EL SEGUNDO Y EL SEGUNDÓN

El escrito que nuestro director publicó el pasado sábado me dio el título de hoy.  He de confesar que cada día me cuesta más encontrar temas de los que opinar, y no es que no los haya.  Que de haberlos, haylos.  Y a montones.  Lo difícil para mí es el poder hacer una selección de títulos,  cuyo contenido  tras el pase de la autocensura que uno mismo se ha impuesto, no quede estéril. Ni provocativa, ni de segundas lecturas. O todo lo contrario. Tal vez quiera provocar eso mismo, una segunda lectura, una provocación entre líneas….

Y para opinar, todos sabemos.  Lo hacemos innatamente en cada elección diaria.  Cuando acudimos al supermercado nuestro carro de la compra se llena de opiniones, más caras o más baratas, pero motivadas, opinadas desde el punto de vista de la economía, de los gustos o de las apetencias.  Y estos gustos y apetencias, necesidades societales, son las que motivarán nuestras públicas opiniones.  Necesitaremos agradar a unos o castigar a otros.  Y lo haremos sin duda, con algún comentario.  Incluso muchos intentarán y lograrán agradar a todos o disgustar a muchos.  Es también su necesidad.  Tal vez, su calculada necesidad.

Donde aprendí a opinar fue sin duda en tercero de BUP con el catedrático de filosofía  don Rosendo Gisbert Calderón.   Los comentarios de texto a partir de una frase cualquiera daban mucho o nada –según fuera la inspiración de uno- para ir desarrollando una idea.  Y allí empecé a  aprender a dar  rienda suelta y a llenar cuartilla a partir de una insignificante frase.  El tiempo, los años, la experiencia adquirida y las necesidades societales han hecho el resto. 

Los políticos con sus posicionamientos contrapuestos, los jueces con sus diferentes interpretaciones y la gente de  a pié con sus hipócritas actitudes, han aportado  a la causa también su granito de arena.  Puedo hoy opinar sobre cualquier tema –menos de deporte, música y poco más- y mañana decir todo lo contrario.  Aunque eso sí, argumentándolo.  O al menos, intentándolo.  Y es que cuando uno es capaz de demostrar que tres es igual a cuatro –haciendo trampas, claro-, todo lo demás, si uno hace uso de argumentos, no tiene desperdicio.

Y el plato de hoy se llamará del segundo de a bordo, que nada tiene que ver –no tendría- con el segundón.  El pasado sábado, nuestro director comentaba el que  “en cualquier cosa vale más ser segundo, porque cuando se complica el panorama el primero es quien pone el cuello”.  Y no le falta razón.  Y el comentario me inspiró.  También podría haberlo titulado como “el poder y el querer”, título éste que también se las trae.

Al segundo de bordo lo podríamos identificar como aquel que, siendo leal a su superior, lo asiste y lo reemplaza en según qué tareas.  Sus conocimientos alcanzan el nivel deseado en las tareas que realiza e interactúa entre las diversas escalas existentes.  Su labor de filtro descarga el trabajo del superior jerárquico y es fiel reflejo de las normas emanadas de éste.   Sin duda, el segundo de bordo, nace y se hace, y estará en condiciones de asumir, en aquel o en cualquier otro destino, tareas similares o superiores.

El segundón, es plato distinto.  Y sin estrellas ni tenedores  que le acompañen.  Los habrá leales al mando.  Y también desleales.  Su variedad dependerá de sus  necesidades, de sus expectativas laborales y de sus propias vanidades.  Habrá a quién le será bueno e incluso necesario vivir a la sombra de alguien, mientras a otros, aquella misma sombra les creará resentimiento, amargura y odio. 

El segundón es recíproco.  Su cabeza también tiene precio.  Y se la pone él mismo, cuando de su propia cosecha, va dictando directrices, resolviendo cuestiones y atribuyéndose funciones no delegadas. O  al revés, irá aprendiendo e irá fabricando conocimiento y adaptando éste a su neceser diario.   El segundón es pasivo o activo, según.  O activo o pasivo, depende.

Y depende de él mismo, de su historia.  Y de sus historias.  De sus necesidades y de sus “quereres”, que no “poderes”. 

Si el segundo de a bordo sí que  puede reemplazar al comandante de la nave,   no es nada aconsejable que éste sea reemplazado por un segundón.  Su  propio nombre ya le atribuye la necesidad de la presencia del primero.  Necesita ser tutelado y mantener el cordón umbilical en comunicación constante.

El segundo de a bordo no necesita demostrar nada.  El segundón pasivo buscará oportunidades donde las haya, y de no haberlas, las creará.  El activo convivirá y se autoafianzará con ellas.  Unos podrán ejercer el rol de los padres.  Otros solo servirán para desempeñar funciones de abuelos. O de tíos, tal vez.

 Querer o necesitar invertir roles, sólo hará que  la criatura se forme en un ambiente  no reglado a sus necesidades, sino a las necesidades de los otros.  Y mal nos irá cuando nuestro futuro dependa de las necesidades de otros.  O de su suerte o desgracia.  De sus fobias y filias. 


De sus manías, vamos.

PUBLICADO EL 7 AGOSTO 2013, EN  EL DIARIO MENORCA.