiso nada gana. Quien protesta, algo obtiene. Y ya
lo dice el refrán, que quien calla, otorga.
Y
aunque ahora no callemos, antes hubo un tiempo en que otorgábamos la vez. Y de
no haberlo hecho, ¿dónde estaríamos ahora nosotros?. Me refiero a la protección de tanto espacio. Es Grau, Sa Mesquida, y tantos otros núcleos
urbanos cercanos a las playas se llenan estos días de veraneantes. Veraneantes, embarcaciones y sobre todo,
vehículos. Y para ello hace falta una
infraestructura. Alcantarillado, agua
corriente, electricidad, acondicionamiento de viales, todo ello ha sido un
adelanto que nadie discute. Unos
adelantos que década tras década han ido acondicionando aquellos núcleos
urbanos. Unos adelantos que en algún
momento tendrían que invadir alguna zona
protegida, como es el caso de los aparcamientos. Ahora eso sí, impensable hacerlo hoy en día,
pero buen resultado que dan.
Y
qué ocurre cuando aquel aparcamiento en el que invadieron dunas queda pequeño
por tanta demanda. ¿Cerramos la playa,
limitamos el aforo, o lo ampliamos para dar demanda a tanto visitante que,
aunque no siendo residente, pretende ocupar las escasas plazas disponibles?
Y
llegamos al principio, que no al final.
La solución no es ampliar las zonas de aparcamiento, o lo que es lo
mismo, la llamada destrucción del territorio para dar cabida a las decenas de
vehículos de alquiler. La solución, sin
saberlo, ha sido la restricción del alquiler de vehículos.
A
menor número de vehículos, mayor espacio disponible. A menor disponibilidad de dinero en el
bolsillo, mayor uso de los transportes colectivos. A mayor uso de los transportes colectivos,
mayor tasa de empleo en el sector. Si al
final, todo es energía. Sólo se
transforma.
El
problema viene cuando la competencia de otros
–y la incompetencia de unos- hacen que aquel potencial cliente, por
culpa eso sí, de la crisis –¡nunca el culpable serán los precios abusivos!- elige otro destino más barato. Y volveremos a maldecir, culpar y buscar
otros argumentos para que al menos, nuestras conciencias, no se vean
afectadas.
Otras
soluciones, otras subidas de precios, y otros meses de julio en que inventar alguna nueva excusa. Excusar, que no innovar. Y es que el turismo de calidad, no
viene. O tal vez, no lo queremos.
O
no lo mimamos. O ni siquiera está
disponible.
PUBLICADO EL 10 DE JULIO DE 2013, EN EL DIARIO MENORCA.